Por: Lic. Guillermo Pacheco Pulido
Es relativo
No sé si sean los nervios de la época, las modificaciones mentales y culturales que nos ha dejado la presencia del virus, la desesperación que produce la inseguridad de un contagio, la incierta función económica, entre otras circunstancias, la que está llevando a algunas personas a utilizar la magia, la hechicería, la brujería, las leyendas urbanas, a creer en los mitos, o utilizar al fetichismo o a la brujería.
Lo anterior se debe a que un amigo abogado nos platicó a varios abogados que lo fue a ver en consulta un señor, para que demandara a otra persona para que le devolviera su dinero con el que le compró una casa, unos aretes y un anillo, porque la casa y las alhajas estaban embrujadas y como consecuencia de ello, había chocado su coche, dejó de vender en su tienda por ausencia de clientes y su esposa le pidió el divorcio, además al demandar lo señalado le debía agregar el abogado el pago de los daños y perjuicios causados a su coche y a su negocio.
El cliente amigo le dijo que ya había consultado con el que “lee las cartas” y esta persona le aconsejó que viera a un abogado pues en esa casa hubo un homicidio y seguro el anillo y los aretes eran de la difunta y por ello se generó la causa del choque, su divorcio y la falta de clientes a su negocio, es decir compró y atrajo su “mala suerte”.
El abogado le dijo que eso no era materia legal y no le patrocinó ningún negocio jurídico.
Son circunstancias que llevan a los seres humanos a la superstición que es una creencia que no tiene fundamento social y que consiste en atribuir carácter mágico o sobrenatural a determinados sucesos lo que trae buena o mala suerte, igual sucede con los mitos que se vuelven poderes exteriores que absorben la mente humana.
Nos obligamos por ello a realizar conductas, o pronunciar palabras, o casi a sujetarnos a rituales mentales para atraer la buena suerte.
La mayoría de supersticiones van formándose o vienen de épocas y sucesos muy antiguos.
Por ejemplo el número trece, trae mala suerte y eso se deriva que en la pintura “La última cena” de Leonardo Da Vinci, están trece personas, de las cuales la persona más importante murió. En ese mismo cuadro hay un salero tirado, lo que lleva también a pensar que si uno tira la sal trae mala suerte.
Por ello en muchos edificios y hoteles en el mundo no hay piso “trece”.
En la población de Chichén Itzá en nuestro país los toltecas usaban un pozo para rendir culto al Dios Tláloc de la lluvia. Este pozo tiene 13 metros de profundidad y en el eran arrojados jóvenes con vida cubiertos de joyas, restos que fueron descubiertos por los arqueólogos.
Las joyas fueron infaustas para esos jóvenes y para quienes las encontraron. Se señala que los arqueólogos que entraron al pozo jamás salieron. Los que lograron sacar collares de perlas, de jade, de esmeraldas y rubíes tuvieron problemas de salud, accidentes y uno se suicidó. El trece fue de mala suerte.
El rey Salomón portaba un anillo que le daba inmenso poder para todo. Se dice que Salomón cuando se bañaba en el Jordán perdió el anillo y un pescador lo encontró dentro de un pez y se lo entregó al rey Salomón. Cuenta la leyenda que este anillo o talismán sigue estando en la tumba desconocida del Rey Salomón y el que lo encuentre se convertirá en rey del mundo.
Igual existen famosas leyendas con los anillos que portaban Carlomagno, Gengis Kan emperador mongol.
Hay alhajas (adornos de metales o piedras preciosas) que igual, aportan a la persona buena o mala suerte.
El diamante es una gema que simboliza la constancia, la fuerza y la lealtad. Esta piedra aleja la melancolía, las preocupaciones y los temores, apacigua la ira e invita a vivir en la espiritualidad.
Es lo bueno, lo malo es que hay diamantes de mala suerte, dotados de poderes maléficos, según lo señalado en el libro “Misterios por descubrir” de Richard Bessiere.
Por ejemplo el Diamante Azul que ha causado muchas muertes y que se encuentra en el Museo de Smithsoniano y no se aconseja visitarlo.
Las piedras preciosas tienen vida propia, pueden acumular en sus cristales emociones, alegrías, tristezas, o sufrimiento que transmiten a quién las utiliza. Las “piedras malditas” existen.
Dicen los arqueólogos que si llevamos puesta una joya cuyas energías negativas se deben a un suicidio, a un asesinato, a genocidios o a sufrimientos físicos y morales acumulados al paso del tiempo, nos exponemos a padecer sus radiaciones maléficas
Mi criterio es que debemos desterrar de nuestra cultura muchos mitos que dominan a la mente humana y no la dejan razonar; no debemos consultar adivinos, ni augures, ni sujetar nuestra vida a la colocación o posesión de las estrellas.
Sócrates es el hombre más sabio del mundo le dijeron cuando consultó el oráculo de Delfos… y Sócrates fue sentenciado a muerte por la ignorancia de sus juzgadores.
Para reír, como dice un amigo: “yo no soy supersticioso, porque eso trae mala suerte… “
La superstición, la buena o mala suerte, son términos en los que nos educó nuestra cultura, conservan su poder sobre nosotros aún cuando llegamos a no creer en ellas.
A lo mejor hay que creerle al cliente del abogado, mientras siga vigente el tan mentado virus.