Iván Mercado / @ivanmercadonews / FB IvánMercado
En una situación claramente engañosa, dado el bajo nivel de contagios, hospitalizaciones y muertes registradas en este momento en el país, la Dirección de Epidemiología del sector Salud federal determinó modificar su cuestionado semáforo epidemiológico y colocar la condición del territorio nacional en uno de sus mejores momentos
De cara a la primera quincena de abril y a la entrada del tercer embate de una misma ola de contagios para los mexicanos, las autoridades federales mueven su escenario y desaparecen el tono rojo de máximo riesgo del territorio nacional para dejar el mapa de México en cinco estados con tono naranja (riesgo alto), 19 entidades con el amarillo (riesgo medio) y ocho en color verde (riesgo bajo).
Dicha condición anima a las autoridades federales a proponer un potencial regreso a escuelas y aulas en prácticamente todo el país, bajo el argumento de que es urgente dar el paso para que millones de alumnos y maestros se vuelvan a encontrar físicamente en espacios cerrados.
El presidente López Obrador señaló la semana pasada que ya comienzan a darse las condiciones para que los menores vuelvan a la dinámica educativa presencial, toda vez que los niveles de deserción escolar registrados durante los últimos meses van en aumento y obedecen a la actual metodología de educar a los niños a distancia.
Ante este escenario, se ha informado que a partir de esta semana comenzará una vacunación masiva dirigida a todo el magisterio del país, calculado en 1 millón 200 mil docentes de educación básica (preescolar, primaria y secundaria). La intención es que el magisterio y todo el personal docente vuelvan a los planteles antes del 9 de junio próximo, fecha en la que oficialmente concluye el ciclo escolar 2020-2021.
Autoridades de diferentes entidades federativas declararon de manera enfática que no se pondría en riesgo la salud de millones de alumnos y maestros, y que el retorno a las actividades presenciales se daría hasta que se cumplieran dos condiciones: el semáforo verde y la vacuna garantizada para estudiantes y maestros.
Sin embargo, el discurso ha comenzado a cambiar entre varios mandatarios, como la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, quien reconoció este fin de semana que han comenzado una evaluación de la infraestructura educativa de la capital del país, a fin de determinar si pueden adelantar el regreso a clases con el semáforo en tono amarillo.
A estas alturas de la pandemia, es incuestionable la necesidad de volver al tradicional esquema de educación presencial en el territorio nacional. De hecho, resulta evidente la conveniencia de que niñas, niños y jóvenes puedan recuperar sus clases y sus mecanismos tradicionales de aprendizaje; sin embargo, dadas las delicadas proyecciones que en maIvánteria de contagios se han planteado para la segunda quincena de abril, la pregunta se impone: ¿A qué se debe la urgencia por vacunar a maestras y maestros, y con ello empujar un regreso de alto riesgo para los 25 millones 680 mil alumnos en el país?
La intención de querer vacunar a maestras y maestros antes del proceso electoral para contar con su voto en gratitud por la “protección” flota en la atmosfera política como una estrategia lógica pero no suficiente para garantizar los sufragios de un gremio que se sabe vulnerable aun con la inoculación de un biótico que no los protegerá si sus alumnos son, como hasta ahora, portadores involuntarios de alto riesgo para sus propios hogares y, en consecuencia, para un salón en el que por más de cinco horas diarias transmitirán más que experiencias y conocimientos.
Campeche es el estado de la República más avanzado en el Plan para la Reactivación Escalonada Mixta de los Servicios Educativos de Nivel Básico, y aun cuando la entidad ha gozado de un semáforo verde por periodos prolongados, en este momento ha determinado observar y evaluar los contagios que se podrían desatar tras el descontrolado periodo vacacional de Semana Santa.
Aún con sus 24 mil docentes ya vacunados y “protegidos”, la indicación de regresar a clases presenciales de forma escalonada quedará sin efecto por lo menos hasta el próximo 26 de abril, cuando exista un panorama más claro sobre el índice de positividad que registrará la entidad para el cierre del mes.
En el país, el Estado de México, Jalisco, Ciudad de México, Veracruz, Puebla y Nuevo León son seis entidades que concentran casi el 45% del total de estudiantes de toda la República Mexicana, y son también de los estados que más tiempo han permanecido en tonos naranjas y rojos, dados los altos niveles de positividad a la pandemia. De ahí, el delicado reto que representa para estas sociedades lanzar un programa de retorno paulatino a las escuelas.
En Puebla, las autoridades han sido enfáticas en señalar que los estudiantes poblanos volverán a las aulas hasta que se cumplan dos condiciones fundamentales: que la entidad se ubique en color verde, y cuando alumnos y maestros hayan sido inoculados para garantizar su salud y la de millones de poblanos.
Sin embargo, el tiempo aprieta las agendas, las estrategias y las buenas intenciones.
Un reporte muy preciso de la UNICEF ya alerta a las autoridades mexicanas sobre el grave impacto que van a enfrentar nuestros estudiantes, al ser México el país latinoamericano en el que las escuelas públicas y privadas las permanecido cerradas por más tiempo debido a la pandemia por COVID-19.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia ha informado de una crisis sin precedente para la educación en México. Antes de la pandemia, los estudiantes mexicanos ya enfrentaban un escenario muy delicado en materia de aprendizaje: El 80% de los alumnos que presentaron la prueba estandarizada PLANEA no alcanzaron los conocimientos básicos en Matemáticas, lectura y escritura.
Con la llegada de la pandemia y con el esquema de “educación a distancia” instrumentado por las autoridades mexicanas, el retraso de millones y millones de estudiantes en México se agudizará, aumentando las brechas de conocimiento y las profundas desigualdades que ya condicionan al país.
Las consecuencias de una pandemia inesperada y de una mala política educativa arrastrada por años saltan presurosas y hoy también nos ponen contra la pared en un país marcado por las ocurrencias e improvisaciones de políticos voraces que sólo pensaron en las conveniencias del momento, aventando para el futuro las facturas a pagar.
Hoy llegaron los tiempos de hacer frente a esas deudas históricas; o bien, de cerrar los ojos, simular y dar la última “estocada” a una nación sometida y saqueada por su clase gobernante.
El escenario es muy claro y ya no hay tiempo ni proyecto político que justifique seguir postergando una toma de decisiones poco populares pero necesarias para orientar al país a un camino tortuoso pero correcto para intentar competir en un mundo que ha cambiado por completo tras la llegada de un virus.
Está claro que México ha dejado, o muy pronto abandonará, esa engañosa posición de ser parte de las 20 economías más grandes del planeta. Es cada vez más evidente que las facturas históricas se acumulan y que ya estamos de cara a esa inevitable caja registradora que todo cobra o abona.
México está, por fin, de cara a la decisión más importante de su historia contemporánea: Tomar el camino de las naciones destruidas por la guerra y resurgir con disciplina y sacrificio conjunto, o cerrar los ojos a la realidad y entregarse al fanatismo de las ilusiones y las mentiras.
Urgen estadistas que amen a su país y que comprendan que hoy son tiempos de sacrificios y de no movimientos políticos; visionarios que se comprometan con una patria saqueada históricamente y que, al final, tengan la clara premisa de que “sin educación, no puede haber nación”.