Por: Jorge Alberto Calles Santillana
A pesar de que el presidente Andrés Manuel López Obrador basó su larga campaña a la Presidencia en el slogan “primero los pobres”, el que repitió hasta el cansancio, las estadísticas muestran que sus políticas públicas no sólo no consiguieron reducir el nivel de pobreza en el país, sino que, por el contrario, lo incrementaron. A principios del mes de agosto, un informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) expuso que el nivel de pobreza se incrementó casi dos puntos porcentuales entre 2018 y 2020.
Eso significa que en ese lapso, la población en situación de pobreza creció de 51.9 millones a 55.7 millones de personas, lo que representa 44% de nuestra población total. El porcentaje de población viviendo en pobreza extrema también se incrementó considerablemente; ese índice creció 1.5%. El número de personas afectadas por esta pobreza fue, en 2020, de 10.8 millones. Otro indicador, el de acceso a los servicios de salud, sufrió un incremento negativo dramático. En 2018, 16.2% de la población no contaba con esos servicios. Para 2020, el porcentaje se incrementó a 28.2; el crecimiento fue de 12%. 35 millones de mexicanos no tienen acceso a servicios de salud.
Ciertamente, la presencia de la pandemia de la COVID-19 fue un factor importante en este proceso. El crecimiento de los índices de pobreza afectó a toda América Latina. Según estudios de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 22 millones de personas, en toda la región se convirtieron en pobres en 2020, con lo que la cifra ascendió a 209 millones de personas. Esta penosa transformación fue resultado de la recesión económica que padeció la zona.
Sin embargo, mientras que en el promedio de reducción del PIB de las economías latinoamericanas fue de 7.7, la de México fue de 8.5%. Ese índice es mayor que el registrado por los países con las economías más desarrolladas de la región, a excepción de Argentina, donde el indicador fue muy cercano al 10%. La economía brasileña, por ejemplo, registró una caída de sólo 4 %. Según la misma CEPAL, los tres países en los que se registró el mayor incremento de pobreza extrema fueron México, Honduras y Ecuador.
Por contrapartida, sólo Brasil y Panamá consiguieron reducir la pobreza extrema, si bien fue en el Brasil de Bolsonaro donde se registró un decremento más que significativo. Allí, la población en pobreza extrema se redujo del 5.5 al 1.4%. Esto se debió a importantes políticas de apoyo fiscal y de apoyos a los sectores de menores ingresos. Brasil destinó el 8% de su PIB a apoyos fiscales. Los países que, como México, limitaron las ayudas fiscales para evitar endeudamiento y por austeridad, vieron caer sus productos internos brutos y el incremento de la pobreza extrema. México dedicó sólo el 0.7% del PIB con este fin.
La CEPAL ha indicado que para revertir la situación de pobreza en América Latina es necesario desarrollar un nuevo estado de bienestar, que debe contemplar un ingreso básico universal, un sistema integral y sostenible de protección social incrementando su cobertura, promover nuevos pactos sociales y fiscales para garantizar salud, educación y la inclusión digital.
Está claro, desde esta perspectiva, que si el presidente López Obrador desea conseguir la meta de combatir a fondo la pobreza, tal como prometió, deberá modificar sustantivamente sus políticas públicas. Deberá promover una mejor relación con los empresarios garantizando el respeto a las inversiones, pero sobre todo, confiando en los expertos en la materia.
El desarrollo sólo es posible cuando se parte del hecho de que la realidad es compleja y cuando se delinea a través de planeación profesional, sin sesgos ideológicos. Abordar los grandes problemas nacionales y promover soluciones con base en fobias y simplismos no ha sido acertado. Nunca lo será. Es tiempo, aún, de corregir el camino.