Iván Mercado / @ivanmercadonews / FB IvánMercado
El país atraviesa, como nunca antes, por el peligroso camino de la violencia extrema y de la ilegalidad descarada.
El proceso electoral más importante de nuestra historia se debate con balas y no con ideas; mucho menos, con propuestas sensatas que a los votantes les den una esperanza de lo que sea, menos del México que hoy se padece.
El brutal asesinato de Abel Murrieta Gutiérrez, candidato de Movimiento Ciudadano a la alcaldía del municipio de Cajeme, en Sonora, marca una nueva y espeluznante etapa en la vida política de este desorbitado país, donde está más que claro que hoy el poder no se gana en las urnas, sino se arrebata en las banquetas.
Con base en datos de su cuarto informe de Violencia Política en México, la consultora Etellekt revela que hasta la primera semana de mayo se registraron 476 agresiones contra políticos que buscan o intentan ganar en las urnas una posición de elección popular. Desde homicidios, hasta secuestros robos y amenazas, han condicionado a los aspirantes a mantenerse en sus intenciones por encumbrarse en un círculo de poder cada vez más acotado.
Con base en el mismo reporte, 49% de las víctimas pertenece a la alianza conformada por los partidos políticos Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD), mientras que 17% corresponde a aspirantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena); el resto, a otras fuerzas políticas.
En este dramático escenario, nadie se salva de enfrentar la violencia que significa hoy participar en las campañas políticas de este país sin importar cuán modesto sea el cargo por el que se compite, y es que está demostrado que la permisividad cabalga del lado de los grandes grupos delincuenciales, pero también de los improvisados que ven entre tanta agresión e impunidad una oportunidad para atacar y hasta acabar a un oponente.
El río está revuelto y los pescadores que navegan en el mar de la violencia van ganando sin remedio. Hasta ahora, los estados mas afectados en este escenario son Veracruz, con 45 víctimas; le sigue el estado de Guerrero, con 23 afectados, y Michoacán, con 20.
En medio de circunstancias que pierden rápidamente toda proporción y lógica, los responsables han optado por hacer de lado esta muy grave realidad y apuestan por pedir a las instituciones de procuración de justicia concentrarse en presuntos actos de ilegalidad en las campañas en las que los números no favorecen al partido en el poder.
El caso de los candidatos de Movimiento Ciudadano Samuel García y Adrián de la Garza, de la coalición PRI-PRD, cuestiona la imparcialidad con la que se atienden y consignan presuntos delitos electorales que son cometidos en iguales proporciones por muchos aspirantes más en el resto del país, incluidos candidatos del partido oficial.
Mientras, el máximo protagonista de esta historia nacional marca magistralmente la agenda en la opinión publica en el país, con frases que acaparan, que envuelven y que llevan a muchos a tratar de interpretar inocentemente lo que el principal actor quiso decir, por ejemplo, con eso de que “le faltan seis años en el poder”.
A pesar de la conflagración social que amenaza la vida publica y política de México, el actual líder es dueño del discurso nacional y es capaz de marcar la agenda con una sola frase, con una sola insinuación. Conoce tan bien a la hipnotizada oposición de este país que basta soltar una confesión privada y bien calculada como la “petición de reelección” hecha en Tabasco.
Eso fue más que suficiente para que la agenda se volviera a mover; para que desde la misma tribuna desequilibre a los incautos y deje de lado el verdadero incendio que avanza en el territorio nacional. Así es; el actor principal sabe con profunda claridad que el termino “reelección” vuelve locos a los que dicen combatir la inconstitucionalidad y los hace caer con notable facilidad en las acusaciones estériles del “intento incesante” de adueñarse del poder y, por ende, del país. Es, por mucho, la representación más gráfica de ese viejo juego del gato y el ratón.
Con todo, en medio de una estrategia por demás evidente, pero increíblemente efectiva, este México intenta sobreponerse a una pandemia que sigue amenazando a millones de mexicanos; a una crisis económica que tiene de rodillas a muchos millones más; a un nivel de inseguridad y de violencia sin precedente, y a un proceso electoral que definirá el rumbo de una nación que navega sin instrumentos.
Penosamente, sólo faltan 20 días para que esta nación y sus distraídos habitantes tomen la decisión más importante de los últimos 70 años. El próximo 6 de junio, se juega todo lo construido por décadas. Este 6 de junio se define el nivel de madurez alcanzado y se defiende a una nación o se entrega una república.
No hay más tiempo. En menos de tres semanas se determinará de qué estamos hechos los mexicanos, quienes en redes sociales somos capaces de reclamar y cuestionarlo todo, pero que en la praxis podríamos decidir guardarnos para dejar que el abstencionismo marque el destino de millones.
No hay excusas, no hay justificaciones, no hay pretextos ni explicaciones que se sobrepongan a la responsabilidad histórica de salir a participar, de votar, por quien cada uno desee, pero votar para dar la mayor de las legitimidades al mandato en las urnas.
A pesar de las densas cortinas de humo que envuelven a este país, no está permitida la distracción de una sociedad claramente avisada sobre los cambios históricos que se buscan y que ya se promueven abiertamente para esta nación.
México nos reclama a todos.