Por: José Valderrama Izquierdo
Profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla
Las profundas desigualdades e injusticias han salido a relucir más que nunca, el modelo actual no sólo se defiende ferozmente, sino que se reinventa para continuar con un sin sentido, o con un sentido que solo beneficia a un sector.
Por otro lado, pareciera que se da un redescubrimiento de las vulnerabilidades estructurales del sistema, dejando ver la urgencia de crear nuevos paradigmas ante el hartazgo social, ante el juego estructural y cruel de seguir “viendo” sin ver, normalizando las violencias y las ausencias.
Ante esto uno de los retos más complejos será asumir las responsabilidades comunes que puedan acrecentar las posibilidades de coherencia en la creación de nuevas y dignas condiciones. Cómo lograr esas condiciones cuando todo se presenta violentado.
El primer paso es complejo y requiere del acceso al conocimiento de las propias vulnerabilidades, principalmente las de supervivencia, seguidas de las emocionales, sin este conocimiento, será imposible asumir un rol diferente, que permita cuestionar el concepto de libertad, que como diría Byun Chul Han, hoy representa el auto sometimiento en la sociedad de rendimiento y la auto explotación.
Ante esto; ¿Qué estrategias son las adecuadas para facilitar un acceso al conocimiento de las propias vulnerabilidades?, ¿cómo los ciudadanos pueden acceder a la reflexión consciente de sus emociones y de su sistema de supervivencia? No será posible responder, si no logramos trascender las fronteras de la enajenación en lo individual y en una praxis intencionada de reafirmación de lo colectivo.
Es aquí donde el déficit creativo surge como uno de los factores menos avalados y reconocidos, quizá es porque en los campos culturales de países como el nuestro, no se reconoce prioritario la contemplación, el ocio y la reflexión.
Es frecuente que un campo cultural termine por someterse a cierto tipo de reglas endógenas que reafirman y perpetúan prácticas y sistemas a modo, que reflejan miopía ante la grandeza de lo distinto, de lo incierto y de la pregunta. Saramago decía; “si alguien te quiere convencer de algo, pretende colonizarte”.
Tal vez, es momento de revisar en nuestras sociedades los procesos de validación de los campos culturales y por supuesto sus actores involucrados. Como es sabido, para modular un campo cultural, es preciso una innovación cultural, que sea apropiada y avalada por quienes dominan dicho campo.
Es así que nos encontramos ante una coyuntura histórica en la cual la insurrección creativa adquiere características inter, multi y transdisciplinares que los propios campos no están particularmente preparados para validar, o en el mejor de los casos, cómo ante esta pandemia de COVID-19, se reformula y especula sobre la marcha, ejemplo de esto es la industria cultural de los grandes museos que se han visto en la necesidad de modificar y acrecentar sus servicios en el horizonte digital de la percepción, buscando innovadoras formas de acercar la experiencia estética, con la intención de atraer y seducir al público distante.
Al igual que la irrupción de un virus, que ha permeado y trastocado nuestra realidad, más que nunca es necesaria y urgente una pandemia creativa, con una praxis intencionada y responsable, una pandemia que requiere de ciertas condiciones transformadoras de activismo colectivo donde la solidaridad y la justicia se posicionen epistemológicamente para trastocar los actuales sistemas culturales y, por tanto, la forma de operar de los mismos.