Cecy Rendón
La lucha por la independencia financiera siempre ha estado en el centro del feminismo. El derecho a estudiar una profesión, el derecho a ejercer dicha profesión, el derecho a ser remunerada, a ser igualmente remunerada, a tener una cuenta bancaria y a tener propiedades y patrimonio son sólo algunos de los derechos que se han logrado para las mujeres en el último siglo, gracias a la lucha incansable de los grupos feministas. Pero, ganar esos derechos es sólo el primer paso.
Lo que sigue, a mi parecer, es lo más importante respecto al mundo del dinero y las mujeres. Si bien es cierto que hoy cualquier persona en México, hombre o mujer, tiene derecho a la educación, tiene derecho a desarrollar una profesión y también tiene derecho a ganar dinero a cambio de su trabajo, cuando se trata de la administración del dinero, las cosas no son iguales para hombres y para mujeres.
Esas diferencias están marcadas por dos factores principales: patrones socioculturales y prioridades. ¿La solución? Es muy compleja, pero aquí tienes tres recomendaciones para que, como mujer, tu vida financiera mejore. Primero: Si vives en pareja y ambos trabajan, asegúrate de hacer un plan para dividir equitativamente las responsabilidades de la casa y de los hijos.
No se trata de que tu pareja “te ayude”; se trata de que asuma activamente algunas responsabilidades para compartir la carga de trabajo y liberar tu espacio mental. Segundo: Toma un rol activo en el aprendizaje del manejo del dinero.
El dinero no “es cosa de hombres” ni “algo muy complicado para las mujeres”. El manejo del dinero se aprende, como todo en la vida. Lee, toma cursos, capacítate en línea, involúcrate en la administración de tus finanzas personales y las de tu hogar. No tengas miedo de aprender constantemente sobre dinero.
Tercero: Alza la voz. No tengas miedo de alzar la voz para pedir un aumento de sueldo, para postularte a un mejor puesto. Y tampoco tengas miedo de denunciar cualquier injusticia o violencia, laboral o económica, que estés viviendo.
Las mujeres somos una parte fundamental de la economía del mundo y somos parte del tejido social. Aprender a manejar nuestro dinero de forma equitativa, eficiente y justa no sólo es nuestro derecho; es nuestra obligación.