A nivel general, la enorme mayoría de las escuelas públicas de nivel básico están reprobadas en matemáticas, inglés y programación, asignaturas vitales para las carreras con más futuro en los próximos diez a quince años.
Quizá usted se pregunte: ¿programación?, y le diré que sí y el por qué forzar al estudiante a pensar es vital, obligarlos a desarrollar lógica y capacidad de abstracción. La brecha educativa entre colegios particulares y públicos es enorme, desde la bibliografía, los recursos e instalaciones y las asignaturas adicionales, aunque como siempre, existen excepciones.
En paralelo está el escenario macro con la inversión que realizan los centros de investigación, universidades, gobierno e iniciativa privada, en donde México en 2020 vuelve a salir reprobado y para muestra basta un botón.
Los países con más alto grado de bienestar en la población curiosamente son los que más invierten en educación, ciencia y tecnología, empezando por Israel que invierte el 4.2% de su Producto Interno Bruto (PIB), seguido de Corea del Sur, con 4.15% del PIB; Japón, con 3.49%; Finlandia, con 3.32% y, por supuesto, no podrían ser la excepción China, con 3.12% y Estados Unidos, con 2.81%.
Las últimas dos potencias están peleando por dos tecnologías que predominarán en el futuro y sentarán las bases de lo que antes fue el petróleo, pero ahora será la inteligencia artificial y los protocolos de comunicación 5G y 6G. No existe otra nación en el mundo que se le acerque y es natural porque están haciendo una apuesta a mediano plazo de prevalecer fuertes de aquí a la mitad del siglo XXI, más aún quedan espacios donde energías limpias, proteínas alimenticias no basadas en cárnicos, tendencias tecnológicas como la cadena de bloques, ciberseguridad, el internet de las cosas, ciencias geriátricas y cómputo cuántico serán las que den pie al bienestar y crecimiento económico a gran escala.
La inversión en ciencia y tecnología de México –en términos prácticos – es 0%, además de un crecimiento económico negativo cómo nunca había ocurrido en los últimos 50 años, para aderezar el tema recientemente se sacaron a las universidades privadas literalmente del Sistema Nacional de Investigación por parte del Conacyt, una medida retrograda.
Dejándolo claro, México, con su nivel de desarrollo económico que solía tener, no tuvo y no tiene la inversión en ciencia, tecnología e innovación acorde al tamaño de nación que somos.
Por ejemplo, Corea del Sur obtiene 80% de inversión en ciencia y tecnologías por parte de la iniciativa privada y el promedio en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicas –donde México forma parte– es de 66%, pero de nueva cuenta en nuestro país no se llega ni a dos dígitos.
Para que México sea una potencia en el futuro y, por lo menos, llegue a un número histórico que nunca se ha dado: 1% del PIB invertido en ciencia y tecnología, para a partir de ahí ir incrementando a razón de 0.2% de crecimiento semestral por los siguientes cinco años, se requiere que el sector privado –empresas mexicanas y extranjeras, de todos los tamaños– se orienten a la innovación y al desarrollo tecnológico.
Pero para que eso suceda, no hay un solo país en la historia que lo haya logrado sin el apoyo como una prioridad de fondos públicos a todas las empresas con el objetivo de impulsar este cambio, sin embargo, sería un cambio de 180 grados para el actual gobierno.
China, que es comunista, les paga todo a miles de empresas de tecnología para que estén presentes en ferias de tecnología en Estados Unidos como el CES (por las siglas en inglés de Show de Comercio Electrónico) y en Europa cómo el Mobile World Congress, en los cuales –me consta– México no tiene presencia o es mínima a comparación de otros países de América Latina.
Es un hecho, si queremos bienestar para las siguientes generaciones de mexicanos, se debe mejorar sustantivamente la educación y seguir los ejemplos de instituciones de excelencia académica, aunque sean privadas, y se debe fomentar que las empresas inviertan en innovación.
También tiene que crecer la cantidad de dinero destinada a las áreas de ciencia y tecnología, de lo contrario, estaríamos destinados a la mediocridad y pérdida de bienestar.