Por: Hugo Arquímedes González Pacheco M. / [email protected]
Desde mi escritorio
La vida ha cambiado en la educación de la salud; en todo el planeta se modificó durante la primera gran ola de crisis sanitaria por COVID-19. En cuanto la actividad humana retome su paso, en México los contagios serán igual de frecuentes o peor, si la población sigue haciendo caso a las declaraciones de los López de que no pasa nada si no se usa el cubrebocas.
¿Qué oculta y pretende realmente el gobierno federal? Se ha generado un constante debate en torno al uso de este instrumento y en verdad esa polémica ha sido una real pérdida de tiempo para quien ha sido parte de ella.
Mientras los países asiáticos lograron controlar los contagios por el uso del cubrebocas y bajaron el número de muertes, nunca presumieron de domar la pandemia al ser pueblos culturalmente disciplinados con valores bien cimentados en las familias. Sin embargo, los países de América se la pasan entre mensajes confusos, incluso desde la OMS, hasta la necedad de algunos presidentes de no usar este medio de precaución.
Lo cierto es que no utilizarlo no te hace ni más ni menos mexicano de la autollamada 4T; tampoco te quita autonomía de pensamiento y sí ayuda a que bajo el uso correcto se pueda reducir el riesgo de contagiar o ser contagiado, sobre todo en espacios cerrados y para la gente que tiene que salir a trabajar utilizando el trasporte para subsistir.
Lo que hay que reconocer es la postura del secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma: lo usa y no se lo quita ni en la mañanera; duro golpe de cultura, educación y prudencia para AMLO y sus lacayos. La pandemia de coronavirus ha aumentado la pobreza. De igual forma debe agregarse el dolor humano; ante las pérdidas tempranas e inesperadas de compañeros de vida, familiares y amigos.
Todos los seres queridos fallecidos han dejado grietas irreparables cada vez con mayor profundidad en el aislamiento. ¿Muérete en casa, o aprende a sufrir en casa? La población tiene miedo de morir en los hospitales COVID-19 del sector Salud. Todo esto está ocasionando mucha violencia familiar, así como daño psicológico; solo el tiempo nos dará la magnitud de estas secuelas.
La voz irónica de AMLO, de encono contra intelectuales, científicos, periodistas y escritores que no coinciden con sus ideas resuena; los llama adversarios por señalar sus ocurrencias. Ahora se autocondecora con una medalla de oro al ser el presidente más criticado. Al ser el país en primer lugar en el mundo de muerte de niños con cáncer, personal médico por la pandemia y la violencia, muchos mexicanos cada día están más descontentos con las mentiras del sabio científico Hugo López-Gatell en su mundo de ocurrencias con sus caricaturas de Susana distancia y su Escuadrón de la Salud, gasto publicitario indignante del México maravilloso de los López.
Fundamentalmente, están sembrando la semilla de la inconformidad, el encono, y la violencia que vemos todos los días en calles, carreteras, comercios, en el trasporte público, en la toma de instituciones, etcétera.
La vida humana tardará en recomponerse. Niños, jóvenes y adultos afortunados, encerrados en casa, sufren menos que los de la calle sin recursos, alimentos ni medicamentos, sin hombros donde llorar al padecer el desamparo. Las personas de la tercera edad enclaustradas, mirando a la familia desde lejos, son presas fáciles de soledad, angustia, desesperación, estrés y miedo.
Muchos mueren en su casa por no tener el servicio médico de especialistas. Ese descuido también mata. La desconfianza tiene nombres y apellidos. No es nueva y no empieza el once de enero, fecha del primer fallecimiento por COVID-19.
Los políticos en el poder no cambian conforme se desencadenan los hechos, por ser el alma máter de Morena la realeza política actual. Las mentiras de los López, Obrador y Gatell, han incrementado el malestar de los ciudadanos pensantes. Hacemos alusión al dolor ante la pandemia por las voces de más de 90 mil familias mexicanas cuyos seres cercanos fallecieron sin compañía, sin avisos previos; en pocas palabras, la tragedia del dolor por la ausencia temprana de quienes partieron sin enterarse de su final.
Al inicio de la pandemia, las cifras y los expertos hablaban de poblaciones de riesgo; los viejos, diabéticos, hipertensos y enfermos crónicos conformaban ese cuadro de mortalidad, pero la realidad muestra que también han muerto personas sin esas comorbilidades. Pero prevalece el conformismo de López-Gatell con las circunstancias de los mexicanos.
El dolor, el sufrimiento, la incertidumbre, la pobreza en la que vivimos se suma a la falta de esperanza de sobrevivir, pero “ya domaron la pandemia” estos infames. El desabasto de medicamentos y utensilios de protección para el personal médico encargado de lidiar con la pandemia les provocó la muerte.
Se les llama héroes pero los desprotegen los directores del IMSS, Issste y hospitales COVID-19. ¿Dónde se mueren los ingresados? ¿De veras los atendieron o los abandonaron a su suerte detrás de las puertas de los hospitales? En nuestro país, las mentiras imperan desde la mañanera por la falta de información veraz y sólo se escuchan descalificaciones a los adversarios, culpas del pasado.
Ahí se ve la ineptitud de resolver en salud, pobreza, violencia y la corrupción de los políticos de Morena, inmunes por ser corruptos. Es ético y obligado denunciar las mentiras que señala Hugo López-Gatell quien descalifica a Mario Molina (QEPD) por recomendar el uso del cubrebocas.
El no hacerlo implica creerles a los políticos mal intencionados especialistas del gobierno, que de hecho deberían ser considerados una enfermedad agresiva y letal para las y los mexicanos. El virus viaja y contagia; por ahora no existe cómo frenarlo.
Vive entre nosotros; la falta de certezas de las políticas del sector salud sólo ha causado más muertes y el dolor de miles de familiares. El número de contagios no baja, el dolor exige respuestas; no son inventos y de alguna manera tienen que ver con la necedad del sabelotodo que no sigue los lineamientos de los verdaderos científicos de la salud reconocidos en el mundo.
Por lo pronto, el gobierno federal parece no querer aprender y doblega la realidad a su voluntad; mientras el presidente sigue despreciando las recomendaciones para evitar contagios, sigue sin reconocer el dolor de las familias empobrecidas por la pandemia, víctimas de la muerte y la enfermedad. Sólo nos queda el autocuidado, la prevención y la solidaridad con otros.
Como vamos, muchos no pasaremos la Navidad con nuestras familias. También a nosotros nos hace falta menos polémica improductiva y más conciencia y educación de esta nueva realidad que nos tocó vivir. Usted, ¿qué opina?