Por: Jorge Alberto Calles Santillana
Agenda Ciudadana
Algo anda mal. El embajador norteamericano, Ken Salazar, ha visitado con mucha frecuencia al presidente en Palacio Nacional. Esto no es normal. Los encuentros entre embajadores y presidentes son muy esporádicos. Tienen lugar más como actos simbólicos a través de los cuales los países refrendan amistades y promueven proyectos a futuro, que como encuentros de orden político
Por lo regular, los asuntos que competen a las relaciones bilaterales son tratados, aquí en México, a través de las diferentes secretarías del Ejecutivo. En las últimas semanas el embajador Salazar ha llegado a Palacio de manera recurrente. No hay duda, la amenaza del presidente de no asistir a la Cumbre de las Américas si no son invitados Cuba, Nicaragua y Venezuela –advertencia que ha encontrado eco en Centro y Sudamérica– ha suscitado preocupación en el gobierno del demócrata Joe Biden. El embajador declaró, a la salida de su más reciente encuentro con López Obrador, que “en México está el futuro de Norteamérica”. En virtud de que los encuentros ocurren a puerta cerrada es muy posible que Salazar guarde más las formas para cuando enfrenta a los periodistas, que cuando conversa en la oficina presidencial. ¿Qué significan estas palabras del embajador? ¿Por qué Salazar se acercó a los periodistas ese día para hacer esa declaración, cuando en las veces anteriores se ha retirado sin hablar con los medios? Ken seguramente hacía referencia a varias cosas, una de ellas, sin duda, las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024. Para el gobierno de Biden es claro que López Obrador ha movido sus fichas para debilitarlo y fortalecer la muy posible candidatura republicana de Trump. La movida no es gratuita. Los demócratas entienden que López Obrador apuesta por el republicano porque, de ganar, le dejaría hacer a cambio, solamente, de “doblarse” cuando se lo requieran.
Detrás de la apuesta hay intenciones internas, sin duda, por lo que el presidente norteamericano y su embajador encuentran en el acto rebelde posibles claves del proceso electoral presidencial mexicano, concurrente con el norteamericano. Con la advertencia, el presidente mexicano muestra al gobierno vecino que su proyecto político está más cercano al modelo autocrático vigente en esos países que al de los países democráticos, con los que Estados Unidos se siente más cómodo negociando. Tal definición augura problemas para los Estados Unidos, pues tendría que modificar su estilo de relación bilateral, de larga vida. Lo saben en los Estados Unidos y López Obrador lo ha dicho abiertamente: la cuarta transformación llegó para quedarse. De consumarse en 2024 la segunda victoria morenista, Estados Unidos tendrá que enfrentar un gobierno alineado con los regímenes autocráticos del continente, lo que complicaría su política exterior porque tendría que lidiar con un narco-estado poderoso que podría minar sus instituciones de seguridad y debilitar su política interior.
López Obrador ha sabido sacar provecho del momento que viven ambas presidencias en sus respectivos contextos. Su popularidad, la inexistencia de una fuerza política opositora fuerte y su recién creado liderazgo centroamericano tienen empoderado al presidente. Biden, en cambio, atraviesa por el peor momento de su presidencia. Conflictos internos y externos lo han colocado en una posición de alta vulnerabilidad. En las vencidas que ahora se juegan, López Obrador tiene más probabilidades de ganar. Apostar por Trump podría resultar muy redituable en el futuro. El gigante en la relación, en este momento, no es Estados Unidos, lo es México.
Eso no quiere decir, sin embargo, que el gobierno norteamericano no tenga fichas para jugar con agresividad. Como las reuniones no son públicas, no podemos dejar de preguntarnos cuáles son los recursos que emplea el gobierno de Biden a través de su embajador. ¿Habrá puesto sobre la mesa Salazar las declaraciones de la esposa de El Chapo? ¿Habrá mostrado los reportes del departamento de Estado que ofrecen evidencias duras de que el narco controla cerca del treinta por ciento de los municipios del país? ¿Le habrá recordado la amenaza de la DEA contra presidentes protectores del crimen? ¡Podría Estados Unidos, en un momento dado, declarar a los cárteles como grupos terroristas y actuar en consecuencia? ¿Qué intercambios habrán tenido el presidente y el embajador? ¿Conseguirá el presidente su objetivo? Habrá que seguir de cerca esta relación durante los próximos dos años.