Hugo Arquímedes González Pacheco M. / [email protected]
Reflexionemos acerca del impacto que producen los intentos de suicidio y los suicidios consumados de niñas, niños y adolescentes, una tragedia en los ámbitos educativos escolares y familiares, que las autoridades educativas desatienden por falta de compromiso social.
Los suicidios de estudiantes tienen diferentes causas, particularidades e imperativos de nuestra época en que se vive violencia, maltrato, acoso y bullying, como parte de la vida comunitaria en nuestra sociedad. Señalamos las herramientas principales con que contamos en la práctica de educar: “la palabra, la confianza, el acompañamiento y la corresponsabilidad” que en algunos casos no se da en la práctica docente.
Cuando una situación de suicidio involucra a un alumno en las instituciones educativas, siempre nos sume la zozobra, se culpa a la escuela, dejamos a todos en la intemperie, ciertamente desamparados. Se trata de un hecho que apunta al corazón del dispositivo pedagógico, hace tambalear las expectativas y anhelos educativos.
La inevitable conmoción afecta profundamente los sentidos del acto de educar.
Nos hacemos las siguientes interrogantes: ¿Qué hace la SEP ante el suicidio de estudiantes? ¿Cómo es posible que niños y adolescentes se quiten la vida? ¿Qué relación hay entre la violencia escolar y familiar? Son urgentes, señor Esteban Moctezuma, las estrategias de intervención en la conducta suicida en las instalaciones educativas, porque los educandos ocupan una considerable cantidad de tiempo en el ámbito escolar. La prevención del suicidio exige una aproximación multisectorial, ya que no solo es un problema importante de la salud pública, sino que deben atender las autoridades de Educación de cada estado.
Por lo tanto, las instituciones educativas tienen que asesorarse con directivos, profesorado, orientadores escolares; apostarle a la contratación de psicólogos educativos que hacen falta en todas las escuelas. Aquí se tiene que hacer un acto de justicia: desemplear a los miles de comisionados y aviadores que consiente el gobierno de la 4T, después de haberlos heredado de los sexenios de la corrupción. Deben generarse generar nuevas plazas para la higiene mental en el Sistema Educativo Nacional.
A la hora de desarrollar programas integrales que sean “efectivos” de prevención del suicidio en el Sistema Educativo Nacional, deben estar encaminados a una política educativa de “Escuelas por Amor a la Vida” con un abordaje integral basado en las artes dentro del ambiente escolar, primordialmente en las aulas de educación básica.
Deben estar dirigidas a los alumnos (especialmente a los más vulnerables): brindar psicoeducación, formación de habilidades, seguimiento en la salud mental para el desarrollo de la higiene mental. El gobierno de la 4T, por medio de la SEP, deberían tener estrategias que incluyan la promoción de la salud mental con especialistas en el área mental de la educación, para el cuidado específico al alumno y docentes en riesgo.
Se ha realizado poca investigación sobre la efectividad de la promoción de la salud mental para prevenir la violencia, el maltrato y el suicidio, podemos asumir que las políticas de una “Escuela por Amor a la Vida” pueden contribuir a la prevención del suicidio porque están destinadas a fortalecer la educación con la resiliencia, las habilidades de afrontamiento, la inclusión social, en un ambiente escolar seguro, buscando los espacios de felicidad en el contexto escolar.
Se debe motivar a los docentes con talleres de felicidad para revitalizar su práctica profesional, proporcionarle las herramientas indicadas sobre comportamientos y conductas del alumnado para que se observe con atención los motivos de su aislamiento social, las dificultades relacionadas con su persona en el rendimiento al inicio y a lo largo del ciclo escolar para identificar posibles conflictos en los indicadores de la salud mental y canalizarlos al área indicada.
Los pensamientos y las conductas suicidas pueden ser definidos como un proceso complejo que puede variar desde la identificación suicida, planificación suicida, intento de suicidio, finalmente el suicidio consumado. Esta conducta es la consecuencia de una interacción biológica, genética, psicológica, social, ambiental y factores situacionales (Howton Van Heeringer, 2009).
El suicidio infantil es difícil de explicar siendo un tabú con numerosas causas. Es delicado para las escuelas. Muchas veces es difícil de diagnosticar, sin embargo, se ha incrementado notoriamente. Un niño o adolescente que provoca su propia muerte de forma voluntaria, en la mayoría de los casos no tiene el deseo de morir; es el último recurso para escapar de un gran sufrimiento o una situación para la que no encuentra salida.
Los conflictos de niños y adolescentes son considerados un intento desesperado de llamar la atención.
El fin de la infancia y el comienzo de la adolescencia suelen ser períodos difíciles que presentan múltiples desafíos, tales como cambios hormonales, mayores responsabilidades escolares o laborales o relaciones personales turbulentas, entre otros, lo cual puede llevar a tener pensamientos negativos.
Hablar de un único factor precipitante sería incorrecto. Aunque un hecho significativo, tal como la pérdida de un ser querido, divorcio de los padres, mudanzas o agresiones puede empujar a un niño a suicidarse, suele ser la gota que colma el vaso. Es entonces preferible hablar de múltiples causas y de circunstancias agravantes.
Los factores más frecuentemente señalados son psicológicos (depresión, ansiedad, personalidad anti-social…) y comportamentales (agresividad, abuso de alcohol o drogas).
El entorno familiar juega un importante papel si no logra brindar al niño una atmósfera suficientemente segura durante todo su crecimiento. El abandono, la negligencia, el abuso o la pérdida de parámetros culturales (como una reubicación forzada) y la falta de proyectos de futuro pueden fomentar tendencias suicidas.
Detectar y comprender en la falsa Nueva Escuela Mexicana los signos antes de que los niños lleven a cabo sus impulsos hace la diferencia. Es importante la colaboración de los docentes a la hora de tomar las medidas necesarias para prevenir un suicidio.
Los síntomas preocupantes son: trastorno del sueño, pérdida del apetito , aislamiento, pérdida del interés en las actividades preferidas, absentismo escolar, agresividad física o psicológica, abuso de alcohol o drogas, falta de preocupación por la apariencia e higiene, correr riesgos innecesarios, interés por la muerte, envío de mensajes preocupantes por internet, malas notas o problemas escolares inusuales, dificultad para concentrarse y pensamientos negativos respecto de las propias cualidades y logros.
Lo más importante es la atención de los miembros de la familia y del personal educativo, quienes deben apoyar al niño y no descuidar o desacreditar sus sentimientos y problemas, especialmente si está atravesando un período estresante o cambios profundos en su vida. Debe hacerse un esfuerzo por eliminar gradualmente los pensamientos suicidas o comportamientos destructivos.
Los miembros del personal educativo deberían ser entrenados para detectar signos de alarma y responder ante ellos.
No más casos del niño de Chalchicomula y del adolescente en San Ramón. Dos en una semana.
Es nuestra responsabilidad cuidar la salud mental de nuestro alumnado por una filosofía de “Amor por la Vida.”
¡La felicidad de niñas y niños no tiene precio! Tiene nombre, ¡se llama vida! Usted, ¿qué opina?