Por: Hugo Arquímedes González Pacheco M. / [email protected]
Educar en tiempos de pandemia es un acto de valentía que requiere responsabilidad y valor ético, no es lo mismo trabajar conchudamente en un escritorio comisionado en la SEP, en el SNTE o la nefasta CNTE, que estar frente a grupo dando la vida al educar con valor a las niñas, niños, adolescentes y jóvenes de México.
La mortalidad por la COVID-19 entre maestros ya rebasó a la del personal de salud. De acuerdo con el Subsistema Epidemiológico y Estadístico de Defunciones de la Dirección General de Información en Salud, 5 mil 418 maestros, directores y auxiliares murieron por el virus SARS-CoV-2, mientras que la Secretaría de Salud reportó 4 mil 84 víctimas entre médicos, enfermeras y demás personal sanitario. Para el investigador del CRIM de la UNAM, Héctor Hernández Bringas, este panorama obliga a tomar con mayor cautela el retorno a las actividades presenciales en las escuelas.
Cada vez que se mencionan las grandes inquietudes de la educación en nuestro tiempo de la pandemia y el rezago de los aprendizajes se olvidan de la corrupción, la intolerancia, la violencia, el abuso de drogas; los investigadores educativos llegan a la misma conclusión: son acciones que deben afrontarse desde la escuela con la participación comprometida de las y los maestros que dejan su vida en las escuelas.
Pero también sabemos que en casi todos los países se habla de crisis educativa y reina el desconcierto entre los profesores, los padres y los propios alumnos. Parece oportuno, pues, plantearnos algunas cuestiones esenciales: ¿qué es la educación integral y de calidad?, ¿qué esperamos de ella?, ¿cuál es papel docente en la formación para la ciudadanía democrática?
En el regreso a la escuela se tiene que abordar otras cuestiones fundamentales: la tensión educativa entre disciplina, obediencia y libertad, educar en humanidad, los límites de la neutralidad escolar, el papel de la familia en el maltrato a sus hijos, la responsabilidad en los cuidados para evitar los contagios.
Estamos sorteando la tercera ola de COVID-19 en nuestro país y, en general, se tiene la percepción de que muchas personas han relajado las medidas e incluso hay quienes viven como si ya no existieran los contagios. Ese es el caso de muchas instituciones educativas particulares que buscaron, a como dé lugar, regresar a clases presenciales en agosto y el presidente les hizo caso por las pérdidas económicas y desempleo de los docentes de las instituciones privadas. Como académico estoy consciente de la necesidad de ver a los alumnos cara a cara y la convivencia cotidiana, pero no a cualquier costo.
Muchas instituciones educativas han compartido protocolos, normas y capacitaciones, algunas tan absurdas como aprender a colocarse el traje tyvek que se emplea para zonas de atención COVID en los hospitales, bueno al menos en los privados y el contraste mexicano, la pobreza educativa que dice tener el gobierno para el mantenimiento de las escuelas lo lleva al ridículo al no ser la educación gratuita, pero eso sí presumen los programas sociales para mantener a los ninis y que no sean delincuentes.
El mensaje que se transmite en las mañaneras no es muy positivo, más cuando se alardea acerca de su nuevo libro A Medio Camino cuando debería ser más importante la aceleración de la vacunación, aunque aclaro, uno corre el mismo peligro cuando mucha población no acude a los centros de vacunación pero sí van a los antros o fiestas sin sana distancia, en lugares con poca ventilación y sin cubrebocas en los medios de transporte.
A la mayoría de los educadores nos pusieron la vacuna CanSino que, si bien desde un inicio se sabía que sólo ofrece una protección de no poco más del 65%, al paso de los meses pierde su efectividad, por lo que los especialistas han recomendado un refuerzo o esperar la posibilidad de obtener otro biológico. Situación que no ha sido considerada.
No es por sonar catastrofista, pero es una realidad latente ante la imparable ola de contagios que vivimos en México y el mundo. Están más preocupados por pedir a los maestros cumplir con su código de ética formulado por la SEP que ellos mismos no lo cumplen y la obligación de la confidencialidad de los casos de los maestros contagiados y los niños.
Hoy la principal fuente de contagios se da entre la población más joven, entre menores de edad, que justamente es la que se encontrará en las aulas. La vacunación va avanzando lentamente con una logística pésima propia para el sufrimiento de los ciudadanos con grandes aglomeraciones, pero la inoculación no será suficiente para prevenir posibles brotes entre los estudiantes y a quienes se les da la opción de seguir en esquema híbrido; sin embargo, me pregunto ¿por qué a los profesores se les obliga con un doble discurso de solidaridad?
La presión por regresar a las clases es enorme, sé que todos los que estamos en ello nos hemos mantenido a la altura del compromiso y del reto, tanto alumnos como profesores, sacando lo mejor posible en la educación a distancia, pero ¿por qué no esperar a que se reduzcan un poco los contagios, a que hagan mejor efecto las vacunas?
La COVID-19 llegó para quedarse, es cierto que debemos aprender a vivir con ella, pero hoy es una realidad que en muchas instituciones educativas no pueden garantizar los espacios seguros para desarrollar las actividades académicas por la pobreza y las defectuosas instalaciones en que se educa a la mexicana. Falta mucha cultura de prevención, desde cosas tan sencillas como lavarse las manos, procurar la sana distancia y ya me veo muy avaricioso de pedir que utilicen correctamente el cubrebocas.
Ojalá me equivoque y que el regreso a clases se dé en un ambiente seguro cumpliendo todas las disposiciones básicas sanitarias y que sea un éxito para el bienestar de todos. La secretaria Delfina Gómez invita a mantener una actitud crítica constructiva frente al proceso de regreso presencial a clases, evitando posturas sin fundamentos y de mala fe.
Desgraciadamente, Delfina sí que no tiene memoria en su decálogo, ahora novenario en el punto 7.- Queda prohibida toda actividad cívica, festival y honores a la bandera, pues en la escuela a la que asistió para inaugurar el nuevo ciclo escolar sometieron a los alumnos en formación, sin sana distancia y para el colmo ni ella la guardo en el presidio, no es crítica, es reflexión de su actuar y su decir que no son coherentes ante la realidad en la que vivimos todo para tomarse la foto y estar en la pantalla de la mañanera sobre el éxito presidencial del regreso a las escuelas.
De acuerdo con la actualización del semáforo epidemiológico por parte de la Secretaría de Salud federal, Puebla regresó al color rojo el pasado 20 de agosto, lo que significa que mágicamente en el retorno a clases será naranja, amarillo o verde, pues “sufrimos de un daltonismo increíble”.
A pesar de ello, el gobernador Miguel Barbosa Huerta ha señalado en diferentes momentos, que independientemente del color del semáforo, no cerrará negocios ni se detendrá la actividad económica.
El regreso a clases presenciales se mantiene para cumplir los postulados que establece la falsa Nueva Escuela Mexicana donde no se ha brindado la calidad educativa verdaderamente humana, ni se ha erradicado las acciones educativas nefastas de la CNTE en perjuicio de la niñez y juventud mexicana menos a las y los niños y jóvenes de la calle a complacencia presidencial.
¿Usted qué opina?