Adolfo Flores Fragoso / [email protected]
Los críticos del capitalismo tienen razón al ver a la pandemia de COVID-19 como una reivindicación de sus advertencias, y que ha puesto al desnudo la bancarrota de los dogmas de privatización y desregulación.
No sólo en México sino en todo el mundo, el virus vino a demostrar lo que sucede cuando los hospitales privados son administrados sólo con fines de lucro y, a cambio, exigen la aplicación de políticas de austeridad, cierre de facultades públicas que forman a futuros médicos, y recortes de personal y servicios en los sistemas públicos de salud.
Sin embargo, el capitalismo de hoy es más fuerte y, de alguna manera, más extraño de lo que imaginan suscríticos. Sus numerosos problemas no solo presentan nuevas vías para la obtención de ganancias, sino que también terminarán aumentando su legitimidad.
Un ejemplo: el presidente Donald Trump quiere seguir pagando más beneficios federales adicionales a millones de estadounidenses que quedaron sin trabajo durante el brote. Apoyos de hasta 400 dólares semanales, en comparación con los 600 que la gente había estado recibiendo.
En su plan de rescate, eso sí, Trump advierte que cada estado (voluntariamente) cubriría 25% de este dinero, a sabiendas de que muchos gobernadores están luchando con importantes déficits presupuestarios, ya ni hablar de los desastres ya presentes en los ingresos fiscales estatales y federal.
Una vez firmadas algunas de la órdenes ejecutivas el pasado domingo 9 por la noche, Trump confesó que también hay “grandes compromisos con inversionistas que esperaban ver un proyecto de ley de rescate completo para la economía estadounidense”. Y de ahí sus decisiones.
Al día siguiente, los índices bursátiles de aquel país cerraron mayoritariamente al alza, empujando al S&P 500 a un crecimiento sorprendente de su máximo histórico establecido en febrero pasado. La mayoría de las acciones en Wall Street subieron, y los hoteles, operadores de cruceros y aerolíneas, entre las empresas más afectadas por la pandemia, registraron las mayores ganancias también.
Si bien quedarán gobiernos y sociedad endeudados con riesgos incluso de recesión, el presidente apuesta a que esta no llegue antes de la elección del 2 de noviembre.
Ahora las oraciones de Trump sólo estarán dirigidas a que la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica se equivoque, pues ha advertido sobre una temporada climática “extremadamente activa” y que ya está en marcha.
El anaista bielorruso, experto en política y tecnologías, Evgeny Morozov escribió recientemente: “Después de décadas de neoliberalismo, el ‘solucionismo’ se ha convertido en la respuesta predeterminada a todo problema.
¿Por qué un gobierno invertiría en la reconstrucción de sistemas de salud pública al borde del colapso? ‘Los grandes capitales son los que requieren de más ayuda urgente’, justifican los políticos. Cuando nuestras vidas están en juego, las promesas abstractas de emancipación política son menos tranquilizadoras que la promesa de una aplicación que te dice cuándo es seguro salir de casa. La verdadera pregunta es si seguiremos siendo ‘solucionistas’ mañana”.
Vaya ironía.