Felipe Sandoval Ig: @felipe.s.sandoval / Fb: @FelipeSandovaldelaF /Tw: @felipesandoval/ Linkedin: Felipe Sandoval / Spotify: Y tú, ¿Qué estás haciendo? /Apple Podcast: Y tú, ¿Qué estás haciendo?
¿Cuándo fue la última vez que soñaste con un gran negocio, con una idea espectacular? Parece que ya nada nos asombra, pero parece también que hemos perdido la imaginación y la satisfacción de crear, soñar e inventar objetos, métodos o formas innovadoras.
De acuerdo con un reporte del IMPI, el año pasado se solicitaron mil 132 patentes en México y en 2019, mil 305. Suena pobre comparado con las 15 mil 850 patentes solicitadas por extranjeros en México en el 2018.
En realidad no es el tema de las patentes propiamente de lo que quiero hablar, pero me pareció importante reforzar con una cifra fría el hecho de que decimos que somos creativos, que tenemos inventiva, pero se queda en inventiva de azotea. “Oye, Felipe, pero la inventiva empieza en la azotea, en la cochera…” En efecto, Microsoft, IBM y algunas otras empresas son un claro ejemplo de esto, pero evolucionaron, crecieron y se multiplicaron.
Independientemente del éxito económico y otros factores, la visión de los grandes empresarios es lo que nos motiva a considerarlos dignos de admiración.
La visión es un sueño, un estado mental deseado: dónde me veo, a dónde quiero llegar, qué quiero ser. Todos de niños tuvimos un sueño: ser policía, astronauta o médico, y no dudamos ni un segundo en que podíamos conseguirlo, teníamos claro lo que queríamos ser de grandes.
¿Sabes quién fue Pete Seibert? Un orate en su momento, que durante toda su vida quiso ser esquiador. Un día subió una montaña, le encantó y dijo: voy a construir un campo de esquí. Pasaron muchos años, “todos pensaron que estaba loco pero creíamos que lograríamos cumplir nuestro sueño”. El sueño de Seibert se llama Vail.
Tener un sueño e ir tras él le da sentido a nuestro negocio y a nuestra vida, ya sea como empresarios o como profesionistas, grandes o pequeños.
Como líderes en nuestras empresas vendemos “sueños” a nuestros colaboradores, vendemos “sueños” a nuestros clientes. Dice Bill Atkinson, uno de los directivos de Apple: “Cuando Steve Jobs me platicó de lo que pensaba hacer yo compré el sueño, no sólo lo compré sino que lo saboreé y me di cuenta que era bueno”.
Inspiremos a nuestros colaboradores, hagámoslos parte de nuestro sueño: ser la constructora más grande del país, la cadena de restaurantes número uno, referente internacional de arte mexicano… Claro que en el camino sufriremos algunas derrotas pero seguramente también podremos recobrar el paso. Tener un sueño le inyecta pasión a nuestra actividad cotidiana, la pasión se contagia y da un sentido al negocio.
Nunca dejen de soñar. Retomemos nuestros sueños de ser empresarios exitosos, de ser profesionistas ejemplares, de ganar un concurso de música, de convertir a Puebla nuevamente en una de las ciudades más importantes de América.
Pero sobre todo, trabajemos para hacerlo realidad. Yo siempre tuve el sueño de competir en unas olimpiadas; era bueno, créeme que era bueno. Ahora, cada olimpiada que pasa me arrepiento de no haber tenido los pantalones para buscar hacerlo realidad. Y ¿sabes qué es lo peor? Que nunca lo intenté. No es que no hubiera podido lograrlo. Simplemente no lo hice.