Por: Samantha Vasquez
El 25 de mayo, el caso de George Floyd visibilizó el latente problema de racismo. La indignación de los ciudadanos se ha traducido en protestas por todo Estados Unidos y ha traspasado fronteras para manifestarse a lo largo del mundo.
Los movimientos sociales que dejan un nivel local y nacional para ser de interés internacional abren el espacio y el debate para tratar no sólo la situación de origen, sino también para reflexionar lo que ocurre en los entornos particulares de cada país. Si bien, las problemáticas como el racismo no se manifiestan de la misma forma en distintos lugares, no significa que el problema no exista y que este no sea igual de peligroso.
En el caso de México, el racismo es una problemática que se encuentra normalizada, lo cual no permite que los ciudadanos perciban su existencia. Este tema con frecuencia es ignorado, ya que causa incomodidad, sin embargo, se encuentra normalizado e internalizado en la vida cotidiana de los mexicanos.
Esto se refleja en la dinámica y estructura social como origen de la desigualdad de recursos y de oportunidades. De acuerdo con los datos del estudio “Por mi raza hablará la desigualdad”, de Oxfam en 2019, el 25% de personas con tez clara cuenta con educación superior, en contraste con el porcentaje de educación superior de personas con un color de piel morena y una tez oscura, con 19% y 6.2%.
De la misma forma, la Encuesta Nacional sobre la Discriminación de 2017 realizada por el INEGI, arrojó que el 6.1% de las personas con un tono de piel clara se desempeña como funcionarios, directores o jefe. Sólo 2.1% de las personas con tono de piel oscura ejercen de esa forma.
También el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación reporta que un 74% de la población afrodescendiente no tiene acceso a servicios médicos. La situación de racismo en México, como muestran los datos, es un problema complejo que está presente en las oportunidades con las que cuentan las personas. Se ha normalizado en los roles sociales, desde como las personas se perciben a sí mismas y el rol que desempeñan dentro de la sociedad.
Esto se ve reflejado en los datos de Oxfam, donde una de cada tres personas con tez blanca pertenece al 25% del sector más rico de México. La estratificación en México se remonta a la época colonia, tal y como lo explica María Elisa Velázquez del Instituto Nacional de Antropología e Historia en su entrevista con El País: “El racismo, ya como un discurso y una ideología, funciona en México desde el siglo XVIII dándole todos los atributos negativos a las personas negroides o indígenas de América”.
Estos atributos negativos han estigma tizado a las personas de piel morena y tez oscura, relacionándolas con roles sociales inferiores a las personas con una tonalidad de piel clara.
La reproducción de estos estigmas se puede observar en las narrativas que son emitidas por medios masivos, desde el momento en el que en la novela se muestra a una persona de tez blanca como jefe y una persona con piel de tonalidad oscura como el antagonista de la historia, hasta la poca representación de las situaciones vividas por el sector con más desigualdad social, en plataformas digitales como Netflix.
El argumento bajo el que muchos mexicanos viven de que “En México no existen este tipo de situaciones”, contrasta con la vida cotidiana de todos. Desde la expresión de “güero o güera” en el mercado, o las frases “hay que mejorar la raza”, o la incomodidad que surge al tocar temas de racismo, son claros ejemplos de lo internalizado que se encuentra este problema. La actriz Yalitza Aparicio, en conjunto con el The New York Times, publicaron una columna que trata estos temas. Causó controversia y comentarios denigrantes hacia ella.
Y a pesar de esto, desde el punto de vista del privilegio, se sigue negando la situación. Los casos del influencer Juanpa Zurita y el actor Mauricio Martínez, donde este último afirma que en México el problema no es tan “profundo” como en Estados Unidos y argumentando que el racismo también se vive en el sector de pieles con tonalidad blanca, documenta lo grave del problema.
Los datos contrastan con el intento de minimizar y negar el problema, y este tipo de actitudes demuestra que el problema aún no es lo suficientemente visible para los sectores privilegiados, y que en México este tema sigue siendo ignorado por algunos sectores y negado cuando se habla acerca de este.
El paso para verdaderamente aportar a la solución a la problemática del racismo es comenzar por los entornos cercanos. En países como México, donde esto se encuentra arraigado a la estructura social y la vida cotidiana de sus ciudadanos, es de vital importancia hablar del tema, dado que como se expresó anteriormente para muchos el problema es inexistente.
El privilegio nubló la empatía de muchos mexicanos y en tanto el problema no se admita y se reconozca, la solución no será posible.
El hecho de negar o minimizar un verdadero problema no lo soluciona, sólo lo agrava y es responsabilidad de todos reflexionar acerca de lo que sucede en el país y las actitudes personales ante ello.