Adolfo Flores Fragoso / [email protected]
“Si ustedes ganan tanto, ¿por qué no le dan mantenimiento o reparan sus unidades y educan a sus conductores?”, fue mi primera pregunta allá en el otoño de 1984 a Ernesto Cholula Romero.
El verdadero fundador del Consejo Taxista del Estado de Puebla, junto con Eduardo Espinoza Alegría y Pepe Camacho, terminaron siendo grandes amigos después de esa entrevista.
El Consejo inició operaciones con sus muy feas oficinas en la calle 16 de Septiembre.
Después se mudaron allá cerca del barrio de Xonaca, donde comenzaron a amedrentarlos, hasta terminar secuestrados y golpeados por quienes malandrinamente terminaron apropiándose del Consejo.
Era un gran botín. Más que económico, un botín político.
En el trayecto, fueron matando o falleciendo de manera “natural” los fundadores del Consejo.
La pregunta siempre fue la misma para don Ernesto Cholula: “Si ustedes ganan tanto, ¿por qué no le dan mantenimiento o reparan sus unidades y educan a sus conductores?”
Y él, mi amigo, me respondió al detalle.
Fue entonces como até cabos de las componendas y los “moches” de los transportistas con el gobernador en turno, con el secretario de Finanzas en turno, el secretario de Transporte en turno.
La peor época fue en el morenovallismo.
Patricia Leal y Bernardo Huerta fueron los peores chantajistas de los transportistas. Aliados sui generis.
Trabajaron en equipo para ceder el paso a ese fraude, hoy evidenciado, que es RUTA.
Pero ese es otro tema.
Hoy don Ernesto desvanece lentamente en cierto hospital de Puebla.
En una soledad no merecida.
Más que un amigo fue… mucho más.
Impulsor de muchos.
Algunos desagradecidos.
Cronista del transporte.
Con algunos defectos, pero entrañables cualidades.
Don Ernesto.
Ernesto, para los cuates.