Por: Antonio Peniche García
Trataré aquí, de una manera simple y partiendo desde un principio de la filosofía hermética, documentada en El Kybalión, de exponer una tesis para entender el momento que vivimos en este país: este principio es el de correspondencia, y se refiere a que “como arriba es abajo; como abajo es arriba”.
Así como los principios de la geometría nos permiten conocer desde el diámetro de un pequeño terreno, también nos permite medir el diámetro, órbita y movimiento de las más lejanas estrellas.
Así como una pequeña célula puede nacer, crecer, desarrollarse y morir en unas horas, también el universo o las estrellas pasan por ese proceso, aunque a otra escala, que puede durar hasta miles de millones de años.
Y es a partir de este concepto que recurro a una analogía para exponer la citada tesis: comparar el proceso de desarrollo de un ser humano con el de una nación, en este caso, el de México.
La concepción de nuestra nación tiene lugar con la Conquista, y el proceso de gestación son los tres siglos durante los cuales la Corona Española definía el rumbo de sus tierras en América. Es muy interesante leer el capítulo de “Los Hijos de la Malinche” en El Laberinto de la Soledad, donde Paz habla del miedo del mexicano a atreverse a ser él mismo, de la madre violada y del significado de la Chingada en nuestra cultura.
Durante ese tiempo, se funden en criollos y mestizos, mulatos y en otras tantas castas las características de esas culturas, así como en la arquitectura, la religión, la pintura, y en todas las manifestaciones artísticas, culturales y sociales. En los genes de un ser recién concebido, ya en la matriz, lleva información tanto del padre como de la madre.
Posteriormente, viene el parto de México: la madre da a luz con gran esfuerzo, hay rompimiento de membranas y sangre; es doloroso, muy doloroso. Este parto, este nacimiento, tiene lugar durante las tres Revoluciones: Inicia con la Independencia, con Hidalgo y la abolición de la esclavitud; Los Sentimientos de la Nación de Morelos vislumbran, por primera vez, una idea de nación.
Continúa con la Reforma y la Constitución de 1857, movimiento inspirado en la filosofía universal. Es el corte del cordón umbilical: la separación de la Iglesia y el Estado; la desamortización de los bienes eclesiásticos y la consecuente libertad de enseñanza consuman la Independencia.
La dictadura de Díaz que suprime la anarquía, pero sacrifica la libertad, reconcilia a los mexicanos, pero restaura los privilegios: es el regreso al pasado. El porfirismo adopta la filosofía positivista, no la engendra. La dependencia es más grave. Es el momento en el que el bebé es puesto en el pecho de la madre y se tranquiliza, sin embargo, su dependencia es mayor.
La Revolución Mexicana es un hecho que irrumpe en nuestra historia con una fuerza sobrecogedora y se presenta como una verdadera revelación de nuestro ser; la Revolución se presenta como una exigencia de verdad y es una explosión ante la realidad para buscar el lugar que le corresponde a México en la Historia de América y el Mundo.
Es el momento en que el padre y la madre toman al bebé en sus brazos y reciben de esta manera su explosión de realidad.
Los padres, en ese momento, no pueden preguntar al bebé sobre lo que es mejor para él o ella. No le preguntan si quiere tomar leche o si le gustaría más puré de plátano o puré de manzana, simplemente ellos le dan lo que es mejor, o tratarán de hacerlo. Después de ese encuentro con la realidad, este país necesitaba un rumbo.