ESCAPADAS
Alejandro Cañedo Priesca
Una pregunta que me hacen con frecuencia, basada en mi experiencia como agente de viajes, es: “¿Cuál es tu ciudad favorita?” La respuesta más obvia podría ser ‘Puebla, la ciudad donde nací y he vivido toda mi vida’. Pero eso es subjetivo. Si dejamos de lado la nostalgia y la historia personal y reformulamos la pregunta a: “¿Cuál es tu ciudad favorita que has visitado?”, mi respuesta es clara: Florencia, Italia.
Florencia no es sólo una ciudad; es un museo al aire libre, un lugar donde cada calle, cada plaza y cada edificio cuentan una historia de arte, cultura y poder. Fue aquí donde, en el siglo XVIII, Stendhal experimentó lo que después se conocería como el Síndrome de Stendhal: esa sensación de asombro absoluto ante la belleza, un estremecimiento del alma al contemplar algo tan perfecto que el cuerpo reacciona con palpitaciones y sudoración.
La Florencia de los Médicis, de Miguel Ángel, de Leonardo da Vinci, de Giotto, de Rafael, de Botticelli, de Brunelleschi. Un crisol del Renacimiento, donde la historia del arte mundial se concentra en un solo lugar.
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Caminar por sus calles es viajar en el tiempo. En la Piazza della Signoria, junto al imponente Palazzo Vecchio, encontramos la Fuente de Neptuno y una copia del David de Miguel Ángel (el original se resguarda en la Galería de la Academia). Muy cerca, la Galería de los Uffizi alberga algunas de las obras más icónicas de la historia del arte.
El símbolo de la ciudad, la majestuosa Catedral de Santa María del Fiore, con su cúpula diseñada por Brunelleschi, domina el horizonte florentino. Y si seguimos los pasos de Stendhal llegamos a la Basílica de la Santa Cruz, donde descansan grandes figuras como Miguel Ángel y Galileo Galilei.
Florencia es también la cuna de tradiciones únicas, como el Calcio Storico Fiorentino, un juego que mezcla fútbol, rugby y lucha, celebrado cada 24 de junio en honor a San Juan.
Lo más fascinante de esta ciudad es su capacidad de conservar su esencia. No hay rascacielos ni estructuras modernas que rompan su armonía. Lo que vemos hoy es lo mismo que se veía hace 500 años.
Hagamos un viaje por Italia, recorramos la Toscana, perdámonos en sus viñedos y colinas y dejemos que Florencia nos deslumbre. Viajemos juntos.