Dra. Laura Angélica Bárcenas Pozos / Profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla
Desde hace varios días hemos venido escuchando de las autoridades civiles y educativas que nos tenemos que adaptar a la “nueva normalidad”, pero no nos explican qué quieren decir con esto.
Es decir, entendemos que difícilmente vamos a regresar a la condición de normalidad anterior, en donde todos trabajábamos juntos en espacios más bien pequeños, en donde confluíamos en algún espacio, más bien reducido, entre 10 y 50 personas para generar los procesos de aprendizajes, donde, además, buscábamos fomentar prácticas colaborativas de interacción e intercambio para generar el aprendizaje y en la “nueva normalidad”, parece ser, eso ya no será posible.
La escuela, la universidad, la institución educativa, como la teníamos concebida hasta marzo pasado tiene que cambiar, pues parece que las pandemias se harán cosa cotidiana y frecuente en este mundo al que hemos descuidad tanto, por nuestro afán mercantilista y de consumo excesivo.
Entonces para el siguiente periodo educativo y académico, tendremos que modificar nuestras prácticas docentes y resolverlas de otra manera (lo que será parte de la nueva normalidad) para atender a nuestros muchos estudiantes en todas las instituciones educativas.
Y los estudiantes adultos, de educación superior, ya sea de licenciatura y posgrado, no me preocupan, porque ya tienen suficiente capacidad intelectual que les permitirá compensar el aprendizaje que se les ofrecerá a través de diversas plataformas para desarrollar actividades sincrónicas y asincrónicas sin problema.
También, los estudiantes de nivel medio superior, e incluso los chicos de secundaria, seguramente se adaptarán a las nuevas condiciones de aprender y enseñar, pues, aunque sus habilidades intelectuales todavía están en desarrollo, tienen ya cierta madurez psicológica, que les permitirá adaptarse al cambio y si quieren alcanzar su certificado de secundaria y bachillerato, se autorregularán para desarrollar las actividades de aprendizaje que les propondrán sus diferentes profesores en línea.
Lo que hagan los padres y madres de los adolescentes, también será clave y definitivo para que los jóvenes entre 12 y 18 años puedan autorregularse. Es decir, les deben dar condiciones de equipo, conectividad, de suficiente silencio y espacio con otros miembros de la familia, para garantizar que las condiciones de aprendizaje se logren. Entonces, creo, los padres también deben recibir ciertas orientaciones de las condiciones que requieren sus hijos para aprender en y desde casa.
Y finalmente los que me preocupan son los niños, pues sus habilidades intelectuales, apenas se están empezando a desarrollar, su relación con las tecnologías de información y comunicación apenas está empezando, además de que todo buen educador y psicopedagogo infantil sabe que es necesario que los niños primero, tengan una relación con los medios no electrónicos y digitales para que alcancen la madurez necesaria para el aprendizaje.
Una psicóloga infantil me decía hace unos días, “a los niños de prescolar los necesitamos en la escuela, no se podrán autorregular solos y a través de una pantalla, ellos al menor ruido se distraen”. Y lo mismo pasa con los niños de los primeros grados de primaria.
Tal vez los chicos de primaria alta (4°, 5° y 6°) ya estén más preparados y los podamos terminar de preparar en el camino para el aprendizaje en línea y a distancia. Además, también se tendrá que trabajar con los profesores para desarrollar actividades tecnopedagógicas que sean propias y adecuadas para niños y niñas de estos grados escolares.
Así que la SEP tiene un reto, pues tendrá que reorganizar los currículums, es decir, adelgazarlos para reorganizar los grupos de los pequeños que aprenden en la escuela y con la actividad educativa de sus profesores, además de que tendrá que capacitar a docentes y padres para apoyar en el aprendizaje en línea de los niños más grandes.
Finalmente considerar que esto no se podrá aplicar a todos los niños de todas las comunidades por igual, porque los niños de comunidades rurales e indígenas, son harina de otro costal.