Por: Hugo Arquímedes González Pacheco M. / [email protected]
Desde mi escritorio
Durante 45 años en la docencia hemos observado que el docente no establece diseños de estrategias afectivas en la planificación sobre el desarrollo de los procesos de la inteligencia emocional.
Para que esto sea posible es necesario que los docentes se apropien de su papel como educadores o formadores que sientan satisfacción de la labor realizada, siendo activos, efectivos y felices a la hora de ejercer su práctica docente.
Esta vitalidad debe ser relevante en la medida en que se proyecte en los alumnos, para participar activamente en los proyectos de las tareas que implica el proceso de su formación es decir darles educación para la vida.
El conocimiento acerca de la “Inteligencia Emocional Aplicada” al contexto de las aulas, es un asunto poco estudiado, que finalmente permea todo efecto educativo en el plano de las relaciones humanas de todos los actores educativos, la capacidad como la habilidad para entender al otro, escucharlo, ayudarle, saber cuándo y en qué forma debe hablarse, así como entender sus estados de ánimo, son fundamentales en los proceso de enseñanza aprendizaje, para obtener una formación favorable del alumnado y de la comunidad escolar.
La práctica pedagógica es un sistema interactivo en el que inevitablemente el afecto y las emociones tienen un rol fundamental. Por ello es necesario que los maestros y maestras conozcan las competencias emocionales, el proceso de desarrollo de éstas, el modo en que influyen en la personalidad del alumno.
Cabe resaltar es de real importancia la organización de la clase y el espacio de las artes para la realización de los proyectos de aprendizaje que influyen en el desarrollo de las competencias emocionales, cognitivas, sociales en la sana convivencia del alumnado. Los docentes en general, se percatan poco de su sistema de comunicación, verbal y no verbal.
En la mayoría de las ocasiones no son conscientes si los mensajes a emitir corresponden correctamente con el tono, la postura, la expresión facial, y las palabras adecuadas para enseñar o corregir.
Los docentes normalmente no generan relaciones de empatía con sus alumnos, les cuesta controlar sus emociones ante situaciones difíciles, así como tienen dificultades para expresar sus sentimientos, por lo que desarrollan serios problemas para establecer un canal adecuado en donde el mensaje emocional llegue en forma correcta siendo percibido por la otra persona de manera que surta efecto.
Cuando la emisión del mensaje emocional es inadecuada, esta repercute en la otra persona de manera negativa desencadenando un efecto de desconcierto al estar recibiendo mensajes contradictorios, valorados por la intuición.
Esto último es entonces lo que suele suceder con frecuencia en el acto educativo, generando a los alumnos situaciones de desconfianza, molestia e inseguridad. En las Instituciones Educativas hay maestros y maestras que reconocen a sus alumnos como interlocutores válidos dentro de los procesos de enseñanza y aprendizaje, en tanto les permiten opinar y expresar sus puntos de vista frente a diferentes situaciones o temáticas de clase, aprovechando estos momentos como actividades introductorias, estrategias de evaluación permanente y/o como actividades de confrontación de saberes adquiridos.
Sin embargo, también se encuentran maestros que invalidan las opiniones de sus alumnos, porque aunque suelen escucharlos, desaprueban constantemente lo que estos están aportando y no le dan el significado que requiere a la participación de los alumnos.
Por esta razón, los niños se abstienen en muchas ocasiones de participar o dar sus opiniones, porque se sienten inseguros del significado de estos para enriquecer las discusiones de clase. En muy pocas situaciones los docentes indagan antes de juzgar y censurar una conducta, así como tampoco se acercan afectivamente a intentar dar solución a un conflicto en medio de tanta vulnerabilidad y carencia afectiva de los alumnos los cuales pertenecen a contextos familiares diferentes en los que por lo regular se da la violencia.
Las normas que se establecen dentro del aula, son construidas desde los inicios de año escolar, por medio de la participación de alumnos y maestros. No obstante, estas normas generalmente se hacen cumplir a través del autoritarismo de los maestros, ya que no siguen un conducto regular para solucionar los conflictos, sino que los corrigen de acuerdo a sus propias percepciones, pensamientos y la figura de autoridad que representa.
Es importante que los niños y niñas sean actores dinámicos dentro del proceso de enseñanza aprendizaje, que se movilicen constantemente sus conocimientos previos y que participen durante las sesiones de clase, ya que sus opiniones están acompañadas de experiencias significativas que les permiten, en muchas ocasiones comprender mejor un concepto, confrontar los saberes que ya poseen, así como hacer transferencias de los contenidos que están trabajando con otros ya existentes.
Vale la pena decir, que los procesos de mediación en el acto educativo son de vital importancia tanto para mejorar los aprendizajes delos estudiantes como para mantener una relación empática con ellos.
El maestro es quien debe servir de puente entre el conocimiento y el alumnado, intentar acercar los conceptos, haciéndolos más accesibles como disponibles para que su comprensión sea más efectiva y menos aburrida o traumática.
Además de mediar en conflictos, pues añade un valor especial en la práctica pedagógica de los maestros, ya que deja abierta una ventana para la relación maestro alumno, donde ambos pueden aprender de sí mismos y enriquecerse.
Es necesario que los docentes sean socialmente emocionales y dejen entrever de la misma manera esa particularidad que los hace humanos, brinden afecto a sus alumnos, emitan mensajes de apoyo y de aliento, fortalezcan la seguridad, den oportunidades de cambio, sin utilizar el “no” como medida correctiva y valoren cada proceso y esfuerzo de los alumnos de acuerdo a sus posibilidades sin etiquetarlos.
Es de suma importancia que los docentes comiencen a fijarse en sus niveles de comunicación; en las palabras que utilizan, en los tonos de su voz y en la expresión corporal y facial, que son elementos aportantes al proceso educativo y que suelen ser determinantes de las formas en las que aprenden nuestros alumnos de acuerdo a sus estilos de aprendizaje. Es un asunto que debe priorizarse desde la relación emocional a partir de las formas de una planificación inclusiva que se refleje en su práctica pedagógica.
Se hace necesario que el magisterio transforme la figura de autoridad que poseen y dejen de percibirse como simples transmisores del conocimiento pasando a ser una figura de guía, acompañamiento, mediador de un proceso supremo en el desarrollo de cada alumno, apuntando a sus necesidades educativas, culturales, ideológicas, emocionales y comunicativas.
“Lo ideal es que los maestros comprendan que cuando se tiene un vínculo en la dimensión emocional esta es clave en la interacción educativa, por lo que las emociones tendrán un papel fundamental no sólo en el desarrollo emocional del alumnado, o en su aprendizaje, sino también en la emocionalidad del propio docente por lo tanto en la eficacia de su labor de educar” ¿Usted qué opina?