Alejandro E. Montiel Bonilla
Tercera y última parte
El lunes y el martes he expuesto mi punto de vista para explicar la golpiza que el pasado sábado 9 siete jóvenes dieron a un universitario en la zona de bares de Angelópolis hasta dejarlo inconsciente.
Empecé con el fenómeno de consumo automático y sediento de imágenes de violencia en las redes sociales.
Ayer, hice el planteamiento de la respuesta de algunos jóvenes al bombardeo de imágenes que hacen sus pares de generación más favorecidos con datos ilimitados en sus smartphones, mejores recursos para producir imágenes de ensueño captadas en lugares exclusivos por el alto costo de acceder a ellos.
Hoy concluyo con lo que ocurre en los sitios de reunión de los jóvenes de las elites.
EL ANTRO O LA PLAZA DE LAS PULSIONES EXACERBADAS
Los adolescentes que experimentan y practican cotidianamente el contexto de exclusión y de microviolencias ya descrito son los que frecuentan los antros más exclusivos de Puebla.
Dentro del antro, estos adolescentes atormentados constantemente por mantener su jerarquía, so pena de descender en la escala de apreciación de sus pares, son los que deben demostrar su preeminencia y distinción mediante mecanismos sociales reconocidos ampliamente.
Algunos de estos mecanismos son las mesas reservadas, el pase directo sin hacer fila mediante el familiar saludo al cadenero, la botella de alcohol favorita –que sus meseros conocen de memoria– puesta de inmediato en la mesa.
Dentro del antro, serán situados estratégicamente para que puedan ser mirados por todos, buscando un efecto de panóptico y, a su vez, este mismo lugar se reafirma como poseedor estelar de los clientes “más importantes, más chingones”.
Un desfile de relojes, perfumes exclusivos y prendas de lujo se descubren y deslumbran durante las horas activas del antro.
Transcurren libremente la música y el consumo de alcohol, así como de otras sustancias, un coctel explosivo que desde hace varias décadas los psicólogos y neurólogos han explicado su efecto devastador en los jóvenes cerebros.
PIERDEN EL CONTROL
Básicamente, se anula el mando de la corteza prefrontal cerebral. Los jóvenes se entregan a sus pulsiones, a las partes de su cerebro más primitivo, dejarán su individualidad para convertirse en parte de una manada, sus reacciones ya no serán ni razonadas ni mesuradas.
Ahora responderán de forma agresiva ante cualquier desafío real o imaginario: una mirada fija, un roce, cualquier cosa puede desencadenar la violencia contenida por semanas, por meses, por años, la necesidad de demostrar en el antro o fuera de él, “quién es el más chingón”.
Es la hora de demostrar “que con nosotros nadie se mete” y que “no se vuelvan a meter con nosotros”, como específicamente se escucha en el video de la famosa agresión poblana.
En realidad, la agresión que se hizo “viral” mediante la circulación de imágenes en redes sociales es la representación física y violenta de la posición social y de su propia reafirmación.
Se trató de un acto violento e impactante, sí, pero que en su esencia no es diferente de la muestra diaria de jerarquización y exclusión que estos adolescentes de una clase social ejercen permanentemente, porque nacieron y se desarrollan cotidianamente en ella.
Su día a día está lleno de marcas de jerarquía y exclusión que ellos aprenden, primero inconscientemente y después conscientemente.
Desde aquellos que sí pueden ingresar a sus fraccionamientos exclusivos y los que no, aquellos que sí pueden visitar sus casas y los que no, aquellos que sí pueden ir a sus fiestas y los que no, aquellos que son sus close friends en redes sociales y los que no, aquellos a los que contestarán un comentario y a los que no, los que van con ellos al antro y con los que no, aquellos que sólo saludarán en el colegio, pero nunca fuera de él.
Y estos signos de exclusión –y a la vez de pertenencia a un grupo– son aprendidos desde la cuna; vamos, desde el hospital donde naciste y desde las actividades que hiciste in utero.
¿Cuáles fueron las reacciones inmediatas al conocer el suceso por parte de la familia de los agresores?
¿Para ellos fue válido y necesario?
¿Existen otras versiones del hecho?
¿Se defendieron como lo que son, como hombres?
Estos comentarios reflejarían la recepción del hecho narrado por los actores, algo que ante el linchamiento nacional e internacional probablemente nunca conoceremos.
Es por todos los elementos comentados arriba que afirmo, y vuelvo a afirmar, que ante la rampante desigualdad que este sistema económico y social crea, los mecanismos de jerarquización y exclusión que los grupos dominantes practican, ejercen y hacen visibles mediante redes sociales, seguirán siendo aceptados por la mayoría, de forma tácita o no.
Ya que al fin y al cabo, México y el mundo dentro del capitalismo sin frenos, dentro del capitalismo salvaje, es y será el reino de los “chingones”.