Fernando Thompson de la Rosa / @cyberthompson
En el mundo actual, la tecnología se ha convertido en parte integral de nuestras vidas. Desde smartphones hasta aplicaciones, pasamos horas conectados a la red, disfrutando de la comodidad y la eficiencia que nos brindan.
Sin embargo, detrás de esta fachada de conveniencia, se oculta un problema ambiental creciente: la contaminación generada por las empresas tecnológicas y el consumo masivo de servicios digitales.
La inconsciencia o desconocimiento de la mayoría de la gente sobre el impacto ambiental de nuestro uso diario de plataformas digitales es el primer paso a superar; quitarnos el velo de los ojo y saber que, aunque la tecnología sigue evolucionando, es nuestra responsabilidad asegurarnos de que ese progreso no venga a expensas del medio ambiente.
Se sabe, y es verdaderamente alarmante, que sólo 90 empresas son responsables del 70% de las emisiones globales de contaminantes. Las compañías petroleras son las principales, pero el impacto ambiental de las empresas tecnológicas no debe subestimarse.
En este contexto, México enfrenta desafíos significativos, especialmente en zonas donde las refinerías de Pemex generan un alto nivel de contaminación.
Empresas como Google y Microsoft han alcanzado un consumo energético que supera el de algunos países enteros. El año pasado, cada una consumió aproximadamente 24 TWh de electricidad.
Para poner esto en perspectiva, este consumo es mayor que el de naciones como Islandia, Ghana y Túnez. Este fenómeno plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de nuestras herramientas digitales y cómo su uso diario contribuye a la crisis climática.
La inteligencia artificial (IA) ha transformado la manera en que interactuamos con la tecnología, pero su creciente demanda de energía es motivo de preocupación.
Google ha anunciado planes para adquirir siete plantas de energía nuclear para satisfacer las necesidades energéticas de sus sistemas de IA.
A diferencia de las plantas de energía de combustibles fósiles, las nucleares generan electricidad de manera casi limpia, lo que podría ayudar a reducir las emisiones de CO2 de la empresa.
A pesar de esos esfuerzos, la mayor parte de la energía consumida en muchos países, incluido México, proviene de fuentes no renovables.
Aquí, la planta nuclear Laguna Verde representa menos del 3% de la energía consumida en el país, mientras que la mayoría proviene de plantas hidroeléctricas y combustibles fósiles. Esta dependencia hace que la transición a una economía más sostenible sea un desafío monumental.
La paradoja de los vehículos completamente eléctricos, que por la mayoría son vistos como una solución para reducir las emisiones de CO2 en el transporte, es que esta percepción es engañosa, porque aunque no emiten contaminantes directamente, su impacto ambiental depende de la fuente de energía utilizada para cargarlos.
En México, donde la infraestructura solar aún está en desarrollo, el uso de combustibles fósiles para la generación de electricidad limita los beneficios de los vehículos eléctricos.
La contaminación digital no se limita a las emisiones de carbono. Los desechos tecnológicos son un problema crítico que a menudo se pasa por alto.
Dispositivos como teléfonos móviles y tabletas pueden tardar más de mil años en biodegradarse. Cada año, millones de toneladas de basura electrónica son desechadas sin un tratamiento adecuado, lo que resulta en una grave amenaza para el medio ambiente.
El reciclaje tecnológico se presenta como una solución crucial para mitigar el problema de los desechos electrónicos. Sin embargo, la falta de infraestructura y la escasa conciencia pública dificultan su implementación efectiva.
En países como Japón, se han desarrollado sistemas avanzados que permiten recuperar materiales valiosos de dispositivos electrónicos desechados, lo que no sólo reduce la contaminación, sino que promueve una economía circular.
A medida que la tecnología avanza, las empresas se esfuerzan por crear dispositivos y servicios más eficientes energéticamente. Sin embargo, esta eficiencia a menudo conduce a un aumento en el uso.
El efecto rebound sugiere que, a medida que los dispositivos se vuelven más eficientes, las personas tienden a usarlos más, lo que puede resultar en un aumento neto del consumo de energía.
Nosotros, como consumidores de tecnología, también tenemos un papel crucial en este panorama. La demanda constante de nuevos dispositivos y tecnologías crea una presión sobre las empresas para innovar y producir más, a menudo a expensas del medio ambiente.
La educación y la conciencia sobre el impacto ambiental de nuestras elecciones son esenciales para fomentar un cambio positivo.
Cada vez que ves un video, bajas una canción, entras a una red social, envías un e-mail, indirectamente contaminas. Más dramático es que los desechos tecnológicos tardan mucho tiempo en biodegradarse.
La transición hacia un futuro más sostenible dependerá de la innovación en energías renovables y la adopción de prácticas responsables por parte de las empresas tecnológicas, así como de nuestra conciencia.
Las iniciativas para utilizar fuentes de energía renovable, como la solar y la eólica, son pasos en la dirección correcta, pero deben ser acompañadas de un compromiso más amplio para reducir el impacto ambiental.
Los gobiernos también desempeñan un papel crucial en la promoción de prácticas sostenibles. La implementación de políticas públicas que fomenten el uso de energías renovables, la gestión adecuada de desechos electrónicos y la responsabilidad corporativa pueden ayudar a mitigar la contaminación generada por el sector tecnológico.
La contaminación generada por las empresas tecnológicas es un problema que requiere una atención urgente.
Desde el consumo de energía masivo hasta la acumulación de desechos electrónicos, el impacto ambiental de nuestras herramientas digitales es un tema que no podemos seguir ignorando.
La combinación de responsabilidad individual, innovación y políticas públicas efectivas es esencial para lograr un cambio real.
Sólo así podremos aprovechar los beneficios de la tecnología sin comprometer la salud de nuestro planeta.