Desde mi escritorio
Hugo Arquímedes González Pacheco y Montes / [email protected]
La mentalidad, tanto individual como colectiva, depende de la tradición cultural, la educación recibida en el seno familiar, escolar y las circunstancias sociales e históricas de cada época. En algunos casos, la forma de pensar de un individuo puede estar relacionada con su herencia genética
Cada pueblo tiene ciertos rasgos propios y por ello se habla de una mentalidad, según los tópicos populares, por ejemplo: los argentinos son apasionados, amantes de la carne, despreocupados, arrogantes y fanáticos del futbol. Los españoles son alegres, envidiosos, expresivos, amantes de la siesta y creativos. Los británicos son puntuales, pragmáticos, competitivos, aficionados a las apuestas deportivas con buenos modales. Los asiáticos tienen una cultura de esfuerzo, respeto y perseverancia.
Entre otras letras, José Vasconcelos explicaba que entre los mexicanos “hay divisiones culturales, religiosas, económicas y se dan por nuestra geografía, que sigue siendo un obstáculo para la unión. Pero si hemos de dominarlo, será menester que antes pongamos en orden al espíritu, depurando las ideas negativas.
Mientras no logremos corregir los conceptos, no será posible que obremos nuestra solidaridad y honestidad por la grandeza nacional”. Al respecto, el complejo de inferioridad del mexicano es algo que ya ha sido explicado por grandes escritores de la literatura mexicana. El sociólogo y antropólogo Roger Bartra señala que este sentimiento se detecta en la conducta del mexicano cascarrabias, el derrotado, el pobre, el feo, el moreno, el sucio, el borracho, el vago el corrupto. “El mexicano es tan inferior que tiene una susceptibilidad extraordinaria a la crítica y la mantiene a raya anticipándose a esgrimir la maldecía contra el prójimo”.
En otra perspectiva, el filósofo Leopoldo Zea plantea que en la identidad del mexicano nos sentimos disminuidos, reducidos, sin más posibilidad que ocultarnos hipócritamente en la corrupción o exhibirnos cínicamente en la política.
Nos cuestionamos: ¿Desde cuándo se han hecho patentes esos sentimientos? ¿Cuándo empezó el mexicano a sentirse inferior? Desde pequeños nos enseñan en las escuelas una narrativa como de película, somos un país victimizado por los españoles que nos conquistaron, imponiéndonos su cultura, religión, entre otras cosas cuya mezcla dio origen a nuestra sociedad actual. Víctimas de los Estados Unidos que nos quitaron más de 55% de nuestro territorio después de una fatídica e injusta guerra, atormentados por los franceses y demás potencias extranjeras, que durante todo el siglo XIX se dedicaron a saquear y entrometerse en el desarrollo democrático, político y económico de nuestro país.
Soy un convencido que debemos olvidarnos de nuestro papel de víctimas. Somos un país que se ha levantado frente a las más grandes adversidades de la naturaleza, la corrupción sin medida de nuestros gobernantes líderes de la violencia y el narcotráfico a nivel mundial.
Coexistimos como un país líder en exportaciones de diversos productos agrícolas y tecnológicos –como pantallas– y el cuarto productor a nivel mundial de automotores. Tenemos fuga de talentos de reconocimiento mundial. Lamentablemente en nuestro México hay muchísima desigualdad por la pobreza, ocupamos el último lugar por la mala calidad educativa de la OCDE.
El problema es visto desde muchas dimensiones, no somos un pueblo que nos unamos en las buenas, no coincido mucho con la idea que en México sufrimos todos del síndrome del cangrejo donde el peor enemigo del mexicano es otro mexicano, donde la envidia natural de una persona al ver que a otra le va bien es intentar bajarla y recelar su éxito sin importar si es familiar, amigo o compañero.
Varios aspectos negativos de esta supuesta mentalidad lo vemos reflejado en el ámbito familiar educativo, deportivo, artístico y político. En la función pública como en cualquier otra área hay mucha gente mal intencionada y hay pocas personas calificadas para la gestión administrativa en el gobierno, pero muchos de ellos tachan a ex político de ratero y farsante, siendo ellos lo mismo sin aplicar la ley.
Aunque si bien hay muchos casos de personas sin liderazgo y con nula sensibilidad social, que llegan a los cargos públicos a hacer negocios propios, también es cierto que muchas veces somos los propios ciudadanos quienes contribuimos a la generación de los problemas de la comunidad, pero no a su solución, tirando la basura en la calle, buscando eludir o pagar menos impuestos, pasándose la luz roja, copiándose en los exámenes, haciendo trapas, mintiendo o en estos momentos de la pandemia al no usar el cobre bocas insensibles a las muertes y la violencia a la niñez y las mujeres etc.
Los problemas del gobierno también los debemos resolver juntos, mientras no logremos corregir el elemento de nuestra mentalidad de linchamiento, culpando al pasado, y no convertirla en un frente crítico responsable, no veremos cambios reales en nuestra sociedad menos en la clase política, que al final es un reflejo de la ambición del poder, que está limitada por la racionalidad de los votantes para elegir la mejor opción para el bienestar de los mexicanos.
La mentalidad en las personas es importantísima, porque determina que hacer ante la adversidad o como buscar el triunfo. Una mentalidad ganadora no se construye con videos, platicas disque motivacionales con el “sí se puede, sí se puede”. Por ejemplo, un atleta sabe que se puede, cuando sus capacidades físicas, atléticas y mentales están alineadas a su objetivo de triunfo. No me vengan con que “hay que seguir trabajando”, “así es el futbol… se gana y se pierde” y demás burradas que todos repiten conforme a la corrupción y mentiras de los que se dicen promotores.
Para tener mentalidad creativa en la educación y ganadora en el deporte, se necesita tener interés, compromiso, constancia, control de la distracción, atención, concentración, espíritu competitivo, autocontrol emocional, preparación mental, técnica, habilidad, fortaleza y amor por lo que se hace.
Contar con buenos maestros y formadores deportivos resulta todo lo contrario por la mentalidad de ellos, en las aulas y centros deportivos, dan sin lograr aprendizajes en el desarrollo de las inteligencias y talentos de los alumnos y deportistas para adquirir una formación realmente integral, cualquier sujeto que vea televisión o asista a un cursito deportivo puede dirigir sin conocimiento de la pedagogía en cualquier deporte.
Lo bueno de la fortaleza mental del trabajo psicológico con alumnos y deportistas que se puede trabajar, no es que uno lo diga: “Lamentablemente los pensamientos negativos los dominan, no tengo esto, no se puede y no hay nada que hacer”. No es así.
Las habilidades mentales se trabajan diariamente y se mejoran, así cómo se hace con la parte física, eso es lo bueno de la psicopedagogía en el deporte, brinda soluciones reales, prácticas buscando respuestas y soluciones a problemas que han tenido por años.
Muchos maestros y entrenadores no han permitido el desarrollo en todo su potencial y realmente, no hay nada más gratificante que ver las sonrisas en sus rostros, el alivio que sienten de no ser los únicos que sufren esas dificultades, darse cuenta que tienen soluciones reales y concretas, como trabajan y cuando logran mejorar sus dificultades son los más felices, no hay nada que haga más feliz a un alumno y deportista que poder mejorar.
La mentalidad es la expresión individual de la cultura; constituye todas las acciones del individuo en el marco de lo colectivo, en la diversidad de sus contextos sea educativo, deportivo, artístico, familiar y de la comunidad, donde sus acciones reflejen toda la forma de pensar y actuar de manera exitosa automática e inmediata, reflejada por medio de las actitudes positivas de la personalidad. ¿Usted qué opina?