Adolfo Flores Fragoso
En enero del 2019, investigadores de Health Feedback, una red de científicos dedicados a revisar la cobertura mediática de noticias médicas y de salud, publicaron un detallado análisis de los artículos de salud más populares en el mundo en 2018. El estudio fue realizado con la colaboración de la Credibility Coalition y denominado “Los artículos de salud más populares de 2018. Una revisión a la credibilidad científica”.
Detectaron que la mayoría de las notas e historias relacionadas con la salud en aquel año –publicadas por diferentes y reconocidos medios (como Huffington Post, CNN y The Guardian, en sus blogs de ‘Estilo de vida’)–, difundieron información errónea.
En el ámbito de las redes sociales, Facebook demostró ser la mayor fuente de artículos inexactos pues fue el difusor de 96 de los 100 estudiados.
Tres temas principales de interés fueron los analizados: enfermedades y su tratamiento, alimentación y nutrición, vacunas. Científicos, médicos, académicos y editores expertos evaluaron la credibilidad de cada artículo, en función de una serie de factores como calidad y diversidad de fuentes primarias, así como la presencia de retórica y lenguaje emocional, en sustitución de datos reales y documentación de probado origen y conclusiones científicas.
Un recurso común en estas fake news fue la exageración en la importancia de las presuntas conclusiones, así como una mala interpretación de los resultados de investigaciones reales y que llevaron a conclusiones erróneas, que terminaron por desinformar y malinformar a los receptores de tales noticias.
Una observación final de este largo y riguroso estudio, publicado en el 2019, advirtió que el desafío del periodista sería adquirir la experiencia técnica necesaria y la formación en ciencias antes de difundir notas científicas.
A más de un año, México sufre –de forma más intensa– de una epidemia de desinformación científica. Ya no hablar de otras áreas y temas. Pero la peste de la desinformación no es privativa de los medios formales: el rumor, el meme, el trascendido con cola y amo, así como el surgimiento de los trovadores de desgracias infundadas (en contra de la 4T), de “expertos en todología” (a favor de la 4T), de “opinólogossabelotodo” (de ambos bandos) y de “críticos” reactantes, son la consecuencia de la ignorancia de quienes difunden inexactitudes (involuntariamente o a propósito) esparciendo más ignorancia entre sus públicos a través de los medios sociales.
La desinformación ha llegado a un pico que sigue en ascenso y que ya es perversamente generada, transmitida y exponencialmente expandida entre una población ignorante, irreflexiva, generacionalmente “educada” en los fanatismos ideológicos, y que, en México, hay que aceptarlo, es la gran mayoría.
Somos el pueblo fielmente comodino que prefiere creer, a ponerse a leer, y conocer con la guía de la reflexión y del razonamiento.
Ante esta precaria condición, es probable que tardemos muchas generaciones, muchas, antes de poder aplanar esta curva de la ignorancia.