Nora Yessica Merino Escamilla
En estos días, nos encontramos en medio de un proceso trascendental: la elección de las y los coordinadores de los comités estatales en defensa de la 4T.
Durante el último año, hemos sido testigos de una profusión de información, discursos y propuestas provenientes de los aspirantes a este cargo en Puebla, todos buscando posicionarse de cara a las encuestas que definirán quiénes serán los líderes de esta transformación en el estado.
A cargo de casas encuestadoras de renombre, estos ejercicios se erigen como faros democráticos, guiando la elección de los virtuales candidatas y candidatos de la coalición conformada por Morena, PT y PVEM, para estar en la boleta electoral en 2024.
Este proceso, aunque complejo y competitivo, es la esencia misma de la democracia.
Recordemos el proceso nacional que confirmó la victoria de la Dra. Claudia Sheinbaum, un ejemplo que valida la eficacia de estas encuestas para legitimar a los líderes de la 4T.
Más allá de la competencia natural entre los aspirantes, la verdadera victoria reside en la unidad posterior.
Sea cual sea el resultado, la clave está en la convergencia y el apoyo mutuo para enfrentar los desafíos que plantea la persistente oposición de nuestro país.
La verdadera fortaleza de la 4T radica en la unidad de sus fuerzas internas. La diversidad de visiones y enfoques entre los candidatos debe ser considerada un activo, no un motivo de discordia.
Todos los aspirantes comparten un objetivo común: impulsar la transformación desde la base, consolidar los ideales de la 4T y avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa.
Contrastando con la oposición, observamos una realidad diferente. Personajes arraigados a sus principios fueron desplazados por decisiones arbitrarias y dedazos.
El nombramiento de Xóchitl Gálvez como coordinadora del Frente Amplio (PAN, PRI y PRD) es un claro ejemplo de cómo, en ocasiones, los intereses de arriba anulan la voluntad de las bases.
En este contexto, nos enfrentamos a la paradoja de la democracia.
La oposición, que debería ser ejemplo de diversidad y debate de ideas, se ve afectada por decisiones unilaterales.
La máxima “como es arriba es abajo” se manifiesta en la designación del candidato a la gubernatura de Puebla por dedazo divino. Esta práctica, lejos de fortalecer la cohesión interna, genera desconfianza y socava los principios democráticos.
En la 4T de Puebla, la lección es clara. Independientemente de quién resulte victorioso en estas encuestas, la unidad debe prevalecer.
La fuerza de esta coalición radica en su capacidad para integrar diversas perspectivas y trabajar hacia un objetivo común: transformar México en beneficio de todas y todos.
La decisión final se tomará basada en criterios que garanticen no sólo la capacidad de ganar elecciones, sino también la representación auténtica de los ideales de la 4T.
La honestidad, la cercanía con la gente, la identificación con los problemas ciudadanos, el respeto a los derechos de las mujeres y el cumplimiento de promesas son atributos invaluables.
La competencia debe centrarse en evaluar quién es el candidato más competente, con una disposición genuina de ser votado y una identificación plena con Morena y los principios del movimiento de la 4T.
En este proceso, la palabra empeñada y el compromiso con las demandas de la ciudadanía deben ser los pilares de la selección, asegurando que la coalición cuente con líderes comprometidos con la causa y capaces de materializar sus promesas en acciones concretas.
La unidad que buscamos no sólo es la de los partidos, sino la de un liderazgo auténtico que refleje las aspiraciones y necesidades de quienes confían en la transformación que la 4T promete.