Iván Mercado
La carrera por marcar la pauta de una inoculación exitosa para la humanidad y a la vez emprender uno de los negocios más redituables de la historia moderna ha comenzado con el sorpresivo anuncio de Rusia sobre el registro de la primera vacuna de protección prolongada contra el coronavirus. La bautizaron como “Sputnik V” y causó los efectos esperados en la economía y geopolítica mundial, pero curiosamente sus efectos inmunológicos aún no se han logrado sentir ni confirmar por una comunidad científica que ha cuestionado sus protocolos y su eficacia.
La vacuna, sin importar de que nación provenga, está inevitablemente atada a circunstancias políticas y económicas que condicionan el éxito probado en investigación, desarrollo y producción desde diferentes laboratorios del mundo.
El anuncio y presentación al mundo de una inoculación masiva significa la conquista de un sinfín de objetivos que poco tienen que ver con una solución ética a una enfermedad que tiene sometida a la humanidad. Desde una reelección que estaría prácticamente garantizada para el presidente de los Estados Unidos, hasta un cambio histórico del liderazgo mundial entre oriente y occidente, además del multimillonario negocio que esta fórmula representa (aún cuando la versión de un tratamiento sin fines de lucro, sea la constante en los proyectos públicos).
Rusia ganó la ventaja del “primer anuncio y registro público” y aunque la Organización Mundial de la Salud no deja de cuestionar los protocolos y probada efectividad de ese tratamiento público, el presidente Vladimir Putin sube un escalón más en su camino a la ansiada entronización al frente de la nación rusa.
China lanzó un anuncio al mundo para confirmar que su gobierno aprobó al Ministerio de Defensa y al líder de su investigación, el bioingeniero y general Chen Wei, comenzar la última etapa de pruebas en seres humanos para hacer el lanzamiento mundial de una inoculación que los colocaría en la vanguardia como la nueva potencia mundial.
Estados Unidos y su desesperado presidente habla todos los días en conferencia de medios sobre la “inminente” presentación de la vacuna que salvará primero a sus ciudadanos. El también candidato detalla repetidamente montos de inversión, niveles de producción y fechas tentativas de distribución pública en una lógica más de promoción política de cara al 3 de noviembre, que de ocupación ética por el ser el país mas contaminado del planeta. Trump sabe que comenzar a vacunar a los estadounidenses antes de las votaciones le garantizaría un triunfo en las urnas, sin importar lo demás.
México juega sus propias estrategias de cara a la obligada adquisición de las esperadas dosis, ya sea a través de una negociación con Estados Unidos que trabaja a marchas forzadas con la farmacéutica Moderna o incluso con China que también promete tener en pocas semanas la aprobación mundial de un tratamiento.
No obstante, la fundación Carlos Slim ha signado un convenio económico con la farmacéutica AstraZeneca y la Universidad de Oxford, a fin de garantizar resultados positivos de la fase III y lograr la aprobación de la comunidad científica internacional para una producción y distribución masiva (250 millones de dosis) para México, América Latina y el Caribe.
El proceso no es nada sencillo. No sólo es necesaria la aprobación y publicación sobre una serie de resultados probados en Iván Mercado miles de voluntarios. Los acuerdos para la producción, empaquetado y distribución deben estar garantizados por un aval que valide la entrega e inoculación de 600 millones en esta región del planeta.
El laboratorio argentino MAbxience estará encargado de la manufactura de la sustancia activa, al tiempo que el laboratorio mexicano Liomont tendrá a su cargo el empaquetado y distribución equitativa, de la que propia Fundación Carlos Slim será la garante de tal objetivo.
Es destacar el rol definitivo y clave que juegan en este proceso histórico, los mismos empresarios que fueron calificados, hace no mucho tiempo, como la “mafia del poder”, “la minoría rapaz”, “los cómplices de Salinas para hundir al país”. Sí, son ellos quienes han vuelto a marcar la pauta al poder político en México para lograr salir de la crisis sanitaria y social.
Por supuesto, difícil creer que la intervención y accionar de la iniciativa privada en este capítulo histórico sea altruista y desinteresada, pero está claro que en estos momentos de crisis y el creciente descontrol de la pandemia en México, esta suspicacia y potencial posibilidad, carece de importancia.
Hoy vivimos unos de esos escasos escenarios donde el interés de políticos, empresarios, científicos y población mundial convergen: todos deseamos una vacuna que sea capaz de dotar de inmunidad duradera a los seres humanos, sin importar que de paso, haya intereses para preservar poder y ganar un liderazgo en el orbe.