Alejandro Montiel Bonilla
Uno de los efectos de esta pandemia por coronavirus ha sido la traslación de gran parte de las reuniones entre personas, que normalmente se hacían cara a cara, sin ninguna intermediación, al mundo virtual de las computadoras.
La palabra zoom ahora está permanentemente en nuestras bocas. Al principio, la mayoría que no estaba acostumbrada a esas plataformas de comunicación parecía un poco asustada de utilizarla, sin embargo, a medida que pasan los días y sobre todo en el medio escolar, los profesores y alumnos se van acostumbrando cada vez más.
Y ya comienzan a surgir efectos insospechados: personas que son habitualmente muy tímidas “en la vida real” encienden la cámara de su ordenador o teléfono para verse en pantalla, se peinan, revisan su maquillaje, se ponen de pie, muestran otras habitaciones de su casa, ponen la música que les gusta.
Parecería que existe un ansia por mostrarse a ellos mismos y enseñar el espacio en que habitan, por mostrar lo que tienen. Ya Guy Debord, desde hace varias décadas y sin haber conocido el inmenso poder de las redes sociales, ponía énfasis en el espectáculo como el centro de las relaciones entre las personas, la imagen como vínculo de mediación entre los individuos.
Por otra parte, cada vez se hacen más frecuentes las quejas sobre reuniones de zoom que solo llevan a perder el tiempo, “en mi trabajo hicieron un zoom, para ponerse de acuerdo, sobre cuál sería la mejor hora del día para hacer otro zoom” me escribió recientemente un usuario en redes sociales. Habrá que seguir analizando constantemente los efectos en las personas, de este tipo de reuniones virtuales, pero otro rasgo que parece ya notarse, es que las personas más reservadas en la cotidianidad, ahora en zoom, se convierten en grandes predicadores. Y es que la seguridad de encontrarse en su casa podría ser un factor que explique este cambio.
Así que, si van a organizar una reunión en zoom o plataformas semejantes, ¿me pueden aceptar un consejo?, envíen antes, a los participantes, los puntos específicos que se tratarán, no olviden que la mayoría de las personas no pueden tener atención concentrada en pantalla por más de 10 minutos.
Hagan una autoevaluación, sobre si en realidad vale la pena proponer una reunión de este tipo; un correo electrónico bien estructurado quizá daría mejores resultados y evitaría la molestia de muchos.