Adolfo Flores Fragoso / [email protected]
Es la Calle (de los lavaderos) de la Santa Cruz.
Un sitio tan alto como para verter agua a la naciente Puebla de los Ángeles, del siglo XVI.
Y así fue.
Agua que talló sed, ropa y cueros de zapatos.
La hoy calle 8 Poniente 100, al costado del posterior Mercado La Victoria.
Agua para historias.
Calle de algo que todo lo olvida.
Calle para la no sed.
…
Ana Luisa enfrenta, afronta y cobija en el alto de su frente a la zapatería “La Gran Victoria”.
Un negocio familiar desde 1924.
Aurora Gracián, su bisabuela, fue la fundadora, en un local externo al mercado La Victoria, sobre la actual calle 8 Poniente.
El esposo de Aurora elaboraba zapatos, razón para abrir esta zapatería. Valga la línea redactada. Zapatos al gusto del cliente: con el color, la medida y el modelo ordenado.
La actual bodega –en la parte de arriba de este negocio– fue la fábrica.
Los clientes llegaban a los bajos para solicitar el diseño del zapato o la zapatilla.
Un negocio generacional que pasó por la familia hasta llegar a Ana Luisa.
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“Mis abuelos fueron fabricantes. Pero llegó el tiempo en el que para el costo de la materia prima no les alcanzaba y decidieron cerrar el taller.”
La razón es que los trabajadores robaban la piel, y otras cosas. Enredado a sus cuerpos (bajo su ropa) discretamente extraían producto cuando salían. Hasta tachuelas, pegamento, y mucha piel. “Mucha piel”, dice.
“La Gran Victoria” no dio para eso.
Fue cuando el abuelo José Gutiérrez Prumeda, de Nueva Rosita (Coahuila) terminó con la fábrica, y el negocio comenzó a trabajar con proveedores.
Mejor.
Una decisión que, como buen comerciante e inteligente, convirtió a la fábrica en un gran negocio receptor en una acera norte del mercado La Victoria.
Sus proveedores fueron de León, de Guadalajara y de la Ciudad de México.
Bisabuelos, abuelos, padres, tíos y sobrinos han pasado como encargados de este negocio. Siempre con una responsabilidad familiar “como mi padre Antonio Roldán quien, como distribuidor y fabricante de calzado, conoció en este local a mi mamá, Aurora Gutiérrez Jiménez, en
1958”, revela con una extensa sonrisa Ana Luisa.
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“Cuando llegué aquí, hace 23 años, no me gustaba el ambiente de la calle en esta zona. ¿Recuerdas las gorditas infladas rellenas de frijoles? Eso era algo que disfrutaba del interior del Mercado de La Victoria.
Ahí nos enviaba mi madre para comprarlas”, comparte en la charla.
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“A mis seis o siete añitos, ya comía cemitas. Yo entraba al mercado sólo por la comida. Pero no me gustaba el lugar por lo sucio que estaba. Pero mi mamá nos metía a las tres hermanas mujeres con nuestros vestiditos y sandalias blancas impecables. ¡Imagínate! Caminar por el piso del mercado era ‘un terror’. Entre charcos con tierra y pedazos de comida vieja sobre unas lajas que no aseaban. ¡Tú lo conociste, Adolfo!”
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Retomemos el tema: “Zapatería La Gran Victoria.
A los pies de Usted”.
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“Tengo 23 años de estar aquí. Por la herencia familiar, surgidas de dos negocios de mis bisabuelos. Y por eso sigo al frente: por el esfuerzo de mi familia, de los bisabuelos. Y yo los sigo. Pese a las crisis y a la pandemia. Y aquí estoy.”
Cito a Ana Luisa.
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“Soy psicóloga industrial egresada de la UDLAP. Alumna del Colegio América e integrada en cuadros de honor. Con insignia.
En primaria y secundaria. Ella soy yo.”
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Siempre comerciante por parte de su madre, es una gran vendedora desde la zapatería Quick (de la avenida Juárez), y en las boutiques de sus de tías, como a quienes hoy nombran “emprendedoras”.
Ana Luisa reconoce: “Soy negociante hasta de muebles y de zapatos. Hasta que cumpla mis 100 años”.
La gran victoria de Ana Luisa será celebrar los 100 años de “La Gran Victoria”.
En el 2024.
Su gran victoria en La Victoria, de Puebla.