Iván Mercado / @ivanmercadonews / FB: IvánMercado
Ya no hay manera de maquillar o matizar, cada día que pasa resulta más y más complejo mantener vigente la orden de evitar el escándalo y la molestia colectiva en una población engañada y desprotegida ante la pandemia.
Estas son afirmaciones que guardan una profunda responsabilidad: “Hay mucha mitología en lo que hemos escuchado en la prensa internacional (… ), de que se necesitan construir hospitales especiales o tener centros exclusivamente para atender el coronavirus… No, el coronavirus 2019 se comporta como una enfermedad respiratoria de moderada a baja gravedad. De hecho, es más leve que la influenza estacional…”.
Lo anterior forma parte de una declaración oficial que fue pronunciada durante la conferencia matutina del pasado 11 de febrero por Hugo López-Gatell Ramírez, todavía subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de la Secretaría federal.
En esos días, la pandemia comenzaba a provocar graves daños en varios países asiáticos y amenazaba seriamente a una Europa escéptica y poco preparada. Para los científicos del actual régimen en México, era una franca exageración que no ponía en riesgo el proyecto político de la 4T.
Y 153 días después de esas irresponsables afirmaciones, la pandemia sacude a los mexicanos con 35 mil 6 muertos (oficiales) y 299 mil 750 contagiados a lo largo y ancho de todo el país.
El director Operativo para Emergencias Sanitarias de la Organización Mundial de la Salud, Mike Ryan, afirmó que muchos países seriamente comprometidos como México, autorizaron un desconfinamiento masivo de la población teniendo elementos de sobra para sostener que desde hace más de 30 días, atravesamos por la etapa más peligrosa de una pandemia que está matando y contagiando diariamente a miles de mexicanas y mexicanos que se tragaron el cuento de que esta enfermedad no era grave, de que había que abrazarnos, de que no pasaba nada.
Todo está consignado. Cada declaración, cada afirmación, cada burla, cada ocurrencia. Hoy, ya no es posible ocultar con cifras y excusas, el desastre sanitario que tiene a 125 millones de ciudadanos de rodillas ante una enfermedad que encontró en la ignorancia y en la soberbia, su mejor escenario para meterse en las entrañas de una nación entera.
Ahora, comienza la repartición de culpas. El mismo personaje que hace 153 días se paró frente a la prensa para afirmar que el coronavirus era mucho menos peligroso que la influenza estacional, es quien ahora comienza a responsabilizar a los gobiernos estatales de los rebrotes que están apareciendo por todo el país, tras haber autorizado desconfinamientos sin control y sin atender las recomendaciones de la “nueva normalidad”.
Por primera vez, este fin de semana la errática dependencia federal decidió no presentar el semáforo epidemiológico tras “detectar” rezagos en la información presentada por cada una de las entidades federativas a quienes hoy intentan responsabilizar del desastre que es la incuestionable propagación masiva del virus.
El inconsistente López-Gatell ya soltó la primera excusa, aventándoles el paquete a los gobernadores al señalar que: “Si hay deficiencia de la información es porque de origen, esta no se produce a tiempo, o peor aún, porque las cifras se distorsionan desde las entidades federativas y es por ello que el monitoreo en el avance de la pandemia es inadecuado…”
Nadie quiere cargar con la muy grave responsabilidad de un manejo inadecuado en una contingencia sanitaria que ha dejado ya a miles y miles de mexicanos muertos. Es por ello, que los primeros en reaccionar son los gobernadores del PAN, quienes a través de su asociación, han solicitado una reunión con carácter de urgente con el invisible titular de la Secretaría de Salud federal para aclarar las acusaciones del todavía vocero oficial de la pandemia.
La contingencia golpea la vida de cientos de miles de familias mexicanas que han comenzado a perder a seres queridos arrasados por un mal que hasta hoy, no tiene cura alguna. Pero además, por una crisis que se asoma inmisericorde para millones de familias quienes lo están perdiendo todo.
La pandemia y su triste manejo en la república mexicana tirará acuerdos políticos del más alto nivel y hará “rodar” cabezas de personajes hasta ahora intocables. Sin embargo, estos “trofeos” difícilmente alcanzarán para apagar el enojo colectivo de millones de mexicanos que no se detendrán para reconocer la irresponsabilidad compartida con la que se propagó el virus.
Este fin de semana, México superó al Reino Unido en el número de contagios y se ubica en el séptimo lugar de la tabla mundial por arriba de países emblemáticos en esta contingencia como España, Italia, Alemania, Francia, y Sudáfrica.
Es así que conforme avanzan los días, nuestro país se precipita a un colapso múltiple que pareciera inevitable.
Por una parte, están los contagios y muertes diarias, en otra vía está la presión de una economía que se desmorona ante la imposibilidad de reactivarse, el tercer frente lo constituye una sociedad mal informada –que desde el inicio no se preparó para una contingencia de estas proporciones– .
Finalmente, el tiempo que ejerce su propia presión al avanzar implacable de cara a un 2021 que ya promete cobrar muy cara la inexperiencia, la improvisación y algo que aún no se pone en la mesa, pero que inevitablemente se colocará en el centro de la discusión: la responsabilidad tácita e histórica de una política desastrosa que dejará miles de mexicanos muertos.
El cada vez más extraviado Hugo López-Gatell sigue recibiendo hasta ahora el respaldo presidencial, sin embargo y de manera evidente, sus números se diluyen, sus explicaciones se desdibujan y sus argumentos han comenzado a entrar al terreno de las justificaciones y excusas, esas que son el último recurso de los ineficientes.
Así las cosas, por la fatídica numeralia, por la presión social y por la necesidad de presentar cada vez más y más excusas a los magros resultados, todo indica que la ruta crítica de nuestro México está trazada hacia un derrotero indeseable y que, por tanto, cada vez son menos los gobernadores y los actores que quieren mantenerse lineados a una estrategia que terminará por sucumbir con costo directo a la población.
Probado está que la repartición de culpas es una etapa en la que las opciones se agotan y en la que los responsables ya calculan el tamaño de las consecuencias, y es ahí donde justamente se encuentra atrapado el vocero oficial, quien este fin de semana utilizó un lapso de apenas 48 horas para suspender la presentación del semáforo epidemiológico, culpar a los gobernadores por el descontrol en la multiplicación de contagios y adelantar que será poco productivo buscar “culpables” de este irresponsable manejo pandémico.
Así es. El término “culpables” ya comenzó a ser incluido en la narrativa oficial y ha sido propuesto por el propio subsecretario de Salud federal.
Las proyecciones personales casi nunca se equivocan y la realidad, tampoco.