Rubén Salazar/Director de Etellekt
www.etellekt.com / [email protected] / @etellekt_
“Como darse un balazo en el pie”. Así calificó el exconsejero electoral, Santiago Baños, la encuesta del Instituto Nacional Electoral (INE) en la que 51% de los entrevistados dijeron estar a favor de la reforma electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador, rechazada por los opositores de su gobierno –y consejeros electorales– al considerarla una iniciativa regresiva, que pretende anular la autonomía del INE (alcanzada hace 26 años con la reforma política de 1996) y devolver la organización de los comicios al régimen, lo que daría al traste con la imparcialidad de la nueva autoridad electoral, a la que se propone denominar Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC).
Un par de propuestas de la iniciativa de AMLO enviada a la Cámara de Diputados, abonan a esta preocupación:
- Los consejeros del INE y magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), instancia encargada de resolver controversias electorales, serán electos por voto popular, a propuesta de los tres Poderes de la Unión (con el Movimiento Regeneración Nacional detentando el poder Ejecutivo y teniendo una mayoría calificada en ambas cámaras del Congreso federal, con la ayuda del PRI –su nuevo aliado–, sin olvidar la presencia de magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, nominados por el presidente), en la que cada poder enviará una lista paritaria de 20 aspirantes a consejeros del nonato INEC y 10 aspirantes a magistrados del TEPJF.
Una idea apoyada por 74% de las personas encuestadas por el INE. Por lo menos en este punto, a quienes se les ocurrió la brillante idea de contratar el sondeo, no podrán negar la entusiasta y desbordada vocación democrática del pueblo. ¿En serio pensaban que la mayoría estaría en contra de elegir a los encargados de contar los votos?
- La desaparición de los institutos (organismos públicos locales electorales) y tribunales electorales de las 32 entidades federativas, con lo que las elecciones estatales y municipales serán organizadas por el INEC. Lo que haría renacer al régimen de partido hegemónico, un sistema político con el que tanto sueña el presidente, concibiendo a Morena como un agujero negro engullendo los escombros de la oposición, en estados y municipios. En este rubro, 53% de los encuestados estarían de acuerdo con la extinción de estos organismos.
Si lo que buscaban en el INE era demostrar que el grueso del electorado no estaba conforme con la idea de refundar al sistema electoral mexicano, sólo le dieron más cuerda al presidente y a sus adeptos para justificar la necesidad de la reforma (que planean aprobarla en pleno desarrollo del Mundial de la FIFA Catar 2022), quienes tomaron los datos de la encuesta como una prueba de que los mexicanos están a favor de transformar al INE para hacerlo menos costoso e impedir que siga “en manos de la oligarquía antidemocrática, (y) corrupta”.
Una completa mentira que, repetida mil veces, AMLO convierte en verdad popular. La reforma no generará ahorros, por el contrario, al plantear que los consejeros y magistrados electorales sean electos cada seis años, implicaría una carga adicional a las finanzas del INE, similar a la de una elección presidencial o intermedia, a no ser que el ejercicio concluya en una caricatura parecida a la revocación de mandato o lo organicen los propios ciudadanos, usando servilletas como boletas electorales y contando los votos en sus casas, como proponía el presidente al rechazar los reclamos del INE por el recorte a su presupuesto.
Lejos está de promover un ejercicio de democracia directa para elegir a los funcionarios electorales –como creen románticamente algunos opositores del presidente–, que en los últimos dos sexenios han sido nominados por la vía de las cuotas partidistas, un esquema de democracia indirecta que se mantendrá, sólo que ahora teniendo a Morena como grupo político cuasi hegemónico.
Y tampoco pondrá fin a los privilegios de los que gozan los actuales consejeros y magistrados electorales, como promete el presidente; sólo pasarán a manos de la nueva clase política morenista, ávida de las aspiraciones y tentaciones burguesas, que el presidente quiere desincentivar en el pueblo, pero que defiende a capa y espada entre sus familiares y correligionarios, que las practican compulsivamente.
Al acotar al INE, el presidente no pondrá fin al régimen de corrupción y privilegios del pasado como pretende hacer creer a la gente, su único propósito descansa en conservarlo y adueñarse de él por largo tiempo, imponiendo en la línea de sucesión a una dinastía compuesta por hermanastros, entenados políticos, familiares, militares y amigos (la teoría de los campos de Pierre Bourdieu, aplicada al noble “oficio de la política” mexicana, en su máxima expresión), repartiendo migajas a los grupos vulnerables (pensiones y becas), que continúan empobreciéndose o enrolándose en actividades delictivas de alto riesgo para su integridad, con el lúgubre saldo de asesinatos en el presente sexenio, el de mayor violencia homicida en la historia del país.
Trabajando tres horas al día quizá el presidente no pueda construir un mejor país, pero el tiempo le sobrará a la hora de saquearlo y preparar el terreno electoral para monopolizar el poder en las próximas décadas. De concretar el golpe al INE, todo indica que para AMLO (y para muchos de sus adversarios de los que dicen ser distintos), la política no es un oficio, sino un jugoso negocio.