Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] / web: parmenasradio.org
Desde niños nos enseñan a sufrir con dignidad las derrotas,
concepción que no carece de grandeza. Y si no todos somos estoicos e impasibles –como Juárez y Cuauhtémoc– al menos procuramos ser resignados, pacientes y sufridos
El laberinto de la soledad
Octavio Paz (1950)
Gran parte de la población mexicana, ahora más adulta, recuerda el mundial de futbol de 1998 en Francia, cuando México jugaba contra Alemania un partido sumamente disputado, y un jugador emblemático de nuestra selección, Luis Hernández, toma la pelota, libra defensas y, al momento de tirar a la portería, ya no contando con fuerzas, falla, lo que permite a los alemanes en el contragolpe anotar el gol del triunfo y con ello la eliminación mexicana de ese mundial. Toda esperanza se había derrumbado en cuestión de segundos para la afición. Así como esa vez, una gran cantidad de fracasos en el deporte mexicano.
Ahora bien, situaciones así hoy les corresponden a las olimpiadas de Tokio, rezagadas por la pandemia; pues los cuartos lugares se han vuelto la posición favorita de la delegación mexicana, además de que algunos deportistas tiran a la basura el uniforme, lo cual es, por lo menos, motivo de desprecio de la población a esos deportistas.
Así, fracaso tras fracaso, el “ya merito” se ha convertido en propiedad mexicana.
Por ello, la pregunta: ¿son las olimpiadas otro fracaso de la 4T?
Al parecer, tiene parte de culpa, pues han transcurrido ya tres años de gobierno y bien que esta “transformación” pudo haber intervenido en el deporte mexicano tan corrompido por todas partes. Pero no es de extrañarse que no lo haya hecho, pues esta “cuarta transformación” no se ha inmiscuido en muchas áreas estratégicas para, verdaderamente, transformar el país.
Tal es el caso de las finanzas, pues los bancos y todas esas instituciones cada día se enriquecen más con las comisiones por sus supuestos servicios, que en otros países son gratuitos; tampoco ha actuado respecto de los impuestos y las contribuciones en general, ya que se ha dedicado, con leyes neoliberales, a sangrar a unos cuantos contribuyentes y amenazar a la población en general; por su parte, en lo que atañe a la seguridad pública, con el lema de “abrazos y no balazos”, se ha quedado en simple displicencia; y así podemos seguir en diversas áreas hasta llegar a la educación, que sigue en las mismas condiciones que antes, si no es que ahora peor con la pandemia y la beca Benito Juárez, que habría que analizar si está causando más perjuicios que beneficios, pues recibir un bono por nada a cambio acostumbra a la población a no superarse ni a pensar más allá de la fecha del siguiente pago de esa beca.
Particularmente, era sustancial modificar, transformar, reformar la educación, pero no ha sucedido nada al respecto; se sigue considerando ese viejo sistema denominado por Paulo Freire como “bancarizado”, donde el alumno es una vasija que recibe información y, después, tiene que repetirla sin importar si la entiende; el mismo sistema escolar de Estados Unidos de América, donde no se requiere una población pensante, con mente crítica y con aspiraciones a una vida mejor, sino simples “zombis” que, con muchas licenciaturas, maestrías y doctorados, hacen lo que el sistema dice que hagan. Esto es lo que está sucediendo actualmente con la educación de esta administración pública federal.
Desde luego que el inminente fracaso y los cuartos lugares en la olimpiada que aún transcurre no son culpa únicamente de esta administración pública federal (que, precisamente, se ha caracterizado por ser un gobierno totalmente distinto al de su odiado personaje de la historia mexicana Porfirio Díaz, cuyo lema era: “más administración, menos política”, pues en esta administración pública federal es a la inversa, todo se politiza y, por ende, no se avanza en nada); pero, desde luego, tiene parte de responsabilidad. Basta con recordar que se preocupó más en decidir si los deportistas viajaban en el avión presidencial o en aviones comerciales a las olimpiadas de Japón. Lo cierto es que, si hay responsabilidad en cuanto a que no se ha hecho nada en la transformación de la educación, ya que se requiere formar nuevas generaciones no autómatas ni zombis, una población más pensante, crítica, propositiva y, sobre todo, con un pensamiento más triunfalista que conformista.
Hay que formar una generación fuera de la educación que ha heredado la administración pública federal del “agandalle”, del oportunismo, del “a ver cómo sorprendo” al amigo, compañero, etcétera, y de la educación de la resignación, de la derrota, que se refleja en las olimpiadas que, por demás, no son otra cosa que simples repeticiones de otros eventos deportivos internacionales.
Por ello, cuando sale un “garbanzo de a libra”, es decir, un triunfador mexicano en algún deporte, lo celebramos.
Basta recordar el grito de “sí se puede” en las tribunas de los estadios donde participa un mexicano; grito que no es otra cosa más que un reflejo de nuestra idiosincrasia.
En fin, todo parece que, para llegar a un cambio en la educación elemental y en el papel de México en las competencias deportivas internaciones, debemos esperar una quinta transformación.