Por: Dr. José Manuel Nieto Jalil / Director del Departamento Regional de Ciencias en la Región Centro-Sur Tecnológico de Monterrey Campus Puebla
La llegada del hombre a la Luna supuso el fin de la carrera espacial entendida como tal. 1972 constituye el último año de las misiones del programa Apolo de la NASA (Apolo 17) y la última vez en la que los humanos viajaron y caminaron sobre nuestro satélite natural.
A partir de ese momento, las sondas han sido las verdaderas protagonistas de la exploración espacial. El ser humano se ha limitado a dar vueltas alrededor de la Tierra, tal como lo hizo el primer satélite artificial, el Sputnik, hace aproximadamente 65 años.
En la historia de la conquista de la Luna, 12 astronautas hasta ahora han caminado en su superficie. Desde 1972 no se ha regresado y aunque ella se aleja de nosotros cuatro centímetros cada año, volver a pisarla está más cerca que nunca y probablemente será una mujer la encargada de dar el pequeño paso, gracias al programa Artemis.
Esto nos permite trasladarnos 157 años atrás, cuando en 1865 el escritor francés Julio Verne publicó De la Tierra a la Luna, en donde la nave que llevaba a los primeros astronautas estaba fabricada en aluminio, para su construcción se necesitaron aproximadamente nueve mil kilogramos, valor aproximadamente igual que los necesarios para la fabricación de la cápsula Apolo 8, segunda misión tripulada del programa espacial Apolo.
Cuando el escritor francés Julio Verne imaginó su nave espacial basada fundamentalmente en aluminio, hacía apenas 40 años que el físico danés Christian Oersted (1777-1851) había aislado el aluminio por vez primera. Nunca se imaginó las diversas aplicaciones en la industria aeroespacial.
En la actualidad usamos aluminio en gran parte de nuestras vidas, desde trenes de alta velocidad hasta ventanas, pasando por transmisiones, telecomunicaciones, automóviles o latas de bebida. Todo ello gracias a una constelación de propiedades entre las que se incluyen la maleabilidad, la conductividad y la ligereza. Además, el aluminio puede ser reciclado en 100%, lo cual hace que sea altamente respetuoso con el medio ambiente y que sea un aval de sostenibilidad.
Pero no sólo encontramos coincidencia en el uso de aluminio, también hay otras. Por ejemplo: el primer viaje experimental en la novela hay tripulación animal. En la realidad, el primer ser vivo que viajó al espacio fue la perra Laika. Pero hay más coincidencias: la nave de Verne que llegó a la Luna se llamaba Columbia, fue fabricada en aluminio como habíamos mencionado y estaba tripulada por tres hombres.
El módulo norteamericano Apolo 11 se llamó Columbia y también llevó tres astronautas al espacio. Ambos tenían forma cónica y medían 3.65 metros; el Apolo 11 pesaba 5.621 kilogramos, mientras que el diseño de Verne tenía un peso de 5.345 kilogramos.
Otras coincidencias: los lanzamientos de la NASA se hicieron en Cabo Cañaveral (Florida), a unos a unos 100 kilómetros de distancia de Cabo Town, lugar señalado por Verne en su libro. La elección no fue casual. Verne calculó que para que un cohete sea lanzado al espacio de forma exitosa, hay que tener en cuenta la rotación del planeta, la velocidad de lanzamiento o despegue y qué velocidad debería alcanzar para escapar del campo gravitatorio de la Tierra.
Según Verne, la velocidad necesaria para que el cohete pudiese vencer la fuerza gravitatoria terrestre tenía que ser de unos 11 kilómetros por segundo, en realidad la velocidad de escape media desde el nivel del mar es de 11,19 kilómetros por segundo, impresionantes coincidencias.
Adicionalmente, calculó que mientras más cerca nos encontremos al ecuador terrestre, menos energía se necesitará y, por tanto, la misión tendrá un menor gasto. Cabo Town, al igual que Cabo Cañaveral, está al sur de los Estados Unidos. La nave de Verne alcanzó la velocidad de 38 mil 720 kilómetros por hora y el tiempo del viaje hasta el alunizaje fue de 83 horas, mientras que el Apolo 11 se desplazó a 40 mil kilómetros por hora y el tiempo de viaje fue de 97 horas. En ambos casos, el alunizaje se produjo en el mar de la Tranquilidad y el amerizaje de la cápsula en el regreso a la Tierra del Apolo 11 se produjo en el Océano Pacífico, a tan sólo cuatro kilómetros de lo previsto por Verne.
Finalmente, Verne tuvo en cuenta en su obra De la Tierra a la Luna, que en caso de que el cohete cayera en la Tierra, pondría en peligro la vida de seres humanos; sin embargo, al lanzarlo desde un punto costero, los restos caerían al océano, evitando poner en peligro vidas humanas. Julio Verne en su novela acertó muchos detalles de ese histórico viaje a nuestro satélite un siglo antes.
Basó su relato en los avances científicos de aquella época, logrando encontrar los mismos problemas técnicos con que tropezarían los ingenieros astronáuticos un siglo más tarde. No debe sorprender que las soluciones que Verne elaboró con todo cuidado fuesen similares a las adoptadas en nuestros días.
Resulta fascinante sumergirse en las maravillosas aventuras de Verne, pero, sobre todo, resulta increíble ver cómo un hombre del siglo XIX fue capaz de anticipar algunos descubrimientos e inventos muy posteriores. Sin duda, Julio Verne fue un hombre adelantado a su época que logró unir ingeniería, ciencia y literatura en sus obras.
Julio Verne constituye uno de los autores más prolíficos y leídos de la historia. Entre los libros más destacados tenemos: 20.000 leguas de viaje submarino, Alrededor de la Luna, Cinco semanas en globo, De la Tierra a la Luna, El faro del fin del mundo, La isla misteriosa, La vuelta al mundo en 80 días, Los hijos del capitán Grant, Miguel Strogoff, Viaje al centro de la Tierra, entre otros.
En sus obras, Verne imaginó ingenios que se anticiparon a su tiempo, como el submarino, los viajes espaciales, el helicóptero, las armas eléctricas, las velas solares, los noticiarios, la publicidad en el aire, los videos conferencias, el metro, el internet, aunque él siempre defendió que sus predicciones estaban basadas en la aplicación lógica de la tecnología existente en su época. Todos fueron impulsados por una imaginación prodigiosa y una fe ciega en el progreso.
Los aportes y la impronta de Julio sobrepasan el campo de la literatura y el cine, extendiéndose al mundo de la ciencia y la tecnología. Julio Verne ha sido un ejemplo para muchos científicos. Generaciones de científicos, inventores y exploradores admiten la inspiración que significó su obra. El almirante Byrd afirmó que si no hubiera sido por Verne no habría ido nunca al Polo Sur, el químico ruso Dimitri Mendeléiev lo calificaba como genio científico y Yuri Gagarin, el primer astronauta de la historia de la humanidad, mencionaba que Verne lo inspiró a la astronáutica.
Julio Verne y sus extraordinarios viajes continuarán recordándonos que “lo que un hombre pueda imaginar, otro algún día podrá lograrlo”. Estamos seguros de que sus obras también inspirarán a las futuras generaciones.