Soliloquio
Al menos de vez en cuando deberíamos escuchar lo que se dice de nosotros más allá de nuestras fronteras.
Impediríamos así que la estridencia cotidiana sea capaz de nublar o sesgar la realidad.
Es el caso del ambiente de violencia e impunidad que existe en torno a la actividad periodística.
Apenas en marzo pasado, el Parlamento Europeo pidió al gobierno mexicano no estigmatizar más a periodistas, al advertir que su retórica “genera un ambiente de agitación incesante”.
En una resolución, que fue aprobada con 607 votos a favor y dos en contra, la Cámara europea destacó que “México es desde hace mucho tiempo el lugar más peligroso y mortífero para los periodistas fuera de una zona oficial de guerra”.
En respuesta, el gobierno de México llamó “borregos” a los parlamentarios europeos que habían pedido a Andrés Manuel López Obrador garantizar la protección a los periodistas y terminar con la retórica de estigmatización al gremio en sus ‘mañaneras’.
A través de un comunicado, declaró que es lamentable que los parlamentarios europeos se sumen como “borregos” a la estrategia “reaccionaria y golpista” de un grupo corrupto contra la 4T.
También destacó que “el movimiento que llevó a la actual administración al poder está impulsado por millones de mexicanos para enfrentar la “monstruosa” desigualdad y la violencia heredada por los gobiernos neoliberales”.
¿Qué ha ocurrido dos meses después de la rabiosa reacción del gobierno mexicano ante los duros señalamientos de los parlamentarios europeos? Los ataques directos y la intimidación contra medios y periodistas continúan, son cosa común.
Y México se mantiene como el lugar más peligroso y mortífero para los periodistas, fuera de una zona de guerra.
Este lunes 9 de mayo fue asesinada en Veracruz la periodista Yesenia Mollinedo, junto a su compañera reportera Sheila Johana García Olivera, con lo que se suman 11 periodistas asesinados en México, tan sólo en lo que va de este 2022.
Su muerte se da menos de una semana después de Luis Enrique Ramírez Ramos en Sinaloa, ocurrida el pasado jueves 5 de mayo, lo que significa tres homicidios en una semana.
Tras el reciente asesinato de las dos comunicadoras, la postura de las autoridades fue la misma de siempre. “Ya estamos investigando”.
El discurso empañado de medias verdades y de vanas culpas al pasado, tampoco falló. El presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que todos los días su gobierno trabaja para frenar el crimen en el país como nunca se había hecho para proteger a las mujeres y hombres que el periodo neoliberal desatendió.
En cambio, las reacciones en el ámbito internacional han sido prontas y más enérgicas. El embajador de los Estados Unidos en México, Ken Salazar reprobó los crímenes de las periodistas en Veracruz. “Fueron asesinatos cobardes y malvados, un ataque contra toda la sociedad mexicana y la comunidad internacional que valora la democracia”.
En sus redes sociales, el diplomático agregó que “la libertad de prensa está bajo ataque y exige una respuesta urgente para terminar con la crecida violencia contra periodistas”.
Por su parte, la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), condenó estos hechos en solidaridad con la Federación Internacional de Periodistas (FIP), que calificó de “indignante” la matanza de periodistas.
Dichas organizaciones exigieron justicia y medidas efectivas para mejorar la situación que padecen periodistas activistas y defensores de los derechos humanos. La FAPE subrayó que la justicia no es suficiente si no se acompaña de medidas efectivas que protejan a los trabajadores de la prensa y que avancen en frenar la ola de violencia.
“Hoy México es uno de los países más peligrosos del mundo para el ejercicio del periodismo”, y según la federación española, “esta situación no tiene por qué ser inmutable”.
La Unión Europea en México y las embajadas de Noruega y Suiza acreditadas en nuestro país, también lamentaron la incidencia de asesinato de periodistas y manifestaron su preocupación por el grado de violencia e intimidación contra comunicadores mexicanos.
Advirtieron que hay una falta de resultados en las investigaciones abiertas para esclarecer casos anteriores y llamaron a desplegar todos los esfuerzos posibles para una indagación expedita y transparente, así como juzgar a los responsables para que no haya “zonas de silencio”, donde ningún periodista se atreva a trabajar.
Otro pronunciamiento en este sentido fue expresado también esta semana por las oficinas en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH) y de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres).
Su representante, Guillermo Fernández-Maldonado, señaló que el asesinato de tres periodistas en menos de una semana es señal de preocupación, pues refleja el grave contexto de inseguridad y violencia que viven los comunicadores en el país.
Por ello, llamó urgentemente a las autoridades a cumplir su obligación y tomar medidas oportunas y efectivas que garanticen la seguridad de los periodistas ante cualquier posible amenaza o agresión, así como integrar una perspectiva de género tanto en la investigación judicial como en las medidas de protección.
Asimismo, destacó la importancia de terminar con la impunidad sobre los autores materiales e intelectuales de los atentados contra periodistas, pues la ausencia de identificación y sanción de los criminales permite que se repitan los ataques; asimismo a nivel federal se deben redoblar esfuerzos de manera coordinada para adoptar medidas preventivas y de investigación.
En este contexto, la organización Articulo 19 refiere que durante el mandato del presidente López Obrador se han contabilizado mil 945 agresiones contra la prensa en el país y dos desapariciones; un 85 por ciento más que en el primer trienio de Enrique Peña Nieto.
Ya son 36 los periodistas muertos en el sexenio de la 4T.
Es cierto que no puede culparse al gobierno federal en ninguno de los casos, pero tampoco puede soslayarse que mucho ha abonado para generar un denso ambiente de adversidad contra comunicadores, además que se cuestiona su inacción para proteger el trabajo periodístico.
Sordos ante cuestionamientos internos, ojala se oyeran los ecos del reclamo internacional y se entendiera que sin la libertad de prensa, que incluye cese a hostigamientos, no hay en ninguna parte del mundo verdaderas sociedades democráticas.