Alejandro Montiel Bonilla
Es un hecho, el 2020 será un año perdido para la economía mundial. Sin embargo, la mayoría parece no pensar seriamente en las transformaciones profundas que significa esto, y que nos tocará vivir a muchos de nosotros y a nuestros hijos en los próximos años.
El ridículo eufemismo llamado “nueva normalidad”, refleja perfectamente lo que casi todo el mundo quisiera pensar: que los efectos catastróficos de la pandemia desaparecerán, que pronto regresaremos a un estado de las cosas “casi como eran antes”. Y es que los gobernantes en todo el mundo no son capaces de decir la cruda verdad sobre cuáles serán las consecuencias reales en la mayoría de las capas de la población, ningún gobernante en el mundo quiere perder el apoyo popular a costa de presentar el muy complicado futuro.
En estos días, las redes sociales se han convertido en un escaparate permanente de la desdicha de muchos semejantes, y a diferencia de miles, estoy convencido de que estar constantemente conscientes de la desgracia humana, es necesario para despertar la reflexión sobre cómo está actuando el sistema económico y social imperante. Si seguimos pensando que este sistema es el correcto y que los dramáticos casos de personas que se ven afectadas son solo “casos aislados” no podremos estar en condiciones de cuestionar profundamente al sistema. Tenemos que poner un alto a estas corrientes de pensamiento que siempre nos intentan llevar a concluir que todo está bien y que lo importante es ser “cool” ante las desgracias de la vida. Y es que la capacidad para enfrentar de la manera más lúcida, todas las situaciones injustas en en el mundo, es el primer paso para poder iniciar el camino a corregir esas situaciones.
Ante los efectos catastróficos de la pandemia estoy convencido de que muchos padres de familia deben realizar un cambio radical en la manera en la que están educando a sus hijos, un cambio que los llevará a no ocultarle a sus pequeños, que el mundo que les tocará, será mucho más salvaje y descarnado que el actual. Y es que varias personas me preguntan en redes sociales: ¿y ahora cuál es el futuro para los jóvenes, ante un entorno económico tan complicado? La respuesta es sencilla: más estudio, y más especialización. No obstante, la tendencia general actual en la relación padres-hijos, es de la sobreprotección. Impera en muchos la máxima: “que no sufran ellos lo que yo sufrí”. Pues esto debiera terminarse en 2020, claro si nuestro objetivo es formar niños y jóvenes verdaderamente resilientes a los tremendos cambios sociales que enfrentarán. En muchos casos solo se trata de regresar al nivel de exigencia que se les pedía a los niños y jóvenes hace varias décadas.
Pero en realidad, ¿estamos dispuestos los padres de familia a enfrentar a los niños emperadores y jóvenes omnipotentes para enseñarles el camino de la exigencia? Y más que nada, ¿Estamos dispuestos a enfrentar a cientos de corrientes psicológicas y pedagógicas que constantemente nos advierten que cualquier “obligación” que no sea sustentada en el consenso de ambas partes, traumará definitivamente al niño? Porque pareciera que el placer siempre debe imperar en todas las actividades formativas del niño, todo el tiempo se le dice: “aprende jugando”, “aliméntate de forma divertida”. Muy bien, pues les tengo noticias, el mundo que viene a partir de estos meses, es un mundo que ya no dejará de aumentar su nivel de presión social sobre los jóvenes. ¿Estamos seguros, de que formando a un niño, para que su objetivo en sus actividades sea la búsqueda del placer, será un joven preparado para enfrentar la presión cada vez más creciente y aplastante del sistema?