Adolfo Flores Fragoso / [email protected]
El cabello de Mari era irresistible al viento de Nueva York, que ondeaba como en una nada agonizante playa de Long Island o del Atlántico africano en noche con luna.
Una mañana –hace casi dos décadas–, Mari y yo recorrimos la avenida Roosevelt de Queens. Mari es una magnífica narradora mixteca poblana, debo escribirlo.
Di cuenta, gracias a ella –en cierto reporte relacionado con mi oficio–, de 54 bares y prostíbulos del rumbo.
Todos encubiertos, pues son centros de “encuentro” de mexicanos buscando acompañantes, pero también centros de operaciones de delatores que los frecuentan para descubrir y atrapar a inmigrantes indocumentados, preferentemente mexicanos y centroamericanos.
Según se, y me confirmó Mari, hoy a la avenida Roosevelt le ha bajado la clientela. Por la pandemia, por ciertas leyes, porque la policía neoyorkina es “menos corrupta” y porque el tráfico de esclavas mexicanas sexuales disminuyó.
Habría que investigar.
Debo aclarar que la “venta y renta” de esclavas sexuales procedentes de Tenancingo ya iba a la baja en aquel tiempo. Problemas familiares en la población tlaxcalteca evidenciaron traiciones entre parientes que le pegó a su negocio. Pero esa, es otra historia.
Lo cierto es que el fiscal del distrito de Manhattan, Cyrus Vance, el miércoles pasado anunció que su oficina ya no procesará penalmente en contra de la prostitución y los masajes sin licencia.
Una medida mala y buena a la vez.
Por un lado, desestimar cientos de casos relacionados con las débiles leyes estatales contra las trabajadoras sexuales, las expone a un retorno y maltrato agresivo con sus “padrotes”.
Por otra vertiente, después de décadas de acoso policial, vendrán acciones racistas contra prostitutas no blancas y transgénero, así como encarcelamientos privados brutales, con consecuencias a veces mortales y tan encubiertos, incluso en Nueva York.
El lado bueno, algunas serán liberadas para seguir independientes en su giro o dedicar su vida a otros destinos. Inciertos.
Me preocupa que el trabajo sexual será penalizado “en lo personal”, incluso con la muerte de la víctima. No del agresor.
Aclaremos. No estoy cayendo en una contradicción: un punto es el trabajo sexual voluntario (vayamos a los impecables y bien pagados estudios porno de Astoria, en Long Island City –en Queens–, por ejemplo) y otro tema es la esclavitud sexual forzada, en el que están siendo violadas diariamente niñas, adolescentes y adultas oaxaqueñas, poblanas y mexicanas en general. En Nueva York y resto de Estados Unidos.
Por cierto, Mari está consciente de lo que hace e informa.
Consciente que tiene mejores ingresos en Nueva York, en algo que descubrió como valiosa vocación.
Como prostituta.
Y mejor pagada como profesora en México.
Una sabia maestra mexicana. Admirable.
Que lo fue muy joven, por cierto.