Por: Hugo Arquímedes González Pacheco M./ [email protected]
Desde mi escritorio
Este artículo está dedicado a Mario Molina Pasquel y Hernández, Premio Nobel en Química, mexicano que puso su talento en beneficio del medio ambiente y bienestar de la humanidad, quien falleciera la semana pasada por causa de un infarto agudo de miocardio. Descanse en paz este excelente científico reconocido en todo el mundo.
¿Cómo era Mario Molina? desde muy pequeño, ya manifestaba un sentido innato para la investigación científica. De niño quedó fascinado cuando contempló un protozoo a través de un primitivo microscopio de juguete.
Su precocidad en el campo de la química le empujó, incluso, a la osada idea de convertir uno de los cuartos de baño de su casa en un improvisado laboratorio, que llenó de artilugios para hacer experimentos. Era un niño común con amigos, le gustaba jugar a las canicas, escondidillas, el balero.
Un día que estaba enfermo, no fue a la escuela; se le ocurrió hacer agua podrida: puso una lechuga dentro de un recipiente con agua, y esperó y miró. Cuando olía horrible, sacó una gotita para observarla en el microscopio.
Su gran descubrimiento fue la cantidad de vida que había en una gota de agua, platicaba el Nobel mexicano. Explicaba, entonces, que desde el juego y con sus medios manifestó un interés cada vez mayor por la ciencia. Y contaba que gracias a la ayuda de una tía pudo desarrollar sus aptitudes.
A partir de ese día, gracias al microscopio, pudo entrar a otros mundos que le parecieron fascinantes. Por suerte, su tía, que era química, y que le sugería experimentos, le emprendía auténticas exploraciones al llevarlo a comprar reactivos y recipientes a farmacias del Centro Histórico.
A la edad de once años, continuando la tradición familiar, sus padres lo enviaron a estudiar a Suiza. Para entonces ya había tomado la decisión de ser investigador en el campo de la química. Antes, había contemplado seriamente la posibilidad de dedicarse a la música. Solía tocar el violín.
Esa pasión por la química determinó el camino de quien haría una gran investigación en torno a la afectación que sufre la capa de ozono por los medios de producción y consumo industrializados.
Actualmente, en los niveles básicos de educación en los países más desarrollados se enseña a las niñas y niños que existe un hoyo en la capa de ozono y, a partir de este punto, se especifica los riesgos generados por el desequilibrio en los gases con efecto invernadero y la polución excesiva de CO2 al exterior.
Eso es gracias al trabajo de un grupo de científicos en que destaca la participación del mexicano Molina. Durante la década de 1960, cursó estudios de ingeniería química en la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México, graduándose en 1965.
Realizó estudios de postgrado en la Universidad de Friburgo, Alemania. Regresa a México como profesor asistente de la UNAM, y crea ahí el primer posgrado en ingeniería química de México. En 1968, ingresó al programa de doctorado en fisicoquímica de la Universidad de Berkeley, California, obteniendo el grado en 1972.
Es reconocido por ser un pionero en investigaciones sobre la química atmosférica, fue coautor, junto con F. S. Rowland en 1974, del artículo original prediciendo el adelgazamiento de la capa de ozono como consecuencia de la emisión de ciertos gases industriales, los clorofluorocarbonos (CFC); por estos hallazgos ganó el Premio Nobel de Química.
Asimismo, sus investigaciones y publicaciones sobre el tema condujeron al Protocolo de Montreal de las Naciones Unidas, el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico. En resumen, a Molina se le conoce mundialmente como el descubridor del agujero en la capa de ozono.
En 1989, siendo profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), adquirió la ciudadanía estadunidense, para poder continuar su trabajo en el exterior. Mario lamentó la renuncia obligada por la ley a la nacionalidad mexicana que no otorgaba la doble nacionalidad.
En la década de los 90 cuando, al modificarse la Constitución, la recuperó. Fue el primer ciudadano que recibió, de manos del presidente Ernesto Zedillo, la doble nacionalidad, pionero de este movimiento. Molina también impartió cátedra en la Universidad de California, en San Diego, y fue invitado como asesor de medio ambiente durante la gestión de Barack Obama, quien lo reconoció con la Medalla Presidencial de la Libertad.
Cabe mencionar que sus advertencias sobre la amenaza inexorable que representaba el uso de gases para la capa de ozono de nuestro planeta fueron publicadas en 1974 en la revista Nature, cuando aún no se reconocía, en el escenario científico, la importancia de estas revelaciones. La vida del excelente mexicano nos hace reflexionar sobre nuestra educación básica.
¿Cuántos niños y adolescentes con la mala educación que tenemos matan sus talentos en las aulas del Sistema Educativo Nacional? Algunos económicamente pueden emigrar a otros países para desarrollar sus altas capacidades cognitivas, en la ciencia y la tecnología, en lo artístico, otros en lo deportivo. Y ocurre la fuga de talentos.
Esto se debe a los múltiples fracasos de reformas educativas improvisadas siendo todas obstáculo para la excelencia de la enseñanza, debido a la corrupción en la SEP, que termina convirtiéndola en un gran negocio para los protegidos del gobierno: televisoras, sindicatos, fundaciones, asociaciones civiles de familiares de altos funcionarios, más lo que roban de la nómina nacional de pagos del magisterio, el gran tesoro para los secretarios de Educación Pública federal, con un gobierno que no persigue, ni castiga, sino que el mesías perdona a los corruptos.
En la crisis sanitaria de la pandemia, el científico mexicano señaló que tanto el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, como el de Estados Unidos, Donald Trump, deberían portar a diario el cubrebocas para mostrar a la población sabia la importancia de disminuir los contagios.
Durante su intervención en los medios, Mario Molina explicó que existen partículas muy pequeñas llamadas aerosoles capaces de entrar al sistema respiratorio e incluso, hasta el corazón y generar el contagio. “Lo que es reciente: que esas partículas llevan al COVID-19 y lo interesante es que estas no se ven, pero salen al hablar”, comentó Molina.
“No solo son esas gotas de saliva sino los aerosoles los que transmiten el virus, pero por fortuna se pueden parar con las máscaras y el cubrebocas”. Mario Molina, Premio Nobel, señaló que el uso del cubrebocas debe ser una medida igual de importante que la sana distancia y el aislamiento. Mientras Hugo López-Gatell, científico de AMLO, dijo NO. Pero será galardonado por el pueblo sabio de la 4T; con “El Premio Nacional del Escuadrón de la Muerte”. Usted, ¿qué opina?