Por: Alejandro Cañedo Priesca
Durante siglos, las ciudades, pueblos y villas han sido bautizadas con nombres que otros lugares ya tenían. En la conquista del Nuevo Mundo, se fundaron ciudades a las que se les puso el nombre de alguna que recordaba la que se había dejado en el Viejo Mundo.
Así encontramos regiones con el nombre de Nueva España, Nueva Ámsterdam (después Nueva York) o Nueva Galicia. Esto –en un mundo en donde no había ni siquiera husos horarios porque no se necesitaban, ni tampoco se hubiera entendido utilizarlos– no afectaba a nadie. Es más, poner el nombre de una ciudad era más un acto de dominio y de recordar quién había llegado primero a esas tierras.
Así es como muchos lugares en el mundo tienen nombres repetidos; la mayoría de ellos son parte del nombre y algunos son poco reconocibles y otros son parte de una referencia.
San Francisco, Valencia, Mérida, Cartagena se escuchan por varios países y siempre habrá uno de ellos que se tenga más en la mente.
Con el desarrollo de la aviación, las ciudades se acercaron, se facilitó el viajar y ya no era tan romántico tener ciudades con el mismo nombre. Posiblemente, San Francisco, en California, no tenga tanto ese problema; sin embargo, ciudades con nombres como León, Valencia o Mérida han generado confusiones en viajeros que no encontraban la ruta para llegar, por ponerse como meta el sitio que no correspondía.
Un caso que ha provocado pifias lamentables, como llegar a un lugar distante, es Portland, ciudad importante del oeste norteamericano, que tiene una ciudad homónima en la otra costa, en el este, y más de una vez algún pasajero confundido aterrizó en el aeropuerto equivocado.
Para evitar confusiones y demoras, lo importante al reservar un boleto de avión es saber lo siguiente:
- Ubicación geográfica.
- Nombre del aeropuerto.
- Código IATA para identificar el aeropuerto.
- En lo posible, buscar a un agente de viajes.
Viajemos juntos.