Iván Mercado / @ivanmercadonews / FB IvánMercado
Apenas fue revelada al mundo el pasado miércoles como una peligrosa mutación descubierta en Sudáfrica. Para el viernes la Organización Mundial de la Salud la clasificó como una variante de “alta preocupación”, sin embargo, en cuestión de 48 horas esta nueva amenaza ya fue detectada y confirmada en varios países del continente europeo, como Bélgica, quién informó de su primer paciente infectado de COVID-19 en su mutación Ómicron.
También este fin de semana las autoridades sanitarias de Reino Unido confirmaron dos personas infectadas y contagiadas con la misma variante, se trata de dos ciudadanos ingleses vinculados con viajes recientes y específicos al sur del continente africano.
El mismo sábado, el Ministerio de Sanidad en Alemania también confirmó que dos pasajeros que aterrizaron en suelo bávaro, el pasado 24 de noviembre en el aeropuerto de Múnich, también fueron confirmados como positivos a la nueva y agresiva variante, tras ser sometidos a pruebas PCR por llegar de un vuelo procedente de Sudáfrica.
Este fin de semana las autoridades alemanas iniciaron un rastreo sin precedente de todos los pasajeros que viajaron en el mismo vuelo a fin de someterlos a estudios y ordenar confinamientos obligados en un intento desesperado por contener potenciales cadenas de contagio cargadas ahora con la nueva variante.
Por si no fuera suficiente, el Instituto Superior de Sanidad en Italia reportó un caso positivo a Ómicron. El portador también viajo en la última semana al sur de África, sin precisar el lugar específico de embarque ni la fecha de llegada a territorio italiano.
La Organización Mundial de la Salud lanzó su alerta la semana pasada y, con ella, han comenzado a llegar también las restricciones de viajes particularmente de esa región del mundo, no obstante, todo indica que la variante Ómicron ya ha comenzado a dispersarse por todo el planeta ante la inexplicable dilación de las autoridades sanitarias internacionales.
En un solo fin de semana, la nueva y muy contagiosa variante también ha sido reportada entre personas diagnosticadas en Botswana, Hong Kong e Israel y ahora mismo la República Checa trabaja en el diagnóstico de una mujer vacunada que dio positivo a COVID-19 y que llegó procedente de Namibia y Dubai.
Ante una cuarta ola que pudiera ser mucho más grave de lo que se proyectaba hace apenas una semana, las restricciones vuelven a condicionar a naciones que parecía, comenzaban a salir de la etapa más crítica de la pandemia. Inglaterra ha colocado a 15 países en su lista roja de viajes para todos los pasajeros de esas naciones.
Todo aquel que llegue procedente de estos territorios, tendrá que volver a la cuarentena obligatoria de 10 días en hoteles designados por las autoridades, pero no solo eso, el polémico primer ministro Boris Johnson informó que a partir de este lunes, los ciudadanos volverán al uso obligatorio de mascarillas en los comercios, los edificios públicos y el transporte.
La “aparición” de la variante Ómicron es motivo de preocupación real entre la comunidad científica, debido al número de sus mutaciones, mismas que facilitarían su rápida propagación o incluso a evadir los anticuerpos obtenidos por una infección previa o por una vacuna.
La nueva variante presenta más de 30 mutaciones específicamente en el virus al que van dirigidas las vacunas disponibles en el mundo, lo que eleva la alerta de la clase científica mundial, toda vez que hay la posibilidad real de que esas mutaciones que han dado origen a la variante Ómicron la hagan mucho más fuerte, mientras que los tratamientos y vacunas se vean afectadas en su eficacia contra la COVID-19.
No obstante el nuevo riesgo no solo está generando riesgos en materia de salud, otros expertos han coincidido en señalar que el virus más peligroso para la economía es el miedo que contagia a los mercados del mundo y la nueva variante detectada en Sudáfrica ha comenzado a causar los primeros efectos negativos en pleno Black Friday.
Sin excepción, todas las bolsas asiáticas, europeas e incluso en Wall Street reportaron pérdidas por la “terrible” noticia de una nueva variante más peligrosa incluso que la temida Delta, el peso mexicano cerró la semana en su peor nivel desde hace tres años.
Y es así que mientras decenas de naciones meten freno a sus estrategias y anuncian nuevas medidas de emergencia para evitar verse contaminados nuevamente por una variante que los ponga en estado de emergencia, en México, Ómicron apenas es noticia vaga, perdida por los niveles de inseguridad, violencia, inflación, corrupción y todos los que envuelve a diario a millones de mexicanos.
Las autoridades políticas mantienen al país entero en semáforo verde, los aeropuertos internacionales del país no tienen restricción alguna para recibir vuelos de cualquier parte del mundo y, por supuesto, las pruebas para diagnosticar potenciales portadores del virus en las terminales aéreas, sencillamente no existen.
En México, todo indica, podría repetirse la misma historia de negligencia institucional ante la nueva amenaza que se propaga con una rapidez insospechada.
Este fin de semana la Secretaría de Salud de Ciudad de México afirmó que ni en la capital ni en el resto del país se han detectado casos de COVID-19 cargados de la nueva variante Ómicron.
Más aún, la experta en epidemiología señaló que hasta ahora no hay información concluyente sobre si esta variante es realmente más contagiosa y más peligrosa que la Delta, incluso, la funcionaria se animó a cuestionar si Ómicron en realidad tiene mayor capacidad de evadir la inmunidad natural o la adquirida a través de las vacunas disponibles.
La autoridad sanitaria de una de las capitales mas pobladas del planeta concluyó: “Todavía no hay suficiente investigación sobre esta variante… Es muy temprano para adelantar y afirmar que esta va a ser la variante dominante y que es un verdadero peligro para la población.
Con una postura que pareciera ligera y hasta despreocupada, las autoridades responsables de velar por la salud de más de 9 millones de habitantes en la capital del país, parecieran olvidar la gravedad de una primera, segunda y tercera olas de COVID-19, parecieran olvidar que en México a la variante Delta sólo le tomó 90 días desplazarse en todo el territorio nacional y convertirse en la variante dominante y de más alto riesgo.
Es así que mientras la comunidad científica internacional y las autoridades políticas de muchas naciones han decidido extremar sus medidas de contención y protocolos, ante una exportación prácticamente inevitable, en nuestro país la variante Ómicron es vista como una noticia lejana, como una posibilidad que no merece una atención especial a pesar de los cientos de miles de mexicanos muertos por la pandemia.
El escenario vuelve a ser muy poco prometedor para los mexicanos que estamos lejos de recuperarnos de una graves crisis sanitaria y económica. La indiferencia institucional vuelve a aparecer como la estrategia más conveniente para hacer frente a lo que se asoma como un nuevo golpe a la especie humana.