Desde mi escritorio
Hugo Arquímedes González Pacheco M. / [email protected]
Las niñas, niños y adolescentes con discapacidad siguen siendo la población cuyos derechos han sido más impunemente negados y violados a lo largo de la historia en la mayoría de las clases sociales. Son los más vulnerable a todo tipo de violencia: maltrato en la educación, en la familias y la comunidad; se acrecienta en el aislamiento por la pandemia.
El Día Internacional de las Personas con Discapacidad hoy, 3 de diciembre, tiene por objetivo ayudar a sensibilizar a la sociedad, a entender las necesidades educativas, sociales, laborales de este grupo de forma tal que sean respetados sus derechos constitucionales, que se derivan de la inclusión de estas personas en todos los aspectos para una convivencia realmente humana.
La ausencia de valores de un tejido social insensible ocasiona que se queden sin practicar los principios fundamentales de nuestra Carta Magna. La inclusión de las diferencias de los seres humanos proporciona la base de un progreso sostenible y transformador a quienes, por tener discapacidad, padecen la coartación de oportunidades para el desarrollo integral de su vida.
Como educador, comprendí la afectación que la falta de inclusión ocasiona en las personas con discapacidad. En educación, salud, cultura, recreación, en lo laboral, padecen marginación notoria; sobre todo quienes viven en los contextos de pobreza más altos del país.
Desde mi escritorio, en mis entregas para Crónica Puebla, no luchamos por programas de obras de caridad o de los proyectos sociales de los gobiernos donde les otorgan pensiones, despensa, cobija, un juguete en lucimiento de los funcionarios públicos.
Luchamos para que sus voces sean escuchadas, que se vean sus logros, luchamos por políticas de inclusión, de equidad educativa en servicios de calidad, luchamos para lograr talleres e industrias abiertas a darles trabajo con prestaciones de ley. Regalar dinero no los hace más humanos o mejores gobernantes; no resolver los problemas que aquejan a las personas discapacitadas es una vergüenza de cualquier gobierno.
No siempre es fácil trabajar con niñas y niños con discapacidad; pero no son discapacitados, como malamente se les dice. Los maestros que trabajan en Educación Especial tienen las herramientas para impulsar a estos estudiantes; pero supervisores y jefes los obligan a llenar papeles, formatos y evaluaciones, simulaciones sin impacto educativo.
El maestro impacta la vida de los alumnos. Una mala actitud ante el alumno en la vida escolar es una desgracia; la peor de todas es no tener consciencia de lo que los docentes dejamos de hacer por los estudiantes, recibiendo un salario educativo.
Nunca conocí en mi camino dentro de la educación a una persona amargada que fuera agradecida ni a una persona agradecida que fuera amargada.
Maestrías y doctorados en la educación no definen a un buen profesionista diferente a los demás. Un docente excepcional es aquel que hace frente a los desafíos en las escuelas regulares y en los Centros de Atención Múltiple, dando una excelente enseñanza, alegría, amor y esperanza a los alumnos y padres de familia.
Si bien es cierto que la discapacidad puede ser considerada una fuente potencial de estrés familias y docentes, durante las últimas décadas se impulsa, desde la psicopedagogía positiva, una visión centrada en la resiliencia y en los posibles beneficios que puede generar la serie de desafíos que se presentan. Lo he visto en el desarrollo de mi trabajo en Educación Especial.
Extraño a mis alumnos, sus sonrisas al verlos pintar con sus pies desnudos o en los patios jugando sin parar.
Sueño con escuelas dignas y acogedoras de cariño que reciban a nuestros alumnos más pequeños para enseñarlos a ser felices todos los días, que disfruten salones confortables y grandes espacios para jugar, hacer deporte, donde los maestros los lleven a otros mundos con la imaginación, a través de los lenguajes artísticos, la ciencia y la tecnología, que el único trabajo en que ocupen sus días sea aprender, felices, a ser grandes personas con sus conocimientos.
Esta visión, más comprensiva, conduce a enfoques de intervención centrados en la inclusión de los docentes en la trasformación del magisterio cuya meta es la mejora de la calidad de vida de los alumnos y sus familias, por medio del respeto a los valores, el establecimiento de relaciones plenamente colaborativas basadas en propuestas de los docentes.
No con una Semana de Educación Especial para conmemorar el día internacional dedicado a las personas con discapacidad, sino todos los días, sin las ocurrencias de las autoridades educativas de ese nivel con conferencias, talleres, pláticas o convivios obligatorios para justificar el desvió o desperdicio de los recursos económicos.
Hoy más que nunca urgen autoridades de gobierno incluyentes, sensibles, que hagan realidad los derechos constitucionales de esta población tan vulnerable, que este gobierno de la 4T logre trasformar verdaderamente las escuelas incluyentes que viven la pobreza extrema, para la enseñanza de calidad, no para entretener alumnos sino para desarrollar armónicamente sus capacidades funcionales porque “son humanos como tú” y los políticos corruptos que protegen los gobiernos. Los alumnos con discapacidad tienen derecho a una educación de excelencia donde se desarrolle la creatividad en espacios de aprendizajes de libertad.
Alumnas y alumnos con discapacidad que asisten a la educación pública tienen sus propias necesidades educativas y poseen un potencial suficiente de convertir sus necesidades en “arte de vida”, que es la forma de enfrentarla día a día en su entorno familiar, escolar y comunitario en ambientes llenos de barreras que tienen que vencer para caminar, hablar, comunicarse, correr, bailar, jugar, pintar, aprender a compartir sonrisas de felicidad por sus logros dentro del enfoque comunicativo funcional con amor, paciencia, comprensión de tiempos y ritmos de sus procesos de aprendizaje para desarrollar algo productivo y valioso en las inteligencias y los talentos múltiples que poseen.
A pesar de que se reconoce que los niños con discapacidad son especialmente vulnerables al abuso, violencia, maltrato y bullying, aún no se han generalizado en México programas de tratamiento al maltrato de la población estudiantil que deberían ponerse en marcha permanente para mitigar la influencia de todos los factores mencionados que viven niños y adolescentes.
Muchas personas con discapacidad, con apoyos pequeños, logran cosas grandes y pueden cambiar la concepción de la humanidad. Realicemos acciones incluyentes valiosas con decisión, maestras y maestros, que realmente sean significativas para el respeto a la vida incluyente.
Usted, ¿qué opina, estimado lector?