Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] web: parmenasradio.org
Lo más relevante en política no es tener a las mejores personas, sino haber diseñado los mejores sistemas, una vez planteadas algunas sugerencias para sobrevivir a los malos gobernantes.
Daniel Innerarit
Ahora que se están presentando los cambios de gobierno en muchos municipios del territorio nacional, quedará grabada en la historia reciente de México una colección de récords sobre los peores presidentes municipales, así como sobre los primeros ediles que pudieron ser reelegidos después de la reforma constitucional de la administración pública federal del presidente Enrique Peña Nieto, que bien debió ser una de las primeras reformas a revertir con esta denominada “cuarta transformación”, pues simplemente basta con observar la historia para darse cuenta de que las reelecciones han sido un cáncer para México; que son las que causaron las grandes guerras del país. Sólo basta con citar el tiempo tan prolongado de la presidencia de Benito Juárez; ni qué decir de Porfirio Díaz, o las 11 veces en el turno presidencial de Antonio López de Santa Ana.
Pero pareciera que este cambio de gobiernos municipales pasará más a la historia no por la oportunidad de reelección de las presidencias municipales, sino por el fracaso de muchas, pero muchas de ellas; algunas con la bandera de la cuarta transformación, otras con los colores de otros partidos políticos. En ambos casos, el hecho de que tales gobernantes no hayan sido reelegidos, teniendo toda la estructura administrativa para lograrlo, es porque, de verdad, los trabajos que hicieron fueron un fracaso tal que hasta el más animado de sus seguidores dudó para reelegirlos, cuyo resultado fue claro: no hubo reelecciones en muchos casos.
Sin embargo, cuado estos tomaron sus cargos hace tres años, muchos de los entonces elegidos apabullaron a sus oponentes; les ganaron en las elecciones en cómodas mayorías; se puede decir que no tuvieron oposición alguna. Pero lo más sorprendente es que esa mayoría tan aplastante se haya perdido en apenas tres años, lo que demuestra que hicieron tan mal, pero tan mal las cosas en sus gobiernos que no hubo manera de evitar perder las reelecciones tres años después.
Para que se solidifique un fracaso tal en tres años es que, verdaderamente, se cimentaron muchos y graves errores, uno tras otro; tantos que, cuando se da por primera vez, después de 80 años en México, una reelección, no lograron ser reelectos.
Pero el fracaso más angustiante no es de los presidentes municipales que no pudieron reelegirse teniendo toda la oportunidad para ello, sino el de los partidos políticos, porque estos deben escoger las mejores candidaturas –mujeres y hombres–, para que sean los más capaces en sus filas. Ese es el objetivo esencial de los partidos políticos: que, de entre sus filas, salgan las mejores figuras para gobernar.
Por lo cual, que, en un principio, se haya ganado con tanta holgura y, luego, perdido, como se dice en el box, “sin poner las manos”, da a entender que algo no está bien en los partidos políticos. Es más, no es que algo está mal; es que hay una crisis muy grave en los partidos políticos, porque no tienen la capacidad de poner en las candidaturas a sus mejores representantes. Esto quizás se deba a que en sus filas sólo hay un sinnúmero de oportunistas; a que los partidos políticos no preparan correctamente a quienes los representan, o bien, no escogen a los mejores para gobernar. Algo de suma importancia si se tiene en cuenta que la democracia también significa “meritocracia”; es decir, un gobierno de los más capaces.
Ahora bien, con estos resultados y la salida de muchos de esos presidentes municipales está pasando lo contrario.
Esta vez no debe quedar en la conciencia de los dirigentes de los partidos políticos que no se hicieron bien las cosas en las campañas políticas, sino que no se hicieron bien en tres años; incapacidad de día a día y hora tras hora que provocó tales resultados.
Posiblemente hay demasiados partidos políticos; por tanto, hay más partidos políticos que personas capaces para representar sus ideales y gobernar; o bien, que son tantos los partidos políticos que no hay distinción entre los ideales de uno y otro. Por lo cual, el arrebato de candidatos y el poner candidatos improvisados es lo de hoy. Lo cierto es que los partidos políticos deberían considerar qué está sucediendo con los fracasos que se dieron en las elecciones, donde, teniendo la oportunidad de la reelección, fueron incapaces de obtenerla. Por nuestra parte, millones de ciudadanos podemos decir: ¡por fin!