NOTAS PARA UNA DEFENSA DE EMERGENCIA
Silvino Vergara Nava
¿Por qué hay desempleo? Por los inmigrantes.
¿Por qué es tan bajo el nivel educativo? Por los inmigrantes.
¿Por qué aumenta la delincuencia? Por los inmigrantes.
Hay otras razones de mayor peso por las que sentir miedo
que los miles o cientos de miles de inmigrantes
Zygmunt Bauman
Con la toma del cargo de la presidencia de Estados Unidos de América, se pone en la mesa de nuevo, como la parte central de muchas de las discusiones y problemáticas que se viven mundialmente, a la migración ilegal: la migración de la pobreza.
Ya se han visto muchos sucesos lamentables respecto a este problema; desde la desaparición de esas personas, el trato que reciben en su tránsito y las muertes en masa ocurridas en los últimos tiempos.
Este fenómeno de la migración de la pobreza es, desafortunadamente, mundial.
Países extremadamente pobres, corruptos y violentos son los que expulsan permanentemente a sus nacionales; mujeres, hombres y niños que no tienen más patrimonio que lo que llevan puesto: un pantalón, zapatos y una camiseta.
En Alemania, los migrantes son los turcos y armenios. En Italia, los migrantes provenientes de África, particularmente de Libia. En España, los migrantes africanos. Canadá con chinos y los provenientes de la India. Estados Unidos de América, los latinoamericanos, principalmente, y así, se cuentan una gran cantidad de personas que van de sus lugares de nacimiento a buscar la suerte a otros países, debido a que es imposible sobrevivir en donde nacieron.
Recientemente, se incorporó a nuestra lengua una nueva palabra por la Real Academia Española: “aporofobia”, que significa el rechazo y miedo a los pobres, pues, en muchas ocasiones, la generalidad de la población ha asumido que son peligrosos, ladrones, delincuentes e incluso que llevan enfermedades y las esparcen por donde avanzan.
Que llevan otras costumbres, religiones y lenguas y que esto implica mayor división en las sociedades en donde se van situando.
En fin, pareciera que hoy todo es culpa de los migrantes.
Incluso, es una forma de que muchos gobiernos justifiquen su existencia y legitimen sus acciones, buscando a un enemigo, y qué mejor enemigo que los migrantes, que son miles, que se desconoce su origen, que se presume que vienen a dejar males y ningún beneficio.
En los tiempos del presidente Ronald Reagan de los Estados Unidos de América, se justificó, entre otras cosas, asumiendo que era un peligro la migración; es más, se asumía en esos tiempos que Nicaragua o la pequeña isla de Granada eran un peligro constante para el gobierno y la paz del pueblo norteamericano. Es decir, siempre se ha buscado un enemigo para justificar y legitimar gobiernos; sin embargo, nadie pretende resolver el problema de fondo; por el contrario, ese problema justifica a los gobiernos. Tal es el caso de poner muros, aumentar el número de vigilantes, policías; incrementar la tecnología y la inversión en ese rubro para impedir que pasen la frontera, etcétera.
El combate a la migración es una forma de impulsar la economía, por ello es que cuenta con partida doble: legitima las acciones de gobierno ante sus nacionales y, adicionalmente, es un impulso a la economía.
Por eso es que nadie tiene interés en resolver o meter mano en las soluciones de esa extrema pobreza, que hace que las personas tengan que salir corriendo de sus lugares de nacimiento. Esa es la eterna historia de la humanidad. Es más, los padres de Jesucristo, para que él naciera, fueron migrantes.
A los países que expulsan a sus nacionales desde luego que no les interesa resolver el problema. Al contrario, para ellos no es problema; viven de las remesas, la mayor fuente de ingresos de muchos países; por ende, es imposible pretender cerrar la llave de la expulsión permanente de nacionales.
Nadie pretende hacer algo por ellos, ni los gobiernos del primer mundo, que son los principalmente “afectados”, aunque gracias a estos migrantes se legitiman sus gobiernos.
Para los países de paso también es una forma de legitimarse con el filtro a la migración y la derrama económica que esto representa, y de paso legitima a sus gobiernos.
A las corporaciones económicas internacionales, los monopolios, no les interesa hacer algo, porque no ven como negocio detener la migración. El trabajo de las ONG se limita a denunciar los hechos.
Así, la ayuda de establecer campamentos, albergues, repartir comida y ropa son simples paliativos, que en muchas ocasiones parece que se hacen para que se siga propagando la migración de la pobreza, pues son tan pobres que eso es un aliciente.
La respuesta es resolver el problema de origen. Se tienen los recursos económicos, políticos y jurídicos, pero a nadie le interesa resolverlo, porque, de resolverse, después, ¿cómo se justifican los gobiernos?, ¿quien sería el nuevo enemigo?