@cyberthompson
El confinamiento provocado por la peste del coronavirus reveló la enorme desigualdad que existe en México. Esto es un problema serio, de cara al segundo cuarto del siglo XXI se debe resolver de raíz esta desigualdad denominada brecha digital.
Obviamente, lo que debe hacerse para reducirla es traer a todos los ciudadanos que hoy están fuera de los beneficios de la tecnología a que puedan disponer de computadoras o dispositivos con conexión a internet y lograr que sepan utilizarlos de manera apropiada. Tenemos ejemplos de países que hicieron todo al revés: casos como Cuba, Burundi o Venezuela, donde los gobiernos decidieron retroceder y a la población que estaba aprovechando la innovación se le quitó o controló el recurso y el acceso a internet.
Lamentablemente, México es un país de desigualdades, donde las inequidades sociales –se sabe– tienen diversas repercusiones, además de las políticas. Me refiero a la ignorancia, el resentimiento, la falta de cultura, las bajas oportunidades de progreso, etcétera.
Precisamente hoy la brecha digital significa insuficiente oferta educativa de calidad, basta ver los programas unidireccionales de telesecundaria, como si estuviéramos en 1980.
Por otro lado están el desempleo y la concentración de la riqueza, así como la disminución de los índices de calidad de vida y desarrollo humano en el país en los últimos dos años. Todo esto deja claro que ni la ciencia ni la tecnología y mucho menos la innovación son una prioridad nacional.
Para variar, la concentración de los estados beneficiados por la tecnología están en Ciudad de México, Nuevo León y Jalisco, por lo que no es sorprendente encontrar que Chiapas y Guerrero son los peores en desempeño en desarrollo y uso de las tecnologías.
Si se pregunta, querido lector, dónde está Puebla, lamentablemente se encuentra también en los últimos lugares y podría ser peor. Lo que salva al Estado es la amplia oferta académica que existe en la capital y las Cholulas. Claro que existe una relación directa de población en situación de pobreza o vulnerabilidad, carencias o ingresos y acceso a internet y equipo de cómputo.
Lo más preocupante es observar cómo en el tiempo la brecha digital no parece cerrarse a pesar del mayor desarrollo tecnológico de los estados. Pareciera que los más rezagados se encuentran cada vez con mayores dificultades para alcanzar el promedio nacional.
Es muy importante resaltar que, el hecho de que exista acceso a internet en una zona concreta no quiere decir que se utilice o se pueda aprovechar. Exactamente el confinamiento por COVID-19 evidenció que la educación y el trabajo no presencial en todos los hogares es una meta por alcanzar muy lejana y, lejos de progresar, vamos como los cangrejos.
Hoy, comprar y pagar servicios en línea, celular, internet es literalmente un lujo para un pequeño porcentaje de la población y aunque las asociaciones y el Inegi indiquen que el 60% de la población tiene acceso a internet, habría que ponderar el número de hogares con acceso a telefonía fija, con internet, con al menos un equipo de cómputo, con alfabetización digital.
Aquí literalmente el que una persona envíe mensajes y entre a Facebook dista mucho de lo que precisamente hoy se tiene en Cuba o Venezuela.
La propuesta es resolver la brecha digital por fases. Cada estado requiere una estrategia distinta a la típica centralización de las ciudades capitales, hay ejemplos notables de otros países que lo lograron, por ejemplo, Vietnam, Singapur, no quiero indicar países de América Latina que hoy están superando al otrora hermano mayor, pero es una realidad que se debe atender.
Por cierto, son elecciones. Las personas que aspiran a puestos de representación, ¿qué propuestas concretas tienen para reducir la brecha digital?, me conformo con que la puedan definir de forma básica.