Por: Lic. Guillermo Pacheco Pulido
Es relativo
Sé un apasionado de tu hoy,
de tu mañana, de tus tardes,
de tus noches, AMA LA VIDAJorge Luis Borges
El resultado del mestizaje en Puebla, en términos generales, originó que el poblano sea “una persona activa, inteligente y organizada”.
Así en su libro Los verdaderos ángeles de Puebla, raíces de una cultura, nos habla el jurista Manuel Frías Olvera. En dicha obra incluye dos cartas, una del maestro y doctor en Derecho, mundialmente reconocido, Eduardo J. Couture, uruguayo, quien vino a Puebla a impartir trascendentales conferencias sobre derecho penal y anexó a la carta un artículo periodístico que publicó en su país de origen.
Se titula el artículo Puebla, ciudad de porcelana y en él dice: “Las torres de la Catedral de Puebla son tan altas que, como los hombres no se pudieron sostener para colocar sus últimas piedras, éstas fueron puestas por los ángeles. Así lo representa el escudo de la ciudad. En torno del mismo se han escrito los versículos de un salmo, que recuerda que Dios la puso bajo la tutela de aquéllos para que la condujeran por buen camino.
Por eso se denominó la ciudad, Puebla de los Ángeles”. A cambio de esto, cuenta la historia, que cierto vecino de Puebla quiso, hace unos dos o tres siglos, construir su casa junto al ayuntamiento, a una altura mayor que la casa de la ciudad.
El gobierno se opuso y el pleito llegó a la Corona de España, la que dio la razón al vecino y la negó al ayuntamiento. Entonces el vecino puso al frente de su casa cinco juegos de azulejos, que tenían dibujados unos monos haciendo cuartas de narices y mofándose del ayuntamiento. Unas y otras, las torres de la Catedral y los monos del litigante triunfador, se hallan aún en Puebla.
Unos y otros, los ángeles y los simios, son el signo y la estrella de esta Florencia de América Latina. Puebla fue un alto en el camino de los conquistadores. Estos entraban en Nueva España por el Puerto de Veracruz, en el Golfo, y antes de llegar a Tenochtitlan, la ciudad capital de los aztecas, situada en una meseta a 2 mil 400 metros de altura, se detenían al pie de la sierra.
Allí se fundó Puebla, ciudad predilecta de España, querida por príncipes y reyes, rica y armoniosa desde la colonia hasta nuestros días, privilegiada por su arquitectura, por su clima, por su topografía, por su riqueza.
Allí se fundó Puebla, destinada a vivir entre los ángeles de la leyenda y los duendes del vecino. Así lo dice la copla: para lenguas y campanas, las poblanas. La belleza de sus iglesias es proverbial. La Capilla del Rosario es, acaso, la más hermosa joya arquitectónica de América y una de las más hermosas del mundo.
La arquitectura revive el pasado conciliándolo con el presente. Tiene sus patios y sus cúpulas; los portales que envuelven la plaza principal y las torres que vigilan la ciudad; el salón de grados de su Universidad; las obras en el río vecino; sus árboles centenarios y sus limpios caminos; las logias coloniales en las cuales la ciudad ha alojado a los pintores jóvenes gratuitamente, para que allí hagan su arte sin impaciencia; el Teatro Principal, el más antiguo de América, construido, según la Real Orden de su erección, ‘para solaz de la canalla y para que no hiciera ésta bulla en la plaza’; sus inolvidables azulejos. . . Los azulejos son el sello de Puebla.
Ellos constituyen el toque de la gracia arquitectónica de una ciudad que tuvo artistas y artesanos que la revistieron en lo exterior e interior, por pisos y techos, formando marco a las ventanas y tapizando las cocinas, durante el siglo XVII, durante el siglo XVIII, durante el siglo XIX y durante el siglo XX; porque la industria de los azulejos en el estilo de talavera se halla tan viva en Puebla como en los días de la colonia. Revestida de sus azulejos, Puebla es hoy, literalmente, una ciudad de porcelana”.
La segunda carta contiene también un artículo periodístico autoría de la antropóloga y escritora María Correia Montero, de nacionalidad brasileña y quien estuvo en Puebla para impartir conferencias y hacer estudios profesionales. El artículo fue publicado el 27 de enero de 1971 en el diario carioca O Globo y se tituló Gente interesante de América.
El artículo expresa: “Las ciudades en el mundo, aparte de su presencia y otros caracteres físicos como su luminosidad, su olor o sus proporciones mayores o menores, se caracterizan fundamentalmente por la gente que las habitan y que son en realidad el espíritu de las ciudades. Cada ciudad tiene una motivación que impresiona al visitante.
En mi peregrinar y a lo largo de todo el Continente de América, en busca de las culturas precolombinas, una de las ciudades que más me ha impresionado es la ciudad de Puebla, en la República Mexicana. Es un hermoso estuche que guarda un acervo cultural especialmente arquitectónico verdaderamente notable, lástima que sus habitantes no presten la debida atención a esa riqueza colonial que tienen su ciudad, y que esté tan descuidada por las luchas sociales que se reflejan en los verdaderos adefesios que en sus paredes blancas pintan con letras de chapopote quienes así protesta, que no hacen sino romper la belleza estética de una ciudad tan hermosa a la que el Barón de Humboldt llamó cuando la conoció: El Relicario de América.
El hecho de que aledaña hacia al poniente de Puebla se encuentre la vieja ciudad de Cholula, centro ceremonial y el religioso de la época del esplendor azteca, hace de toda esa zona un muy interesante conjunto para el estudio del arte y de la antropología, pues indudablemente que Cholula posee el monumento en piedra más grande del mundo, como es su pirámide, ya que por sus largas proporciones, sólo descubiertas en parte, es más grande que las pirámides egipcias y que cualquier otro monumento antiguo construido en piedra, ello habla de la gran cultura náhuatl que allí alcanzó su máxima expresión.
Pues bien, en ese medio tan interesante se ha desarrollado un tipo de mexicano actual, el poblano, que tienen las características fundamentales de las razas que le dieron origen, la noble indígena y la no menos noble española, el resultado es un tipo humano que tiene todos los defectos de sus progenitores, pero también sus virtudes.
Traté con muchos poblanos durante mis estudios realizados en Cholula y pude darme cuenta que tanto las mujeres como los hombres, tienen un sentido de dignidad muy profundo de tal manera que aún los más humildes en el fondo son como príncipes por esa nobleza y ese señorío que se refleja en su carácter mesurado y en su refinada educación, innata en todas las clases sociales; usted puede hablar lo mismo con un humilde campesino, un obrero, una persona de la clase media o un rico, o un intelectual y en todos ellos encontrará el exacto justiprecio de la dignidad humana.
Ese señorío, esa caballerosidad en los hombres y esa refinada educación en las mujeres salta a la vista, es un pueblo verdaderamente noble al que paradójicamente los otros habitantes de la República ven con cierto recelo, pues hasta han inventado decires en verso, como aquél maligno que se me quedó grabado y que dice más o menos: ‘Mono, perico y poblano no lo toques con la mano, porque ésta se te ensucia’. Creo que esa solapada animadversión de quienes así tratan a los poblanos es porque en realidad o no los conocen, o les tienen envidia por esa educación tan refinada y que sin sentir porque es innata tienen los poblanos.
Creo que en efecto la gente burda de otros lugares, gente sin educación, palurdos, envidian el señorío del poblano, su buena calidad espiritual y sobre todo envidian la vida tan sencilla tan cristalina que tienen la mayoría de los poblanos, porque son gente espiritual y por eso son verdaderamente religiosas, que saben llevar sus sentimientos muy hondos dentro de ellos mismos y que no hacen gala de bajezas en lenguaje prosaico.
Por otro lado, tuve la suerte de observar profundamente el carácter del poblano y estoy convencida de que es el tipo más sincero y quizá uno de los mexicanos más patriotas, según lo demuestra la propia historia de esa región, que por otro lado ha dado hombres muy preclaros en la ciencia, en el arte, en la cultura en general y en la política.
Por otro lado, tuve la suerte de observar profundamente el carácter, por una gentileza de mi gran amigo Joao Silvio de Brito, gran redactor de O Globo, donde me da cabida, creo expresar que entre la gente más interesante, más sincera y más educada de América, está la gente de la ciudad de Puebla, cuya nobleza de espíritu se refleja en su hermosa ciudad un tanto magullada hoy por hoy por las luchas sociales y por la estulticia de quienes embadurnaron sus muros”.
Transcribo lo anterior, porque los poblanos y los que viven y crecen en Puebla debemos saber cómo se habla o cómo se conoce realmente a los poblanos, sobre todo pensemos de alta cultura con capacidades suficientes para analizar a los habitantes de una población.
Es nuestra obligación hacer ver a los mismos poblanos, a nuestros hermanos mexicanos y a los extranjeros, que Puebla es una ciudad y estado con cultura, tradiciones, religión, folclor, historia y que los que vivimos y trabajamos en Puebla amamos lo nuestro, por ello nos esforzamos en su consolidación y grandeza.
Sigamos siendo el Relicario de América por nuestro trabajo, por nuestra amabilidad, por nuestro orgullo con humildad, por la sinceridad de la sonrisa en el fraterno saludo, por la vertical honestidad en el cumplimiento de nuestros deberes. Honremos la memoria de los que construyeron Puebla, a ellos que nos hacen ciudad y seres humanos envidiables, con sano y modesto orgullo. ¡Felicidades Puebla!, la UNESCO la declaró “Ciudad del Aprendizaje”