Por: Adolfo Flores Fragoso / [email protected]
Realidad irreal
Desde su lanzamiento en 2004, Frantisek Vrabel asegura hoy que Facebook pasó de ser “un sitio de redes sociales para estudiantes, a un monstruo de vigilancia que destruye la cohesión social y la democracia en todo el mundo”.
Vrabel es un analista de noticias mundiales a través de su empresa de seguimiento informativo Semantic Visions, quien en un reciente artículo acusó a Facebook “de recopilar un tesoro de datos sobre los usuarios –incluidos datos íntimos, como su peso y si las mujeres están embarazadas– para crear un mapa del ADN social de sus usuarios.
El investigador de medios señala que el negocio de Zuckerberg “es capaz de micro-segmentar a sus dos mil 900 millones de usuarios en todo el planeta para crear y vender modelos predictivos de las decisiones que probablemente tomarán estas personas, para vender su intimidad a los grandes corporativos de todo del mundo”.
En su comentario final, Vrabel propone que los portadores de desinformaciones sociales (calculadas en más de 85% de lo que leemos en la internet; las fake news, pues) sean tratadas con la misma vara que los acosadores sexuales y los proveedores internacionales de drogas.
Y es que en la guerra de la desinformación ya es difícil diferenciar a “los buenos” de “los malos”.
Antes era común acusar a periodistas, políticos y gobiernos de ser portadores y difusores de la malinformación .
Hoy, ya son los abuelos los acusados de permitir la divulgación de falsedades en línea.
Una investigación de las universidades de Princeton y de Nueva York basada en un análisis detallado de los historiales de publicaciones entre mil 300 estadounidenses (realizado en el año 2016 y con seguimiento hasta el año pasado) reveló que tienen la sospecha de que las personas mayores tienen casi cuatro veces más probabilidades de compartir noticias falsas que los millennials.
Sin embargo, otro estudio reciente de Andy Guess, para The Washington Post, revela todo lo contrario: sólo uno de cada diez difusores de noticias falsas en los Estados Unidos es mayor de edad, tres de cada diez son menores de 21 años, y el resto que es el 70% representa el segmento de entre 22 y 59 años de proveedores de mentiras.
Los adultos jóvenes y los no tanto (menores de 60 años) son los principales creyentes de textos falsos, que incluyen su reproducción en los medios sociales de la internet.
Facebook y Twitter, asegura Frantisel Vrabe, son el nuevo opio del pueblo.
Un opio consumido y venerado como la peor de las drogas.
Pero aquí estamos, negando nuestras adicciones. Defendiendo una realidad, mayormente tan irreal.