Por: Dr. José Manuel Nieto Jalil / Director de Mecatrónica. Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte
El desarrollo tecnológico con el que se cuenta en la actualidad y la capacidad de reacción de la sociedad permiten afirmar que representamos la primera generación que puede eliminar el hambre, la pobreza y la crisis sanitaria que estamos pasado debido al coronavirus, pero también la que puede destruir irremediablemente nuestro planeta.
El cambio climático, la pobreza, el hambre, las guerras, el crecimiento de la población, la migración o la escasez de recursos son argumentos que sólo pueden resolverse de forma colectiva. A medida que la humanidad entra en el tercer año de la pandemia de COVID-19, sin un final previsto, tenemos por delante dos retos muy importantes que debemos resolver: por un lado, comprender mejor el impacto de ómicron, la variante del coronavirus de rápida propagación que se detectó por primera vez a fines de noviembre y, un segundo reto, acabar de disminuir el calentamiento global.
Referente al primer reto, muchos países han comenzado a proteger a sus ciudadanos con vacunas de refuerzo en medio de las preocupaciones sobre ómicron, entre ellos México; sin embargo, prácticamente el 50% de la población mundial aún no ha recibido una sola dosis de vacuna.
Las farmacéuticas más importantes del mundo desarrolladoras de vacunas han puesto sus ojos en la próxima generación de vacunas diseñadas para proteger contra el coronavirus en rápida evolución.
Una gran pregunta es si estas compañías renunciarán a las patentes o tomarán otras medidas para ayudar a que sus vacunas sean más asequibles para los países de bajos ingresos. Las vacunas basadas en ADN son más baratas de fabricar que las vacunas de ARNm y no requieren almacenamiento en frío, por lo que podrían ser una buena alternativa para los países de bajos ingresos.
Respecto al segundo reto, en la actualidad la sociedad moderna sigue dependiendo de forma importante de los combustibles fósiles, su uso ha estado provocando un calentamiento global a un ritmo sin precedentes en los últimos dos mil años. Sus efectos ya son indiscutibles a medida que sequías, incendios forestales e inundaciones sin precedentes devastan comunidades en todo el mundo y están a punto de empeorar si continuamos incrementando las emisiones de gases de efecto invernadero.
Diversas investigaciones demuestran que la temperatura de la superficie global de la Tierra ha aumentado alrededor de 1.1 grado Celsius en comparación con el promedio de 50 años entre 1850-1900, un nivel que no se ha visto desde hace 125 mil años, antes de la edad de hielo más reciente. La capa de hielo marino en el Ártico a finales del verano pasado ha sido mucho menor durante la última década de lo que ha sido en al menos mil años.
El retroceso global en curso de los glaciares no tiene paralelo en al menos 2 mil años, trayendo como consecuencia una aceleración en el calentamiento de los océanos.
El impacto del calentamiento global continuará sintiéndose durante siglos o incluso milenios, según diferentes estudios. Se prevé que el nivel del mar en todo el mundo aumente de dos a tres metros durante los próximos 2 mil años, incluso si las temperaturas se mantienen bajo control, de ahí la importancia de detener el calentamiento global.
El cambio climático causado por el ser humano está provocando una disrupción peligrosa y generalizada en la naturaleza y está afectando la vida de miles de millones de personas en todo el mundo, a pesar de los esfuerzos desplegados para reducir los riesgos. Las personas y los ecosistemas que tienen la menor capacidad de respuesta son los más afectados.
En la actualidad, los gobiernos están propiciando oportunidades para que los científicos brinden su experiencia y se aseguren de tener voz en este esfuerzo monumental. La innovación constituye la solución a este gran problema que enfrentamos.
Las tecnologías existentes, como la energía eólica y solar, cuyo precio se ha desplomado durante la última década, y la iluminación, los edificios y los vehículos más eficientes ayudarán a reducir las emisiones. Pero para que la energía verde elimine los combustibles fósiles y satisfaga la creciente demanda de energía confiable en los países de bajos ingresos, se necesitarán científicos e ingenieros para resolver una variedad de problemas.
Los científicos tienen un papel importante que desempeñar en la evaluación de las políticas climáticas y en el seguimiento de los compromisos asumidos por los gobiernos y las empresas. La ciencia y la innovación serán igualmente importantes para impulsar políticas climáticas cada vez más audaces.
Puebla y su sociedad no están exentas de esta problemática. En la actualidad las estaciones climáticas son irregulares, los agricultores padecen de sequías prolongadas, se sufre de inundaciones tanto en zonas rurales como urbanas, contaminaciones del agua potable derivadas de las inundaciones, pérdidas de especies, lo que provoca daños materiales y pone en riesgo y deja vulnerable a la población, y muchos ejemplos que podemos citar, pero la lista sería innumerable. Para dar solución a las problemáticas que presentamos, es necesario incrementar la generación de energías renovables como la fotovoltaica, propiciar una movilidad sustentable para reducir el uso del automóvil, incrementar las áreas verdes, etcétera.
Es preciso tomar urgentemente medidas ambiciosas de adaptación al cambio climático y, a la vez, lograr reducciones rápidas y pronunciadas de las emisiones de gases de efecto invernadero. Las medidas que se adopten en el presente determinarán la forma en que las personas se adaptarán y cómo la naturaleza responderá a los crecientes riesgos climáticos.
El clima que experimentamos en el futuro depende de las decisiones que se tomen en la actualidad y deja en claro que el futuro del planeta depende, en gran parte, de las decisiones que tomemos como humanidad en la actualidad.