Por: Alejandro Cañedo Priesca
En las últimas semanas, esta colaboración ha sido sobre puntos de interés turístico o también llamados “iconos”, que son lugares emblemáticos que permiten distinguir un lugar de otro y darle una identidad única.
La basílica y la plaza de San Pedro son dos de los lugares más reconocidos de Roma y el Vaticano. La basílica es la más grande de la cristiandad y su estructura refleja una larga serie de remodelaciones arquitectónicas.
Las obras empezaron en 1506 sobre los cimientos de una antigua iglesia cristiana, que se cuenta en la historia de Roma había sido construida por el emperador Constantino en el año 326 sobre la tumba del apóstol Pedro, el primer Papa.
Para construir la basílica participaron los grandes maestros como Bramante, Bernini, Miguel Ángel y Carlo Maderno. Parte de sus obras puede admirarse en el interior que es un gran museo de arte sacro, en donde “La Piedad” de Miguel Ángel destaca sobre los monumentos funerarios que rodean la nave y que están dedicados a distintos papas.
La fachada de la basílica está coronada por frisos simbólicos y trece estatuas que representan a 11 apóstoles, a San Juan Bautista y a Cristo; son obra de Bernini, quien también realizó la arquitectura interior.
La nave mide 186 metros de largo y la basílica tiene una superficie total de 24 mil 957 metros cuadrados, con una capacidad de ocho mil personas. El interior está iluminado por ventanales de las cúpulas que generan un ambiente que impresiona al más osado de los viajeros y fieles.
Viajar a Roma y visitar Ciudad del Vaticano es conocer en un mismo espacio dos países. Una línea blanca divide la frontera y el paso es libre sin necesidad de portar pasaporte o salvoconducto y la Avenida de la Conciliación o “Vía della Concialiazone” une a través de 500 metros al Castillo de San Ángel en Roma con la plaza de San Pedro en la Ciudad del Vaticano.
Viajemos juntos.