Rubén Salazar / Director de Etellekt
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Informes sustraídos por Guacamaya a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), elaborados por el Centro Regional de Fusión de Inteligencia (CERFI) sureste, revelan que la cúpula militar había sido alertada de los presuntos vínculos del exgobernador de Tabasco, Adán Augusto López Hernández (AALH), con un presunto delincuente apodado El Pantera (detenido por la Sedena en 2021), líder de la organización delictiva La Barredora, una facción del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) dedicada al narcotráfico, robo de combustibles, secuestro y extorsión en la entidad, meses antes de que AMLO lo nombrara secretario de Gobernación.
El personal del CERFI interceptó comunicaciones privadas de cabecillas de bandas dedicadas al robo de combustibles, que revelaban la relación de AALH con La Barredora. En otras tarjetas, el CERFI advertía que el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, así como el comisionado y el director de la Policía Estatal, nombrados por el exgobernador AALH, pertenecen a este grupo delictivo.
En las conversaciones intervenidas, los huachicoleros detallan que El Pantera es el autor material del asesinato de su principal rival El Kalimba, líder de una facción de Los Zetas y que habría recibido “apoyo de los oficiales (de la policía estatal de Tabasco) por órdenes del gobernador”. Los agentes del CERFI (dependiente del Centro Nacional de Inteligencia, dirigido por otro tabasqueño, el general retirado Audomaro Martínez Zapata, exjefe de seguridad de AMLO en sus campañas y exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco, en el sexenio de Arturo Núñez Jiménez) remarcaron que en la charla los delincuentes “quizá se refieran a Adán Augusto López Hernández, gobernador de Tabasco”.
A pesar de la gravedad de los señalamientos, el gobernador interino de Tabasco, Carlos Manuel Merino Campos, mantiene en sus cargos a los tres mandos de seguridad aludidos por el CERFI.
Ni qué decir de AALH, más afianzado que nunca como titular de la Secretaría de Gobernación, a la que ha convertido en su oficina de campaña a la Presidencia, tomando de bandera –con el cuchillo entre los dientes– la defensa de la reforma constitucional de AMLO que extendió la presencia militar en labores de seguridad pública (para dar abrazos y no balazos a la delincuencia).
Bermúdez Requena negó de inmediato las imputaciones ante los medios, al cuestionar –inútilmente– la veracidad de los archivos de la Sedena, extraídos por los hackers de Guacamaya (aun cuando AMLO reconoció el robo de información al instituto castrense). En tanto que AALH se dijo víctima de “estrategias interesadas de algunos que no quisieran verlo a uno actuando como secretario de Gobernación”.
Cuestionado en su conferencia mañanera por una reportera de la revista Proceso, respecto a la supuesta complicidad de AALH con el CJNG, el presidente –irritado como nunca antes– reafirmó la honestidad del secretario de Gobernación, sin negar lo que descubrieron las áreas de inteligencia de su propio gobierno, acusando a la reportera de usar las filtraciones de Guacamaya para atacarlo y evadiendo sus preguntas, al proyectar el poema de Rubén Darío titulado La Calumnia, que dedicó al “hampa del periodismo”, cerrando su “diálogo” circular con los periodistas que lo interpelaban al decirles que mejor se iba a desayunar.
AMLO posee razones de sobra para esquivar el tema, por el riesgo de sacar a relucir los añejos nexos de su círculo político y familiar con grupos de la delincuencia organizada, asentados en Tabasco. El caso más sonado es el de su sobrina, Laura Gabriela López Pavón (hija de Martín López Obrador, Martinazo), quien era pareja sentimental del chiapaneco José Martín Flores Torruco, alías El Chino o El Gordo, empresario transportista que trabajaba para Los Michoacanos, una facción del cártel del Milenio (encabezado por los hermanos Valencia, familia de la que proceden la esposa y cuñados del líder del CJNG), que operaba en los estados de Tabasco y Chiapas.
El sobrino político de AMLO traicionaría al cartel del Milenio, al estar implicado en el asesinato de tres miembros de Los Michoacanos, dos de ellos pertenecientes a la familia Valencia, registrado en enero de 2005: Felipe Érick Espinosa Valencia (contra el que iba dirigido el ataque por disputas que sostenía con Flores Torruco, por el control de la plaza) y Antonio Guízar Valencia, hermano de Carlos Guízar Valencia, el Z-43, líder de Los Zetas (capturado en 2018 por elementos de la Marina), aliados por esas fechas con el Cartel del Milenio.
Un grupo de civiles armados, comandado por el exdirector de Seguridad Pública de Huimanguillo, Anicasio Pérez Malpica, perpetró el atentado, en un rancho ubicado en Ostuacán, Chiapas, en el que también cayeron abatidos de manera colateral, el exalcalde de Ostuacán, Fermín Gómez Arzat, y dos de sus familiares. La Procuraduría General de la República (PGR) atrajo la investigación del multihomicidio y denunció al alcalde perredista de Huimanguillo, Walter Herrera Ramírez (socio de Flores Torruco), por obstruir la aprehensión de Anicasio Pérez.
El alcalde de Huimanguillo (primer alcalde del PRD en el municipio, partido al que pertenecía AALH), no fue el único en proteger a su director de seguridad. La asociación de alcaldes perredistas de Tabasco, presidida por José Ramiro López Obrador (hermano de AMLO), se pronunció en contra de los cateos de autoridades federales al Palacio Municipal de Huimanguillo y al domicilio particular del alcalde, para ubicar a Pérez Malpica, quien hasta la fecha sigue prófugo.
En venganza, el grupo de Los Zetas lanzaría una ola de atentados en 2006, en la que perecieron el sobrino político de AMLO y el alcalde de Huimanguillo, Walter Hernández. No se puede culpar al presidente por los delitos que cometan sus colaboradores o familiares, pero sí le debemos exigir que promueva la denuncia e investigación imparcial de los casos descubiertos por la Sedena.
Ante casos de narcopolítica y violencia política adjudicados por grupos del narcotráfico, como los anteriormente expuestos, hay quienes piensan que el crimen organizado capturó al Estado. Quizá vaya siendo hora de preguntarnos algo más aterrador, ¿quién capturó a quién?