Por: Hugo Arquímedes González Pacheco M. / Desde mi escritorio
El presidente arrancó su ya lastimosa mañanera del 4 de junio desde Palenque, Chiapas, manifestándose contra el periodismo que dice la verdad de las corrupciones en la “oclocracia” de la falsa Cuarta Trasformación, señalando que todo lo que escribimos es mentira llamándonos hampones del alto periodismo, donde todos somos sus adversarios.
“El Peje” quedó preso en la amargura del pasado. Escuchamos lo mismo de hace 18 años: señalamientos a los corruptos expresidentes Carlos Salinas, Fox, Calderón y Peña Nieto, quienes se ríen de él y del pueblo mexicano mientras no les aplique la ley para probar las acusaciones que les gritaba.
No ofenda nuestra inteligencia. Si no cambia su discurso, continuará haciendo el ridículo con frases vergonzosas o comentarios de libros de historia de México que, como maestro de esta asignatura, dormiría al alumnado.
Romper el silencio para no ser cómplice de la mal llamada 4T, con la responsabilidad de escribir como un ser pensante –no como políticos con intereses mezquinos de corrupción, como pasa con la mayoría de los morenistas que lo rodean– no nos hace hampones. Señor presidente: queremos que le vaya bien porque así a México le va bien.
Aclaramos: un hampón es un maleante, rufián, forajido o malhechor; funciona como adjetivo o como sustantivo. Deriva de “hampa”, que se refiere al conjunto de individuos organizados para cometer fechorías, como Ricardo Salinas Pliego, a quien le regaló la Secretaría de Educación Pública con su empleado, el conocido corrupto Esteban Moctezuma; o el exgobernador de Puebla, polémico y eterno político, Manuel Bartlett Díaz, en la Comisión Federal de Electricidad, donde nos aumenta las tarifas por las inútiles clases en línea, gran corrupto como secretario de Gobernación en el sexenio de Miguel de la Madrid, con el presunto fraude electoral en 1988 dejando fuera a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano que, más tarde, fuera traicionado políticamente por Míster Peje.
Hoy, el pueblo lo llama presidente de los delincuentes, protector de los corruptos de los asesinos; grita “es un honor robar con Obrador”.
Por ello, los narcos ya le tomaron la medida, como el hijo de El Chapo, y los manifestantes violentos que reciben dinero: porros, grupos de choque preparados para que el tigre se suelte cuando los políticos hacen berrinches.
Los anarquistas toman calles, destruyen propiedades, saquean comercios, deterioran monumentos, golpean personas a su paso, ensañándose con trabajadores de los medios de comunicación en la Ciudad de México ante la ausencia de la autoridad policiaca que constitucionalmente debe brindar protección a los ciudadanos.
Esto ocurre por la irresponsabilidad presidencial al dar indicaciones de no tocar, no detener, no confrontar a los que llama pagados por sus adversarios.
La gente reprueba estas manifestaciones violentas que siembran terror en la población que votó por un cambio verdadero. ¿Qué cambio estamos viviendo? Un buen estadista aplica la ley y no se preocupa de que sus adversarios lo acusen de opresor.
Nos llama hampones a los periodistas. No lo somos; rompemos el silencio para no ser cómplices de la 4T, cadáver político que cavó su propio sepulcro.
No nos culpe a nosotros de las barbaridades que dice y hace. Pensar distinto, escribir la verdad de lo que vemos, escuchamos de sus dos bocas, no nos hace sus adversarios, mucho menos enemigos; nos cree mentirosos o corruptos, pero no es así. Estamos preocupados al ver violencia, inseguridad, antidemocracia.
Quienes informamos expresando nuestro sentir crítico lo hacemos bajo el derecho que nos otorga la ley. No puede ocultar su falta de inteligencia política para dirigir a un pueblo con diversidad de pensamientos, un México sufrido que, harto de la corrupción, votó por el cambio.
Su falso discurso de tres sexenios y el enojo de la población hicieron que se votara contra el PRIAN; pero se creó el “Priamor” (PRI, PAN, Y Morena) con los mismos actores, solo cambiando de colores partidistas.
En Palenque soltó otra burrada al decir que el mejor antídoto para no contagiarse del coronavirus es no mentir, no robar, no traicionar. Esto quiere decir que todos los fallecidos de la pandemia lo hicieron, qué lastimosas palabras de un jefe de Estado, ¿sabe qué sienten las miles de familias con su dolor de la pérdida de un ser querido?
Esa es sensibilidad mezquina; esto no es mentira, aunque se desdiga después con “me mal interpretaron”. Eso pasa cuando se carece de inteligencia objetiva y crítica. Ante la tragedia política que vivimos, nos preguntamos, ¿a dónde va un presidente culpando siempre al pasado y a sus adversarios? ¿Cómo imponer orden y el respeto sin dar el primer paso, sin el ejemplo? ¿Cómo recuperar la confianza perdida de los ciudadanos? ¿Cómo disparar el crecimiento económico, cuando la secretaria de Economía, Graciela Márquez, no sabe leer las cifras “de millón”? ¿Cómo devolver la sonrisa a los mexicanos después del crimen llamado pandemia?
¿Cómo no dudar que usted ya esté vacunado contra el COVID-19, que esto es un crimen con secreto de Estado a nivel mundial? ¿Cómo tener una mejor educación sin tanta corrupción en la SEP? ¿Cómo retener y aprovechar el capital político para poder modificar el rostro del país? ¿Cómo detener la violencia y el maltrato a la mujer y los niños mexicanos? ¿Por qué decir que vamos bien como país, cuando vemos todo lo contrario?
Todas estas preguntas y más se hacen especialistas, profesionistas, escritores, poetas, filósofos, analistas en política, el magisterio, economistas, historiadores, antropólogos; el país que sufre el miedo a la violencia y la pandemia.
No coincidir con su 4T no nos hace adversarios ni enemigos del pueblo de México, señores de Morena. Un cuento político dice que un viejecillo sabía que arrancar las costras de la historia de un pueblo es fácil, sobre todo si se trata de estimular el resentimiento y el rencor que están a flor de piel; solo hay que aprovecharse de la pobreza para manipular los sentimientos en su fanatismo, como promover la pureza del alma, el perdón secreto a los corruptos, “me canso ganso” que ganaré y colorín colorado, el pescadito ha ganado.
Sócrates sabía que el voto irracional, el emotivo, facilita el arribo de la demagogia en que las respuestas fáciles conducen al desastre. El filósofo fue juzgado por 500 atenienses y conducido a beber la cicuta hasta la muerte por corromper a los jóvenes de Atenas, injusticia pura. El pueblo también se equivoca y puede ser suicida o asesino.
Por ello, el pueblo no debe considerar a los periodistas como hampones porque las palabras mal empleadas, envenenadas con rencores, estúpidamente pueden causar hasta la muerte a profesionales de la prensa. ¿Usted qué opina?