ESCAPADAS
Alejandro Cañedo Prisca
Pocas ciudades en el mundo logran capturar tanto la esencia de su país y, al mismo tiempo, recibir una poderosa influencia extranjera.
Shanghai es una de esas excepciones: una metrópoli fascinante y deslumbrante donde los rascacielos más modernos conviven con construcciones que datan del siglo XIX.
Con sus contrastes y su energía vibrante, Shanghai es un testimonio de la diversidad y complejidad de China, así como un faro de su influencia en Asia y el mundo.
Con 25 millones de habitantes, la ciudad se organiza en dos secciones, la vieja y la nueva, divididas por el río Huangpu.
En la parte occidental se encuentra la Shanghai tradicional, donde destaca el Bund, una zona histórica que alberga antiguos edificios que, en su época, fueron sedes de bancos extranjeros, casas de comercio y oficinas gubernamentales chinas.
Por otro lado, al este se extiende Pudong, la zona moderna conocida como el “banco oriental”. Pudong es hogar del Shanghai World Financial Center y de numerosos rascacielos que conforman uno de los skylines más impresionantes del mundo.
Shanghai fue también un punto clave de influencia extranjera en el siglo XIX, particularmente del Reino Unido y Francia, que establecieron concesiones tras las Guerras del Opio.
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Estas zonas cedidas al control extranjero marcaron una diferencia arquitectónica y cultural que sigue siendo visible. La Concesión Francesa, en especial, se distingue por sus avenidas arboladas y su arquitectura colonial, únicas en la ciudad.
Shanghai es una ciudad con innumerables rincones por explorar. Entre ellos se encuentra el Templo del Buda de Jade, conocido por sus estatuas de jade y su importancia espiritual y cultural.
También está el Yu Garden, un jardín clásico chino de la dinastía Ming, rodeado de calles antiguas y bazares, que ofrece un remanso de paz en medio del bullicio.
Asimismo, destaca la Torre de Shanghai, el edificio más alto de China y el segundo más alto del mundo, que ofrece vistas impresionantes desde sus observatorios.
La ciudad también es un paraíso culinario, donde convergen sabores del centro y sur de China junto a influencias internacionales. Entre las delicias locales destacan el Hongshao Rou, un estofado de cerdo sazonado con jengibre, sésamo, soya y azúcar, y el Xun Yu, un pescado ahumado típico de la región.
Algo inolvidable de Shanghai es su mezcla única de lo moderno y lo tradicional: la imponencia de sus rascacielos y su orden estructural contrastan con costumbres antiguas que persisten.
Por ejemplo, en algunas áreas aún es común ver a los residentes tender la ropa en espacios públicos, una muestra de una vida cotidiana sin pretensiones.
Shanghai nos invita a viajar en el tiempo y el espacio, a explorar su historia y a admirar su presente.
Es una combinación magnética que convierte a esta ciudad no solo en una de las más espectaculares de Asia, sino también en una de las más influyentes del mundo.
¡Viajemos juntos!