Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / web: parmenasradio.org / correo: [email protected]
Entre capitalismo desenfrenado
y el socialismo burocrático: en la tensa
relación entre la libertad personal
y seguridad social,
una tercera vía hacia
el bienestar para todos
Hans Küng
Entre la palabrería que se ha desatado por los candidatos oficiales para la presidencia de la República para las elecciones de 2024, poco se rescata de lo que puede suceder en el sexenio que viene, en cuanto a planes y proyectos que cada uno de ellos tenga trazados, si es que los tienen desde luego.
Sin embargo, de lo poco que se puede percibir es que entre estas discusiones y declaraciones estériles de ideas claras, ha salido en la tercera semana de julio a la luz pública una declaración de quien, para muchos, es la candidata oficial del partido en el gobierno: que no habrá reforma fiscal, que es suficiente con lo que se tiene actualmente.
Verdaderamente resulta preocupante para los contribuyentes, sobe todo los de a pie –que es la generalidad– que no se perciba una reforma fiscal.
Los contribuyentes que están en mejores condiciones ya han tomado medidas desde hace tiempo, propiamente al inicio de este sexenio.
Basta con percibir la salida de inversiones que se dio hasta ahora que recientemente se aumentaron las tasas de interés en México. Esto último se hizo para tratar de contener la inflación.
Los inversionistas mexicanos optaron por la salida de sus capitales.
Estas tasas de interés a la alza han permitido que las inversiones se queden un “rato” más en nuestra nación.
Pero, previo a esas medidas del Banco de México, todo el esfuerzo que se había dado para que regresara capital del extranjero propiedad de mexicanos en sexenios anteriores se fue a la borda, porque resulta que las leyes –fiscales, particularmente– están evitando que se generen inversiones para abrir nuevos negocios.
Desde luego que se está hablando de inversiones de mexicanos. Son las que nos deberían de preocupar para tutelar, cobijar en las políticas publicas de nuestros gobiernos.
Pero no es así.
Con el optimismo del famoso “nearshoring”, que consiste en que las empresas extranjeras ubiquen sus procesos de producción lo más cerca posible a sus consumidores, que son los mercados estadounidenses, se está salvando la pésima legislación fiscal.
Pero no hay ningún cuidado para el contribuyente pequeño y mediano. No se ha visto movimiento favorable alguno en estos tiempos.
Si lo que ha sostenido Claudia Sheinbaum, como candidata oficial a la Presidencia de la República para el año de 2024, resulta en la práctica, que no habrá reforma fiscal, pues prácticamente se está sentenciando un sexenio perdido más para el potencial crecimiento de empresas mexicanas.
Crecimiento de estas empresas, en los hechos, implicaría que las empresas pequeñas pasen a medianas y las medianas a grandes.
Esto es lo que nos debería de preocupar, porque las grandes empresas sabrán como arreglárselas, y las empresas transnacionales se encuentran muchas veces cobijadas por tratados internacionales y por sus propios gobiernos.
Pero las empresas mexicanas pequeñas están condenadas a tratar de evitar el naufragio que sino se ha dado por los estragos de la pandemia de COVID-19, cuando no tuvieron apoyo alguno para mantenerse vivas por esta legislación fiscal actual, pues el futuro no es nada prometedor para ellas.
Y es que lo que hace falta es una reforma fiscal, que permita dar certeza a los contribuyentes ante las acciones y facultades de las autoridades fiscales.
En este gobierno que esta por finalizar, estamos heredando una legislación que otorgó superpoderes a las autoridades fiscales, convirtiendo, por ejemplo el código fiscal de la federación en un misil de alto impacto y máxima precisión para los contribuyentes.
Se ha puesto en marcha una serie de facultades que lo único que hacen es mantener en incertidumbre a los contribuyentes.
Esa es la parte que resulta necesario modificar.
De acuerdo con lo que la ley faculta, los contribuyentes pequeños y medianos están en manos de un simple servidor público que decide apretar un botón de la computadora y con eso le embarga la cuenta bancaria, le restringe el certificado del sello digital o le cancela la firma electrónica.
También se multiplican absurdas revisiones de domicilio fiscal, o la demora en alguna declaración.
Esto no se ve desde las alturas de las candidaturas presidenciales. Sin reforma sobre estas facultades de las autoridades fiscales, estamos a las puertas de entrada de un sexenio perdido más.