Dr. José Manuel Nieto Jalil / Director del Departamento Regional de Ciencias en la Región Centro-Sur Tecnológico de Monterrey Campus Puebla
El agua, esencial para la vida y el desarrollo de las civilizaciones, enfrenta una crisis sin precedentes. Las crecientes temperaturas globales y el cambio climático exacerban la disminución de los recursos hídricos.
Impacta a más del 40% de la población mundial.
La disponibilidad de agua potable de calidad ha disminuido de manera alarmante en todos los continentes, con más países con estrés hídrico severo.
Este fenómeno representa no sólo una preocupación ambiental, sino una amenaza directa para la estabilidad socioeconómica y la salud global.
El calentamiento global intensifica fenómenos extremos como las sequías prolongadas y la desertificación, acelerando la reducción de los recursos hídricos renovables.
Se proyecta que, para el año 2050, una de cada cuatro personas vivirá en regiones afectadas por escasez crónica.
Ello podría tener graves repercusiones en la producción agrícola, la disponibilidad de alimentos y la estabilidad de los ecosistemas.
La situación exige soluciones innovadoras y una gestión sostenible que mitigue los efectos del cambio climático y garantice el acceso a este recurso.
Este es uno de los mayores desafíos para la humanidad en el siglo XXI. Es consecuencia de la variabilidad climática y se ve agravado por el crecimiento demográfico, la contaminación de los cuerpos de agua y la sobreexplotación de los acuíferos subterráneos.
La demanda de agua virtual, es decir, la utilizada en la producción de bienes y alimentos, ha aumentado significativamente, incrementando la presión sobre los recursos disponibles.
Es urgente implementar estrategias de gestión que aborden tanto el suministro como la demanda, promoviendo un uso más eficiente y sostenible.
Cada año, casi dos millones de personas mueren debido a la falta de acceso a agua potable, cifra que evidencia la magnitud de esta crisis global.
El uso de agua crece a un ritmo dos veces superior al de la población, desafío considerable.
La urbanización masiva es un factor crítico; aproximadamente la mitad de la humanidad vive en áreas urbanas, y se estima que para las próximas dos décadas, casi el 60% de la población mundial residirá en ciudades.
Así se incrementa la demanda de servicios hídricos y de saneamiento, que exigen modernización de infraestructuras para evitar la sobreexplotación.
La humanidad ha recurrido a fuentes no convencionales como la desalinización del agua de mar, el reciclaje de aguas residuales tratadas y el uso de aguas grises.
Pero de los mil 386 millones de kilómetros cúbicos de agua del planeta, sólo el 2.5% es agua dulce, y casi 70% de esta limitada fracción se encuentra en glaciares y casquetes polares inaccesibles.
Se resalta la paradoja de la abundancia hídrica: algunas regiones disfrutan de excedentes y otras luchan por la supervivencia, lo que ha llevado a la ingeniería del agua hacia soluciones tecnológicas avanzadas.
Destacan la ósmosis inversa para desalinización y purificación de aguas residuales vía nanotecnología, clave para satisfacer la demanda creciente.
La llamada agua virtual destaca la importancia de evaluar el impacto real del consumo no sólo en uso directo, sino también en relación con los productos que consumimos.
La gestión sostenible debe incluir estrategias para reducir la demanda de agua y optimizar su uso en los sectores agrícola, industrial y doméstico.
Entre las soluciones emergentes están las redes inteligentes para gestionar el líquido, que emplean sensores y sistemas de monitoreo en tiempo real para detectar fugas, ajustar el suministro a la demanda y mejorar la eficiencia en el consumo.
Estas redes se complementan con tecnologías avanzadas de autolimpieza en tuberías subterráneas, diseñadas para minimizar la pérdida de agua por evaporación y reducir la contaminación.
Además, se desarrollan sistemas de desalinización de nueva generación con materiales avanzados, como membranas de grafeno y nanotecnología.
Así se eficienta la filtración de agua salada, disminuyendo significativamente los costos energéticos.
Estas tecnologías integradas con energías renovables, como la solar o la eólica, desalinizan en forma más sostenible y económica.
Otra solución prometedora es la biotecnología para tratar aguas residuales. Sistemas basados en biorreactores de membrana utilizan microorganismos para descomponer contaminantes orgánicos y metales pesados, produciendo agua de alta calidad para su reutilización en riego o incluso consumo humano. Se reducen los residuos sólidos generados.
La implementación de tecnologías de captación de agua atmosférica, que la extraen del aire utilizando condensadores avanzados y materiales hidrofílicos, gana terreno en regiones áridas. Proporcionan el líquido en áreas con acceso limitado a fuentes de agua dulce.
La desertificación, está estrechamente vinculada a los cambios climáticos, la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas.
La restauración de los ecosistemas es clave en la mitigación de la crisis hídrica. Reforestación, reconexión de ríos con sus llanuras de inundación y restauración de humedales mejoran la capacidad de retención de agua de las cuencas hidrográficas y regulan los ciclos hídricos.
También proveen líquido de calidad para la agricultura sostenible y la resiliencia urbana.
Diariamente se pierden hasta 45 millones de metros cúbicos de agua por fugas en infraestructuras subterráneas; la tecnología ahí incide a favor.
El agua es pilar fundamental para el desarrollo sostenible; su disponibilidad influye directamente en la seguridad alimentaria, la salud pública y la conservación de la biodiversidad.
El acceso universal al agua potable segura y asequible requiere inversiones sustanciales en infraestructuras de abastecimiento y saneamiento, así como prácticas de gestión hídrica responsables.
Fomentar la restauración de ecosistemas, como humedales y cuencas hidrográficas, es crucial para mantener la biodiversidad y aumentar la resiliencia frente a fenómenos climáticos extremos.
El futuro de la sostenibilidad hídrica depende de un enfoque integrado con avances tecnológicos, restauración ecológica y políticas públicas efectivas.
Urgen cooperación internacional, innovación y compromiso político.
El aceso equitativo al agua potable incide en la calidad de vida y se constituye en la pieza clave para el desarrollo global en un mundo donde el cambio climático redefine nuestras prioridades.
La gestión sostenible del agua debe ser una prioridad global para garantizar un futuro en el que el agua sea un derecho garantizado para todos.